Parte 10

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CAPÍTULO 10
Debo sacarla de ahí, debo sacarla de ahí… ese era mi único pensamiento después de dejarla en casa de R. Desde que la conocí mi vida se ha convertido en una montaña rusa y, especialmente, estos días han tenido muchas subidas y bajadas. Demasiadas emociones que desbordan cada parte de mí y puedo asegurar que Marina se siente exactamente de la misma manera que yo.
Al llegar a casa me encerré en la habitación, no quería hablar con absolutamente nadie; Marina era todo en mi mente y no me sentía capaz de ser funcional para estar con otras personas. La idea de sacarla de ese asqueroso mundo martillaba cada segundo desde que vi su silueta caminando a la puerta. Una parte de mí siente una responsabilidad con ella; necesito sacarla de ahí tan pronto como pueda. Pensaba en las miles de posibilidades cuando mi teléfono sonó, me emocioné pero al reconocer el sonido del teléfono del trabajo hizo que el corazón se me hundiera.
-¿Sí?-
-Mañana a las diez al Luxury- no dijo más y colgó. Solté una fuerte respiración.
-Tenías que enamorarte de la persona en la situación más compleja de la ciudad- arrojé el teléfono a la cama. Tomé el mío y le envié un mensaje a Marina deseándole buenas noches.
No hubo una respuesta inmediata, ni en las horas consecutivas en las cuales el insomnio reinó en mi habitación. Caminaba como desquiciada por todas partes; logré controlarme un poco, me recosté pero el sueño simplemente no llegó.
El amanecer me encontró en la ventana viendo al vacío y sintiéndome de la misma forma. Lo difícil no era aceptar que me había enamorado de una maravillosa chica que trabaja de prostituta, lo difícil está por venir. Ya ambas había aceptado, de una manera u otra, pero ahora tenía que llevarla a cumplir con su trabajo y no sé si pueda soportarlo.
Unas cuantas lágrimas rebeldes se hicieron camino por mis mejillas… una vez más. No podía déjame vencer, necesito una solución. Algo puede ser hecho. No puedo sacar la bandera blanca menos ahora que ella se ha vuelto tan importante para mí. Sabía que sería complicado con ella pero no pensé en esto, nunca lo medité y duele. Duele sabiendo que ya fue mía y en un par de horas la llevaré a que sea de alguien más.
Mi despertador sonó sacándome de mi trance; la hora había llegado. Cerré los ojos con fuerza deseando que este malestar desapareciera pero por supuesto que no lo hizo. Arrastré los pies hasta la ducha y dejé que el agua quitara un poco del pesar emocional que me abrumaba en estos momentos. Tardé más de lo debido, quizá la demora hiciera que todo cambiara. Salí y tomé una playera simple, converse y unos jeans gastados que me gustaban mucho. Dejé mi cabellera suelta para que secara bien y salí sin siquiera desayunar.
Me trepé al taxi con un aura extremadamente negra sobre mí. Lo poco de alegría que tenía se había esfumado por completo. Conforme me acercaba a la casa mi corazón latía más fuerte y el nudo en el estómago era más grande, al igual que las ganas de vomitar, era algo completamente horrible. Cuando vislumbre la casa de R sentí que el aire comenzó a faltarme, no quería esto.
La preciosa silueta de Marina apareció por la puerta, ahora el aire me faltaba pero por lo preciosa que se veía. Salí del taxi para abrirle la puerta, al verme una linda sonrisa apareció por su hermoso rostro; se la devolví a medias.
-Buen día, Natasha- sonriente saludó.
-Buen día, Marina- cerré la puerta una vez que estuvo adentro y corrí a mi lugar.
Puse en marcha el auto; me extrañaba de alguna manera la actitud de Marina, estaba acostumbrada a la mujer gruñona de la que me enamoré. Constantemente la veía por el retrovisor y siempre la encontré viéndome con una gran sonrisa.
-Hola- dijo juguetona. Le sonreí; vi mi reloj y teníamos algunos minutos. Busqué un lugar tranquilo para aparcar. Incluso al ver mis intenciones no dejó de sonreír.
-¿Qué tienes?-
-Me ofendes- rió –simplemente estoy contenta- mi cara seria la motivó a seguir. –Sé que es una mierda, Nat, lo es pero ya hablamos de esto, no puedo dejarlo. Sé lo que te afecta y también me afecta a mí, Nat, más de lo que imaginas.-
-No puedo…- solté un suspiro. Aunque tenía la cabeza agachada la sentí acercarse, levantó mi rostro y dejó un suave beso en mis labios.
-Se me hará tarde y no quiero tener problemas ni que tú los tengas- asentí.
Quizá por el efecto tranquilizante del beso de Marina me sentí un poco más aliviada el resto del camino. Por el contrario, mientras más nos acercábamos ella se veía cada vez más seria. Su sonrisa desapareció por completo. Mostró una falsa sonrisa para calmarme y una vez que lo hizo ella fue capaz de dejar fluir sus emociones. Y sí, le afectaba tanto como a mí.
Una vez dentro del gran estacionamiento, se removió un par de veces en su lugar. Decidí aparcar un poco más lejos donde no pudieran vernos o molestarnos. La llevé cerca de la caseta de vigilancia, ahí no había cámaras, y a estas horas sólo estaba un señor mayor que se la pasaba durmiendo. Nos quedamos viendo por el retrovisor por unos instantes.
-No vayas.-
-Sabes que no tengo opción… si por mí fuera… no puedo, Nat.-
-Toma mi opción, tengo suficiente- levantó la mano lo que hizo que callara.
-No lo compliques.-
-Pero…-
-¡Te dije que no lo compliques!- Echa una furia salió del taxi sin siquiera darme tiempo a responderle.
-¡Demonios!- Golpeé el volante completamente frustrada con la situación. Esto está muy lejos de llegar a un feliz término.
Me quedé unos minutos dentro del coche intentando controlar toda la rabia y la frustración que sentía dentro de mí. Sabía que esto iba a pasar. Saqué mi teléfono del bolsillo de mi pantalón y marqué ese número que tan bien me sabía.
-Hola... ¿estás en casa?...voy para allá, tengo que contarte algo- corté la llamada y me puse en marcha. Pocos minutos después ya estaba tocando el timbre de su casa.
-Te hacía trabajando- me dijo Meli apoyada en la puerta. Parecía que mi llamada la había despertado pues me recibió en su minúsculo pijama de verano y con cara de recién levantada.
-Lo estoy- entré a su casa- ¿estás sola?
-Sí, mi madre salió de compras con sus amigas; ¿te apetece algo de comer? Me estaba preparando el desayuno.-
-No me apetece nada- hice que mi amiga parase lo que estaba haciendo.
-¿Qué? ¿Tú no quieres comer? Eso sí que no me lo creo- se acercó a mí- ¿qué pasa, Nat?- miré a otro lado- ¿va todo bien?-
-No...-
-¿Es la chica?- Asentí -¿qué pasa con ella?-
-Me pasa todo con ella… estoy enamorada.-
-¿En serio?- Su tono sarcástico me hizo voltear a verla -eso se nota a un millón de kilómetros, Nati.-
-Es que… ¡ah!- me senté frustrada en una de las sillas de la cocina.
-Está trabajando, ¿cierto?-
-Sí- susurré.
-¿Creíste que lo iba a dejar?- Se sentó a mi lado. Me quedé mirando a mi amiga unos segundos. Una parte de mí creía que Marina lo dejaría después de lo que pasó entre nosotras. Ahora al pensarlo me sentía ingenua y estúpida.
-No tanto así pero no creí que me fuera a doler tanto- dije después de pensarlo unos segundos.
-¿Ustedes ya..?- Asentí -¡oh, por Dios! Cuéntame todo.- me reí.
-Claro que no.-
-Anda, dime, ¿es buena?- esta vez solo la miré alzando una de mis cejas- claro que es buena- ella misma se paró y abrió sus ojos como platos al captar el significado que podían tener sus palabras- no me refiero a que tiene que ser buena porque ya sabes, no, no me re…refiero a eso- empezó a hablar rápido moviendo las manos- es sólo que te tiene toda idiota, más de lo normal- me reí para que Meli se relajara.
-Fue increíble. Es lo único que diré- Meli volvió a gritar exageradamente.
-¡El amor está en el aire!-
-Sólo en mi aire.-
-Nati, no sé cómo se llevan y sólo las he visto interactuar una vez pero si ella dio pauta para algo así es porque lo quiso.-
-Pero sigue en ese mundo- dije en apenas un susurro. Meli se acercó a mí y me abrazó.
-A esto me refería cuando te decía que debías ir con cuidado- me dijo con suavidad y sin tono de reproche -a eso se dedica y puede que sienta algo fuerte por ti pero es su sustento y le da miedo dejarlo.-
-Puede ser…-
-Tómalo con tanta calma como puedas y sé paciente con ella. Por los ojos de enamorada que traes creo que te ha dado muchos motivos para que estés así.-
La charla con Meli me alivió en parte. Poco después ella comenzó a hablar de su novio y lo poco enamorada que ella estaba, según mi amiga lo dejaría pronto. Esto no era nada nuevo, pero agradecía que Meli intentara distraerme de esta situación.
Volví al hotel minutos antes de que terminara el turno de Marina. Durante el trayecto mis manos me temblaban. Sabía que lo que había pasado en ese hotel, pero tenía una mínima esperanza de que Marina se hubiese negado. Estaba rezando por ello. Por favor… Marina.
Estacioné en el aparcamiento delantero del hotel. Desde lejos pude ver a Samu cargando las maletas de unos clientes estirados. Él me saludó con la mano y yo hice un pequeño movimiento con la cabeza. Como estaba mirando a Samu no me di cuenta de que Marina había salido del hotel y venía andando hacia el coche. La imagen me rompió el corazón. Venía con los brazos cruzados, abrazándose a sí misma, su paso era irregular, no andaba recto y de vez en cuando pegaba un pequeño traspiés. Mi corazón bombeaba en mi pecho a toda velocidad.
Salí del coche pero ella no me miró, su mirada estaba clavada en el suelo. Tuve que agarrarme en el taxi ya que notaba mis piernas flaquear. Abrí la puerta de atrás para que ella se montara y ella fue directa a subirse sin decirme nada, ni siquiera me miró. No fue fácil para ella subirse en el taxi, incluso pude ver un gesto de dolor en su rostro cuando su cuerpo se flexionó.
Me quedé fuera del coche intentando calmar mi corazón. Quería entrar con ella y abrazarla, besarla y saber que había pasado, pero ya la conocía y me temía que no iba a obtener una buena respuesta de su parte si lo hacía. Cuando mi corazón se calmó lo suficiente como para poder conducir, entré en el taxi.
-A casa de R- intentó sonar fría, pero noté un ligero temblor en su voz que provocó que mi cuerpo se tensara.
-¿Marina?- No contestó. Miré por el retrovisor y ella estaba con su cabeza apoyada en la ventana mirando hacia fuera. Había llorado, lo podía notar en sus ojos. Apenas llevábamos unos minutos en silencio cuando lo volví a intentar.
-Marina…-
-Dedícate a conducir- obtuve como respuesta. Había recibido esas palabras de ella varias veces, pero esta vez era diferente, ya no éramos las mismas, yo la conocía mucho más que antes y sabía que estaba intentando contener todas sus emociones guardándolas bajo su coraza. Ella ni siquiera me miraba a través del retrovisor pero yo sabía que algo pasaba y no era nada bueno. Esperé unos minutos para volver a hablar.
-Marina, sabes que odio cuando te cierras de esa manera conmigo- le dije sin rodeos y seria- creo que me merezco al menos saber si estás bien- lo único que escuche fue un sollozo. -Me estás asustando, ¿qué pasa?- dije un poco más nerviosa y como respuesta obtuve otro sollozo.
No, las cosas no iban bien. Manejé tan rápido como pude al pequeño parque escondido al que íbamos a despejarnos. Me detuve de un frenón, salí tan rápido como pude y me metí en la parte de atrás con ella. Apenas me tuvo cerca, se abrazó a mí con enorme desesperación y se soltó a llorar. Por varios minutos no pude decirle nada ya que el nudo en la garganta me lo impedía.
-¿Qué pasa, bonita?- Pregunté cuando al fin encontré mi voz.
-Me obligó- sollozó y se abrazó más a mí.
-¡¿Qué?!- todo mi cuerpo se tensó.
-No quería, Nat, te juro que no pero él… me dijo que había pagado por mí lo que le costaban tres putas de la calle. No aceptaría un no.-
-Lo voy a matar- trataba de contener la rabia que se acumulaba en mí.
-No... -
-Debería llevarte al hospital.-
-No, sólo necesito calmarme un poco- levanté su cara y tristeza vi el dolor en sus ojos- el dolor… es más psicológico que físico- la apreté más contra mí.
- Está bien- limpié su rostro con mis pulgares y dejé un prolongado beso en su mejilla -aquí estoy.-
-No le digas a Jade- dijo después de unos minutos.
-Claro que no, bonita- una vez más se escondió en mi cuello.
Se pudo controlar después de muchos minutos después y sólo había una pregunta en mi cabeza, ¿por qué?, ¿Por qué se había negado?  No quería abrumarla pero quería saberlo. Sabía que no se había dormido porque su respiración seguía siendo errática, muy errática. Acariciaba su cabello, recordando la vez que me dijo que le gustaban los mimos.
-¿Nat?-
-¿Sí?-
-No pude, no pude hacerlo, de verdad que yo no quería.-
-¿Por qué?-
-Ya sabes el porqué.-
-No, no lo sé- mi corazón latía rápido.
-Tu inocencia es tan preciosa como irritante- dijo sobre mi cuello -tú, Nat, tú eres la razón.-
-Oh- fue lo único que se escapó de mis labios y la sentí sonreír. Algo en mi interior sintió calidez al escuchar esas palabras, pero por otro lado me sentí terriblemente mal al sentir que lo que le había pasado hoy era por mi culpa. Si no hubiese pasado, lo que pasó entre nosotras todo seguiría como siempre: yo suspirando por ella y Marina siguiendo con su trabajo. Al menos ella no estaría sufriendo como lo está haciendo ahora.
-Sí, oh- se abrazó más fuerte a mí. Parece que notó de nuevo mi rigidez pues levantó la cabeza y me miró a los ojos- esto no es tu culpa, Natalia- dijo seria mirándome a los ojos. Me había leído como si fuera un libro abierto.
-Pero…
-Pero nada, tú no tienes culpa, eres lo único bueno que tengo en la vida aparte de Jade- en ningún momento separó sus ojos de los míos y pude ver que lo que decía lo sentía. Estaba por decir las palabras mágicas cuando mi celular sonó. Me incliné al frente para tomarlo y responder la llamada.
-¿Dónde mierda están?-
-Estoy tratando de controlar a Ma… Daisy porque el idiota de tu cliente la obligó.-
-¿Qué?-
-Lo que oíste.-
-Tráela para acá- colgué y sin muchas ganas me separé de Marina.
-Odio esto pero debo llevarte- me acerqué a ella para dejar un beso en la comisura de sus labios. -¿Te sientes mejor?- Asintió.
Manejé despacio de regreso a la casa de R, constantemente viendo a la chica en la parte de atrás de mi taxi. Su mirada estaba completamente perdida en la ventana mientras mi preocupación y mi enojo iban en aumento. Al llegar fue cuando al fin buscó mis ojos en el retrovisor.
-Gracias, Nat.-
-No se las merecen… Te hablo más tarde, ¿está bien?- Asintió. Bajé para abrirle la puerta del coche; salió como pudo, al cerrar la puerta vi el sillón manchado de rojo. Asustada regresé mi vista a Marina al tiempo que caía al suelo totalmente inconsciente. -¡Marina!- Corrí hasta ella y levanté su cabeza para ponerla sobre mis piernas.
-¡¿Qué mierda pasó?!- Escuché la voz de R.
-¡El puto cliente, eso pasó!-
-Hijo de perra- se veía molesto pero más porque su preciada joya estaba dañada. -Llévala adentro.-
-Necesita un hospital.-
-No, métela dentro, esto me ha pasado varias veces con las chicas que acaban de empezar, las otras la cuidaran y estará bien en unos días- la pequeña preocupación que mostró al principio se había esfumado.
-Daisy no acaba de empezar y tengo el puto asiento trasero lleno de sangre. Si se queda aquí algo peor puede pasar, la llevaré yo para no levantar sospechas. Diré que su novio lo hizo o algo inventaré pero necesita ayuda- meditó un momento.
-¡Maldita sea!-
-Arregla esto con el cliente y yo me encargo de ella- asintió no muy convencido. Con sus asquerosas manos levantó a Marina y la metió de nuevo al taxi.
Conduje tan rápido como pude a un hospital que era conocido por ser “discreto”; siempre y cuando soltaras muchos billetes pero eso era lo de menos. Necesitaba que ella estuviera bien. Se veía más pálida de lo normal, y me mataba verla así. Apenas llegué pedí ayuda para que me ayudaran a meterla al hospital. Dos enfermeros llegaron rápidamente y un doctor detrás de ellos; me preguntaban por la cantidad de sangre que había perdido y les mostré el sillón del taxi.
La vi desaparecer por las enormes puertas mientras que los médicos decían un montón de tecnicismos que no entendía y no me quedó  de otra más que quedarme en la sala de espera con el alma en un hilo.
Los engranajes en mi cerebro empezaron a moverse en la búsqueda de una solución. Esto no volvería a pasar. Juré por todos los dioses que haría todo lo que posible para sacar a Marina de ahí antes de que ella pudiese volver a trabajar.

***Una disculpa por la demora pero nuestros horarios no han coincidido mucho en estas semanas.

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