17

132K 6.9K 497
                                    

—Hija —dice mi madre mientras limpiamos la cocina. Nat se fue hace un rato y mi hermano se encuentra en su habitación.

—¿Sí?

—Él es el chico, ¿verdad?—pregunta, haciendo que la mire frunciendo el ceño.

—¿Qué chico?

—Iván, él es el chico que dices que es tan amargado, ¿no?

—Eh... sí —contesto. Hasta hablar de él me pone nerviosa.

—Pues a mí me pareció buen niño.

—No, no lo es —la fulmino—Y no sé cómo Alex puede ser su amigo.

—Bueno, si tú lo dices... —se encoge de hombros, y me mira fijamente —¿Sabes? Me recuerda a tu padre cuando lo conocí. Era igual de serio. —me da una sonrisa triste y se limpia una pequeña lágrima que cae de su mejilla.

Siento un nudo en la garganta ante la mención de mi padre. Han pasado cinco años ya y todavía no puedo creer que no esté aquí, con nosotros.

Aún recuerdo cuando los médicos le diagnosticaron ese horrible tumor en la cabeza. Por aquel entonces solo tenía doce años, y mi hermano trece.

Mi madre me abraza fuertemente cuando se percata de mis lágrimas.

—Lo echo tanto de menos —sollozo.

—Y yo cariño —se separa y me sujeta por los hombros —Pero sabes que aunque no esté físicamente, lo está aquí —señala mi corazón y asiento, limpiándome las lágrimas.

***

El sonido de la alarma me despierta y gruño, acurrucándome más en la cama. Cuando me quiero dar cuenta, ya estoy en el baño aseándome rápidamente.

Una vez que ya estoy lista, cojo mi mochila y bajo las escaleras corriendo para luego ir a la cocina, donde están mamá y Alex. Termino de desayunar y me lavo los dientes, después nos despedimos de mamá y salimos a la calle.

—Espero que no se te haya olvidado el trabajo —es lo primero que digo cuando veo a Nat.

Siento un alivio enorme cuando me enseña la bolsa, ya que hoy tenemos que entregarlo.

—Por supuesto que no —me fulmina, cruzándose de brazos —Soy una chica responsable.

Ruedo los ojos y nos encaminamos al Instituto.

***

Cuando al fin suena el timbre, salimos rápidamente de clase y nos dirigimos a la cafetería. Nos ponemos en la cola y esperamos nuestro turno.

La cocinera pone la comida en nuestras bandejas y vamos con la intención de sentarnos en nuestra mesa de siempre cuando algo capta mi atención.

Alice está sola en una mesa del fondo.

Le doy un codazo a Nat y ella alza las cejas cuando comprende lo que le quiero decir. Nos acercamos a su mesa y nos sentamos junto a ella. Levanta la mirada cuando se da cuenta de nuestra presencia.

—Hola, Alice —saludamos Nat y yo al unísono.

—Hola —sonríe tímida.

—¿No te volvieron a molestar? —pregunta Nat, dándole un mordisco a su manzana.

Niega con la cabeza.

—No, y todo gracias a vosotras —dice, haciendo que Nat y yo compartamos una gran sonrisa.

—Era lo que teníamos que hacer —decimos simplemente.

Hablamos de cosas triviales mientras comemos, y debo decir que Alice me está cayendo genial, al igual que a Nat. No entiendo cómo no nos hemos conocido antes.

***

Después de estudiar varias horas para los próximos exámenes, decido salir a correr, ya que hace tiempo que no hago ejercicio. Me pongo mi ropa deportiva y cuando ya estoy vestida, me despido de Alex, quien ni siquiera me escucha por culpa de la play.

Conecto los auriculares al móvil y empiezo a correr por las calles.

Luego de correr como media hora, decido ir al parque que está a unas escuadras para beber. Voy por la última calle que me queda para llegar cuando algo llama mi atención.

Un ladrido.

Me paro en seco y me quito los auriculares, escuchando una risa masculina muy familiar. Me asomo por un pequeño agujero de la valla de una casa que se encuentra a mi izquierda y cuando lo veo, abro los ojos de par en par.

Es Iván.

Está jugando alegremente con un perro.

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora