Capítulo 10

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—¡No sabes con que me encontré! ¡No tienes ni idea! —ese fue el recibimiento que me dio Jazmyn cuando me reuní con ella para almorzar. Me senté en una silla que estaba frente a ella en la mesa antes de hablar.

—¿Con qué te encontraste?

—Es que no tienes ni idea, Haizel. Ni yo tenía una idea hasta que vi su cara, quería morirme.

—¿Viste al diablo? —quise bromear para que se tranquilizara, no funcionó.

—Espera a que te cuente.

La camarera apareció para tomar nuestra orden, y como siempre pedíamos lo mismo no nos costó demasiado decirle que era lo que queríamos. Por suerte, lo que solía pedir está dentro de los alimentos accesibles en la dieta que me dio el doctor.

—Cuéntame.

—Yo entré con mi mamá a la sala de reunión en la empresa en la que trabaja, me lance palabras con el idiota con el que ella se había peleado porque es que de verdad, es un pendejo. Pero bueno, el problema comenzó cuando el jefe mayor —hizo comillas al pronunciar eso—, apareció, era Justin. Justin Bieber. El mismo Justin que tú te follaste.

—¿Qué?

—Así quede yo, te juro que hasta esperé que aparecieran las cámaras de algún programa de bromas.

—¿Él es el dueño de la empresa en la que trabaja tu madre?

—El dueño, el mero mero, el mandamás. Como quieras llamarlo. Me saludó como si no me conociera de antes, tipo hola quién eres. Luego comenzó la reunión, y los regañó a mi madre y al estúpido con el que se peleó, después de advertirles que no quería que algo como eso volviera a suceder no los despidió, solo les cambio de posición para que no tuvieran otro encuentro como ese.

—Bueno, al menos fue bueno.

—Todavía no puedo creer que él sea dueño de una empresa. ¿Sabes qué hacen allí? Trabajos para la ley. Ese hombre con cara de vendedor de mercado, seguramente es un abogado renombrado e importante y nosotros ahí, tratándolo como a un pejelagarto.

—Eso no tiene nada que ver. Se tratan a las personas por lo que son, no por la posición que tienen.

—No lo entiendes.

—Lo hago, de verdad. Pero él sigue siendo para mí, la misma persona que era antes de saber esta información.

Nuestro almuerzo transcurrió entre lamentaciones por parte de Jazmyn, culpándose a sí misma por no haber sido lo suficiente amable con Justin.

Entendía un poco su lugar, su madre estaba prácticamente en manos de él. Una parte de la economía de sus padres lo estaba. Pero todo profesional sabe apartar el trabajo de lo personal, y los problemas que nosotros podríamos tener con él formaban a ser parte de su vida personal.

* * *

Cuando el día de pago llegó, mi sueldo fue el doble del que Jazmyn tuvo gracias a mis horas extras. Como de costumbre deposité en mi cuenta de ahorros el que correspondía a las horas extra y un poco en mi cuenta de débito, me quedé con una cantidad regular en efectivo.

Decidimos ir al supermercado para surtir la despensa de la casa hasta el próximo pago.

—Esta quincena no vamos a ir a comer tanto en el almuerzo a restaurantes, sacando cuentas sale muy caro.

Introduje a la carreta varios condimentos que tenía en mano y asentí ante lo que Jazmyn había dicho.

—Solo tenemos que turnarnos para cocinar, y llevar bastante carne. Sobre todo tú, que siempre metes puras golosinas.

—Esta vez van dentro, carne y golosinas. Las necesito para las noches de películas.

Sin ánimos de protestar, deje que se fuera con la carreta para el pasillo de las golosinas y yo fui en busca de frutas para mantener jugo en la refrigeradora. Yo no era demasiado fanática del refresco, ahora, Jazmyn era todo lo contrario. Ella vivía por el refresco. Pero se fue adaptando a los jugos naturales una vez comenzamos a vivir juntas, ahora es más humana.

—¿Melones? —murmuró una voz a mis espaldas. Lo suficientemente cerca como para sentir su caliente aliento en mi oído. No me moleste en voltear porque sabía perfectamente de quien se trataba.

Mis compras no iban a ser interrumpidas por él. Jamás.

—¿Vas a ignorarme?

—Esto se llama acosar, y a los acosadores se les denuncia en el 911.

Un celular apareció justo frente a mis ojos como respuesta.

—¿Qué con eso?

—Llama al 911. Dile que hay un hombre todo apuesto acosándote en el supermercado desde hace un minuto.

Esta vez me voltee a verlo.

—Ni siquiera sabes contar, han pasado como tres minutos. El tiempo vuela, cariño.

Justin marcó algo en su celular y luego se lo puso en la oreja.

—¿911? —me miró directo a los ojos cuando comenzó a hablar—. Hay una señorita toda linda que me está acosando en el supermercado desde hace cuatro minutos. Sí. Disculpe oficial, que le haya llamado linda no quiere decir que me guste que me acose. Eso es horrible.

Cuidadosamente quité el celular de su oreja y colgué la llamada en cuanto lo tuve en mi mano.

—No seas ridículo.

—¿Sabes algo? Ese oficial me dijo que te saludara de su parte, solamente porque te llamé linda. Hubiese dicho que te parecías a fiona para que se preocupara y mandara refuerzos a ayudarme.

—Que tú te parezcas a sherk, no me hace una fiona.

—¿Estás haciéndonos en comparación con una pareja de feos?

—No a nosotros, a ti. Porque la verdad si estás bien feo.

—Ay, que chica tan mala —acarició su corazón e hizo como si iba a desmayarse—. ¿Tienes un libro que hable de como reparar un corazón roto?

—Me aburriste, viejito. Nos re vimos.

—¡Haizel! ¿¡Por qué desapareciste así, mujer!? —los gritos de Jazmyn nos sobresaltaron a ambos. En poco tiempo estuvo junto a nosotros—. Oh, ya veo por qué.

—La verdad yo ya me estaba yendo. Él solamente estaba haciendo lo único que sabe, estorbar.

—¡Haizel! —me reprendió Jazmyn. La ignoré, que ahora quiera guardarle respeto a Justin es problema suyo, no mío.

—Déjala —le respondió Justin—. Esa es una manera única que tiene para enamorar. ¿No es así, amor?

—¿Te lo llevas o te lo mando, señor? —exclamé mirando al cielo. O bueno, al techo del supermercado.

Bajo las sábanas {j.b} Where stories live. Discover now