Capítulo 11

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Justin estuvo siguiéndonos mientras comprábamos, hasta que llegó el momento el que se cansó y desapareció de nuestras vistas. Lamentablemente, su ausencia no duró mucho porque apareció en la caja donde estábamos pagando.

—¿Están haciendo compras para todo el año o comen como cerdos? —preguntó señalando el montón de bolsas que iban en las carretas que llevábamos Jazmyn y yo. Él solamente llevaba dos bolsas, una con pan molde y la otra con bebidas energizante.

—Son para todo lo que resta del mes.

—Entonces comen como cerdos.

No pude aguantar quedarme callada por mucho tiempo.

—¿Ves esos carros circulando? —sostuve la carreta con una mano y con la otra señalé a los carros que buscaban estacionamiento—. Debajo de alguno vas a quedar a como no te calles las bembas.

—Deja de tratar de enamorarme frente a tu amiga, Haizel. De verdad, ten vergüenza.

Jazmyn se rio ante su comentario y él me hizo un guiño, inmediatamente puso sus dos bolsas en mi carreta y me sonrió ignorando la furiosa mirada que le regale.

—Hazte para el lado, yo la llevo. Solo diríjanme hasta el vehículo.

Nos ayudó a meter las bolsas en el maletero del carro y se ofreció a llevar las dos carretas al lugar donde debían ponerse una vez que fueran desalojadas. Me trague las ganas de ignorarlo por siempre y le agradecí.

—Ni crean que no note ese montón de guineos que llevaban, con eso se engordan a los cerdos.

Yo lo intenté, de verdad intenté no soltarle un golpe. Pero es que con su actitud de chiquillo me resultó imposible, además, estoy segura que anda por la menopausia porque el día que le lave el cabello aprecié algunas canas. Viejo infantil.

Y sí, también sé que a los hombres no les llega la menopausia pero no me importa. Él es medio mujer. Aunque con pene y espermatozoides potentes porque fue capaz de poner uno de esos en mí en poco tiempo.

Le solté otro golpe por haberme dejado embarazada. Estudió tanto para ser abogado, o lo que sea a lo que se dedique y no pudo prestar atención a las clases de protección sexual que seguramente le dieron en la biblioteca de la secundaria.

—¿Y el otro por qué fue?

—Porque no te cansas de hacer las cosas mal.

—Es re yo en la vida —habló Jazmyn en voz baja. Pero pude escucharle. La verdad yo también hacía todo mal pero no iba a admitirlo en voz alta.

—Bueno, chicas. Iré a dejar las carretas, guárdenme cena porque iré a cenar donde ustedes hoy.

—Espero que estés bromeando.

—Elmo sabe dónde vives —manifestó señalándome a mí y a sus ojos consecutivamente antes de caminar lejos de nosotras arrastrando las dos carretas.

Jazmyn se ofreció a hacer la cena cuando oyó decir que yo no estaba preparando nada para Justin. La verdad, tomé su comentario como una broma, no como algo que realmente iba a hacer, pero ella no. Incluso cambió el huevo por pollo frito, y el pan por las tajadas, cuando nunca le ha gustado cocinar eso para la cena porque tarda demasiado en estar.

—Me voy a reír en tu cara cuando lleguen la diez de la noche y él no haya venido —me burlé de ella desde la sala. Tenemos 30 minutos de haber llegado a casa y no hay pista de Justin por ningún lado.

—¿Qué apostamos?

—Yo nada, soy una mujer cristiana que no hace apuestas.

—Ni siquiera sabes cuantos días tardó Jesús en volver a tener vida.

—Tres días.

Estoy segura que me iba a responder con una tontería, pero no le quedó tiempo porque comenzaron a sonar toques en la puerta y le hice un movimiento con la mano avisando que iría a abrir, ella accedió y siguió en su trabajo de chef por un día.

—Pensé que estabas bromeando —le dije a Justin cuando abrí la puerta. Se había bañado y cambiado de ropa, con razón tardó tanto.

—Para nada.

Me hice a un lado para que pasara, y una vez que entró cerré la puerta. Él con toda confianza se sentó en un mueble, como si estuviera en su casa donde conocía a todo y todos.

—¿Y, qué te ha dado por visitar?

—¿Cómo que qué me ha dado por visitar? Tenías mucho tiempo sin verme, seguro ya estabas empezando a extrañarme.

—Justin, de verdad. Así en pregunta seria, ¿qué edad tienes? Porque actúas como el sobrino de cinco años de Jazmyn.

Él se rio, y sacudió su cabeza.

—Tengo ese cinco multiplicado ocho veces y un poquito más.

Entonces empecé a hacer cálculos.

Cinco por cinco eran... cinco, diez, quince y seguí contando con mis dedos hasta llegar a veinticinco, conté tres más de cinco en cinco y llegué a los cuarenta. Sí, fui la vergüenza de mis padres en las tablas.

—¿¡Cuarenta!? —curioseé asombrada—. Sé que tienes canas, pero nunca pensé que ibas a ser tan viejo. Vergüenza te debería dar seguir actuando como adolescente, abuelo.

—Nunca he actuado como adolescente, soy un señor divertido.

—Ni siquiera puedo creer que aún te funcione.

—¿Me funcione el qué? —inquirió alzando un ceja.

—Iré a ver cómo va Jazmyn en la cocina —anuncié negándome a seguir teniendo esa conversación.

Jazmyn ya tenía todo listo para cuando llegué, solo requirió ayuda en servir los jugos y luché con todas mis fuerzas para no echarle alguna sustancia de sabor raro al de Justin. De verdad me emocionaba en pensar hacerle cosas malas, no del tipo sexual, sino malas de verdad.

—Esto parece de restaurante —felicitó Justin a Jazmyn después de haber probado su plato.

—Ojalá vinieras todos los días para que cambie más seguido los huevos con pan y frijoles.

—¿Lo dices para que te cambien el menú o para verme más seguido por las noches, acosadora?

—Totalmente segura de que es solo por verte —objetó Jazmyn por mí, pateando mi pie dejado de la mesa. Evite no quejarme y seguí comiendo.

Me mantuve solamente escuchando la plática que se tenían. Esperando el momento en el que a alguno de los dos se les ocurriera decir algo que verdaderamente fuera relevante. Aunque la que más hablaba era Jazmyn, Justin solo respondía a las mil preguntas que ella le hacía. En su mayoría eran sobre el desempeño de su madre o de cómo era ser verdaderamente dueño de una empresa.

Ojalá le hubiera contado sobre su secreto de las páginas que administra o del grupo de WhatsApp para reírme como corresponde. Claro que estaba mintiendo cuando dije en el hospital que no me acordaba de lo que contó, pero es nuestro secreto.

Incluso si ella no lo sabe.

Bajo las sábanas {j.b} Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz