Capítulo 07

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Realmente lo sentía. Por todo.

Me di cuenta por mí misma que Justin no tenía intenciones de formar una relación conmigo, pero necesite ver sus intenciones y escuchar las palabras de Jazmyn para caer en cuanta de que él estaba dispuesto a ofrecerme una amistad. No quería decírmelo directamente, y no entendí por qué, tampoco es como si fuese el primer hombre en rechazarme.

Se mantuvo enviándome mensajes después de despedirse de mí en el hospital, y se ofreció a acompañarme al laboratorio para que me hiciera los exámenes cuando se enteró que iría sola porque a Jazmyn no le dieron el día libre como a mí en el trabajo. Las primeras señales de la zona de amigos fueron su distante amabilidad. Era amable conmigo, me trataba bien, pero no hizo un movimiento para acercarse más que un beso en la mejilla al saludarme o despedirse.

—¿Están todos aquí? —preguntó el doctor en cuanto le entregue el sobre en el que venían los exámenes.

—Sí.

—¿Vienes sola?

—Quiero saber el resultado sin compañía, no estoy segura de que tipo de noticias recibiré después de esto. Ya sabe, soy el tipo de persona que se guarda las noticias deprimentes para sí misma.

—Toma siento —punteó la silla frente a su escritorio—. No hablemos de noticias deprimentes sin antes haber visto los resultados.

El doctor se puso un par de lentes y se concentró en estudiar los exámenes, por cada examen que veía daba un asentimiento con su cabeza durante la lectura, esperaba poder descifrar en sus expresiones la gravedad del asunto pero no me pareció haber encontrado emoción en su rostro. No hasta que abrió los ojos en asombro y aparto un examen del resto.

—¿Qué pasa, doctor?

—No es nada, entenderás cuando te dé el resultado final de la lectura.

Verificó los últimos dos que tenía en mano y los acomodó todos juntos en el escritorio, exceptuando aquel que había apartado.

—¿Te has vuelto a sentir mal después de que estuviste internada?

—No me ha vuelto a doler la cabeza, ni la fiebre. Pero he notado que en los últimos días he pasado yendo mucho al baño para orinar, más de lo normal. A veces me entra cansancio y solo quiero pasar durmiendo.

—Entiendo. ¿Has sentido ganas de vomitar? ¿Algún dolor?

—No. ¿Estoy padeciendo las enfermedades y esos son los síntomas?

—Para nada —él se levantó de su asiento y se fue a algún lugar de la habitación, cuando regreso venía con las máquinas de chequear la azúcar y la presión.

—¿Entonces por qué va a chequearme nuevamente si no estoy padeciendo?

—Solo quiero asegurarme que estamos bien. Estira tu brazo —hice lo que solicitó y él enrolló en mi brazo la cinta de la máquina, comenzó a funcionar una vez que apretó el botón—. Saliste bien en los exámenes, al parecer no habías estado durmiendo las horas necesarias y el cansancio altero tu sistema. Tocando dos lugares en ti que pueden afectarte si llegas a descuidarte.

—¿Qué quiere decir con eso?

—No padeces de la azúcar ni de la presión, pero tienes un riesgo a padecerlo y esa vez fue solamente un aviso. Para asegurarnos que va a desaparecer esa pequeña posibilidad que se abrió con el susto, voy a darte una dieta que deberás seguir durante un mes.

—¿Solo un mes?

—Conmigo sí —la máquina se apagó, y él retiró lo que tenía en mi brazo—. Está donde debe estar.

Me sacó un poco de sangre para verificar la azúcar, y también estaba en el nivel que debía estar. Suspiré con agradecimiento. Todo estaba bien, solamente debía seguir esa dieta para volver a la normalidad.

—Vuelve a sentarte, por favor —esperó a que me sentara y tomó en sus manos el examen que había apartado—. Ninguno de los anteriores exámenes me dio algo que estuviera fuera de lo común, por eso solamente te dicte su lectura en forma resumida. Pero este en particular tiene algo que me sorprendió un poco, considerando que me dijiste que tenías veintidós años solamente.

—¿Es malo?

—No lo creo, tú sabrás si estaba en tus planes o no.

A pesar que dijo que no era nada malo, su respuesta me hizo pensar lo peor. Me mantuve callada esperando que dijera finalmente que es lo que había en ese examen. Al ver que su mirada se mantenía constantemente viéndome a mí y luego a los exámenes murmuré;

—Sea lo que sea, solo dígalo.

—Tienes dos semanas de embarazo. Estás embarazada.

¿Qué?

—No puede ser, doctor.

—Podría haber un error si habláramos de las pruebas que se hacen en la farmacia, a veces fallan. Pero te estoy dando un resultado que vi a través de exámenes médicos. Pude inclusive ver el tiempo de fecundación que lleva el óvulo.

—¿Puedo tener tanta mala suerte?

—Apostaría el mundo que a tu bebé no le gustará saber que lo consideraste obra de la mala suerte —intentó bromear. No me causó gracia, de verdad esto era lo último que necesitaba en estos momentos.

Me recomendó a una ginecóloga que trabajaba en ese mismo condominio médico en el que él daba sus consultas. Tomé el papel con los datos que me estaba ofreciendo pero no iría hoy mismo a verla como él había sugerido. Necesitaba asimilar esto primero.

De regreso a casa pase por la heladería y compre mi helado favorito; pistacho. La más grande pana que pude encontrar porque quería asimilar la noticia con el estómago lleno. Me tomé también el tiempo de pasar a la farmacia para comprar cinco pruebas de embarazo porque soy tan tonta que hago las cosas al revés. Iba a confiar en las pruebas que causan desconfianza en la mayoría de las mujeres y desconfiaría en las que de verdad eran de confianza.

Lo primero que hice al llegar a casa fue hacerme las pruebas. Cuatro positivas. Una negativa.

—Lo estoy —tiré una de las pruebas al basurero—. No lo estoy —tiré la otra y así me mantuve—. Lo estoy. No lo estoy. Lo estoy.

Estaba embarazada.

Estoy peor que las niñas que se enamoran de su mejor amigo y nunca las corresponde. Yo ni siquiera estoy enamorada todavía, estoy embarazada del hombre que me gusta.

Me aseguré de tirar la bolsa de basura que contenía las pruebas en lo más profundo del barril en el que se acumulaba la basura fuera de la casa antes de pasarme toda la tarde comiendo helado, todavía tratando de asimilar en que estaba pensando cuando decidí dejar a un hombre meter su pene en mí sin ponerle envoltura.

Bajo las sábanas {j.b} Where stories live. Discover now