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Escuchamos el sonido del timbre a lo lejos y corremos como alma que lleva el diablo, si no nos apresuramos llegaremos tarde.

Cuando entramos en el Instituto, respiramos con dificultad antes de subir las odiosas escaleras. Justo cuando vamos a llegar a nuestra clase, la profesora entra y cierra la puerta.

 —Toca tú —le digo señalando la puerta.

—No, toca tú —susurra Nat. Ya todos han entrado menos nosotras. Fue culpa mía, me quedé dormida.

—¿Te he dicho alguna vez que te odio?—pregunto mientras doy varios golpes en la puerta.

Se abre la puerta dejando ver a la profesora con el rostro serio. Lo que nos faltaba.

—Llegan tarde —dice cruzándose de brazos y mirándonos con desaprobación.

¿En serio? No lo sabíamos.

—Lo sentimos, no volverá a pasar—contesta Nat nerviosa.

Nos hace un gesto para que entremos y todos nos miran. ¿He dicho alguna vez que odio ser el centro de atención? Pues ya lo saben.

Llegamos hasta nuestra mesa y sacamos los cuadernos y estuches de las mochilas. La profesora empieza a hablar.

—Debido a que llegaron tarde —dice mirando en nuestra dirección—haré grupos de cuatro para que realicen un trabajo sobre el tema que estamos viendo, que contará el 30% de la nota final del trimestre.

Vieja amargada.

Se escuchan abucheos por parte de todos los alumnos y algunos nos miran mal a Nat y a mí. ¿Qué? ¿Nunca han llegado tarde?

—Iré haciendo los grupos—dice la profesora mirando la lista detenidamente—Carlos Gallardo, Alice Collins, Sam Dallas y David Ferrer serán el primer grupo.

Continúa diciendo nombres hasta que sólo queda el último grupo.

—Natalia Grau, Alexander Martínez, Paula Martínez e Iván Petróvich serán el último grupo. —y dicho esto, cierra su carpeta.

Oh, dios.

No puede ser tan cruel.

No, no, no.

—El trabajo será para dentro de tres semanas, así tendrán tiempo de sobra para hacerlo y no me podrán poner excusas. Ahora escribiré en la pizarra todo con respecto al trabajo y tomarán apuntes. ¿De acuerdo?

—Todo por tu maldita culpa—escucho una voz ronca detrás de mí, haciendo que me gire.

—¿Perdón? —pregunto incrédula. ¿Quién demonios se cree que es para hablarme de esa manera?

—¿Acaso estás sorda? —dice mirándome con frialdad.

—Eh, no te pases —interviene Alex.

Miro por el rabillo del ojo a Nat, quien está con la boca abierta, literalmente.

—No te metas, Alex—le digo sin dejar de mirar al chico que tengo enfrente. Si quiere guerra, oh, vaya que la tendrá —No, no soy sorda, maldito imbécil.

Suelta una risa sin humor.

—Eres estúpida, que es peor—siento la rabia apoderarse de mi cuerpo y levanto la mano para darle una fuerte cachetada, pero me agarra la muñeca.

—Ni se te ocurra —dice furioso.

Me suelto bruscamente de su agarre y Alex no deja de mirarlo con las manos en puños, le hago un gesto para que desista de esa idea y me giro para atender a la profesora.

Empezamos mal, muy mal, Iván Petróvich.

🌙🌙🌙

—Es peligroso, Pau —dice Nat mientras cogemos las bandejas con nuestra comida y vamos a la última mesa.

—No le tengo miedo.

—Pues si fuera tú, lo tendría. Solo hay que escuchar la forma en la que te dijo todo eso.

—No me afectan las palabras de un imbécil como él.

Alex se acerca a nosotras y se sienta al lado de Nat.

—¿Dónde nos reuniremos para el trabajo?—pregunta cogiendo un trozo de mi almuerzo.

Lo fulmino con la mirada.

—No sé, hay que hablarlo con Iván también —dice Nat señalando una mesa cerca de la nuestra.

Está comiéndose una manzana y no puedo evitar fijarme en sus labios. Nuestras miradas conectan por unos segundos, pero la aparto rápidamente. ¿Acaso siente cuando alguien lo mira o qué?

Alex le hace un gesto para que venga para acá y frunce el ceño pero finalmente cede y se sienta a mi lado, poniéndome nerviosa.

—¿Dónde nos reuniremos para el trabajo?—pregunta Alex, de nuevo.

—Me da igual —se encoge de hombros.

—¿Qué os parece en mi casa? —dice Nat.

—Por mí está bien —contesto.

—Y por mí —responden Alex e Iván al unísono. Se miran frunciendo el ceño.

—En mi casa a las 5, ¿está bien? —Nat le apunta la dirección a Iván en un papel y se lo entrega.
                        
Guarda la nota en su bolsillo trasero y se va sin ni siquiera despedirse el maleducado.

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora