26

126K 6.1K 394
                                    

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —pregunto frunciendo el ceño —¿Acaso me estás siguiendo?

—Sí, como si no tuviera nada mejor que hacer —contesta sarcástico, haciendo que me cruce de brazos y lo mire enarcando una ceja.

—¿Y entonces por qué estás aquí?

—No te importa —responde acercándose al lago y lanzándole una piedra a este. Giro sobre mis talones y lo agarro del brazo, dispuesta a enfrentarlo.

—¿Por qué diablos eres así de amargado? —cuestiono harta, y él me mira durante unos segundos en silencio. Quizás mi pregunta lo ha desconcertado.

—No soy un amargado. Solo desconfío de las personas —dice finalmente —Y no te atrevas a preguntar nada más, porque no pienso contestarte —añade al ver mi rostro confundido.

—¿Sabes? —digo soltando su brazo y mirando el lago —A veces es bueno desahogarse con alguien. Aunque ese alguien te caiga mal.

Lo miro de reojo y creo ver una pequeña sonrisa en su rostro. Cuando se percata de ello, la borra rápidamente.

—En el segundo año de mi antiguo Instituto, era muy tímido como para hacer amigos, y solo me concentraba en sacar buenas notas —antes de que pueda decir nada, me interrumpe —Dijiste que es bueno desahogarse, ¿no? —asiento, y continúa —Era el sabelotodo de mi clase. Todos se burlaban de mí por ello, pero yo era muy miedoso como para encararlos —ríe sin humor —Un día, mientras estaba en el recreo, tres chicos se acercaron a mí, diciéndome que querían ser mis amigos. Ese día estaba feliz, demasiado. Los días pasaron y ellos se fueron convirtiendo en mis mejores amigos, hasta que... —traga saliva y prosigue —Hasta que me dieron una fuerte paliza en el baño del recreo. Cuando les pregunté que por qué lo hicieron, solo me contestaron entre risas: "¿Pensaste que podías llegar a formar parte de nuestro grupo, maldito nerd?" —me tiro a sus brazos sin pensarlo, haciendo que se tense. Después de unos segundos, siento sus brazos aferrándose a mi espalda.

Esto se siente bien.

Muy bien.

—Es por eso que nunca confié en nadie más —susurra —Y me convertí en un amargado, como tú dices.

Río un poco.

—Lo siento, yo no... —intento decir, pero me interrumpe.

—No pasa nada —se separa del abrazo y me da la sonrisa más bonita y sincera que he visto en mi corta vida.

Oh Dios, moriré de un infarto.

—C-creo que ya es hora de regresar —digo, y él asiente. Caminamos por el oscuro bosque en un silencio cómodo hasta llegar a las tiendas de campaña.

—Buenas noches —susurro girándome hacia él.

—Buenas noches —se despide metiendo las manos en los bolsillos y empieza a caminar hacia su tienda, pero se detiene y gira sobre sus talones.

—Gracias... por escucharme, supongo.

—De nada —le hago un ademán con la mano y entro con cuidado en la tienda para no despertar a Nat.

***

—¡A levantarse! —escucho el grito de la profesora y maldigo en voz baja.

—Joder, ¿qué hora es? —dice Nat girándose hacia mí. Me levanto a regañadientes y cojo mi móvil de la mochila.

—Las 6 de la mañana —mascullo, y mi amiga me mira incrédula.

—Esta mujer está loca —susurra, y río entre dientes.

—Será mejor que nos vayamos preparando —digo, y asiente.

Una vez que ya estamos todos listos, nos acercamos a la profesora.

—Buenos días chicos, en cuanto desayunemos, os daré una ficha para cada pareja y realizaréis una actividad sobre plantas —dice, y algunos compañeros bufan.

Nos sentamos en la hierba y Nat y yo sacamos los bocadillos. Casi me atraganto cuando veo a mi hermano y a Iván venir hacia nosotras.

—Hey —saluda Alex animadamente mientras se sientan enfrente. ¿Cómo puede estar de buen humor a estas horas?

Nat empieza a hablar con Alex de cosas triviales y yo miro a Iván un par de veces, al igual que él a mí. Aún no me creo que me haya contado algo tan personal, y que hayamos podido entablar una conversación como personas civilizadas.

Cuando terminamos de desayunar, todos salimos corriendo para empezar con la actividad, que consiste en encontrar las distintas plantas que aparecen en la ficha lo más rápido posible.

Después de varios minutos, Nat y yo paramos a descansar un poco en el suelo, ya que estamos agotadas. Solo hemos encontrado seis, y nos quedan cuatro todavía.

—¡Pau, allí hay otra! —chilla Nat levantándose y corriendo hasta unas rocas húmedas que hay que cruzar.
Abro los ojos de par en par cuando se resbala y cae al suelo.

—¡Nat! —corro como alma que lleva el diablo hacia ella —¿Estás bien? ¿Te has hecho daño? Oh Dios.

—M-me duele —se queja señalando  su tobillo.

—Tranquila, iré por ayuda, no te muevas de aquí.

—Como si pudiese.

Giro sobre mis talones y empiezo a gritar mientras corro a toda prisa.

—¡Ayuda!

______________________________________

Gracias por leer.

Tú, mi problema © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora