Capítulo 4 - Un nuevo rumbo

572 18 2
                                    

Ualsge se levantó con energías renovadas. La intranquilidad que le había rodeado la noche anterior había desaparecido por completo. Observó, perplejo, que Fil ya no estaba en su cama, y se preguntó dónde habría ido. Seguramente estaría hablando con el pequeño pichón, pero el macho cabrío no divagó demasiado: preparó sus cosas y salió afuera. Contempló el día y se empapó de la calma que había en aquel momento en el patio de armas. Después miró hacia los aposentos de las palomas y vio que Dalmayal no estaba. Supuso que había partido de nuevo al sur con las quince palomas, y un pavo que salió al patio acompañado de un grupo de gallinas se lo certificó: habían alzado el vuelo a las cuatro de la mañana. Contento por la aclaración, Ualsge dejó atrás el patio de armas y entró en las habitaciones reales. Allí estaba Fil, junto a varios galgos, entre ellos Maylansal y Selanuyë.

—Partamos a correr la voz entre los animales prostilianos, Fil —dijo Ualsge al perro pastor.

Fil se acercó a Ualsge y juntos se despidieron de tan acogedores anfitriones.

—Dad las gracias a la emperatriz —dijo Fil entre risas—, y a todo el pueblo de Galguia aquí reunido. Nunca olvidaremos nuestra breve estancia en tan bella región.

—¡Alanfeylan! —vociferó Ualsge. Sabía que si lo llamaba por su nombre completo recibiría total atención, bajo consecuencias desastrosas, pero valía la pena—. Debemos marcharnos ya a La Fortaleza, o si no, mi hermano nos dará una buena cornada que nos dejará bien tiesos. ¡Vamos!

Cabra y perro se dirigieron a la puerta de entrada de la Fortaleza de los Galgos. Allí estaba el galgo culebreado que guardaba la sala del trono el día anterior. El macho sintió curiosidad y le preguntó su nombre.

—¿Mi nombre...? Mi nombre completo es Seoxdafe Lénsviae Hallanhesefe, hijo de Ëcdae Selanuyë Hallanhesefe, pero podéis llamarme Lénsviae.

—¡Te llamas como el héroe mitológico de los animales prostilianos! —exclamó Fil, deseoso de entablar una nueva conversación. Sabía que si se excedía demasiado Ualsge se enfadaría con él.

—Sí, por él me pusieron ese nombre —afirmó Lénsviae—, Mis padres creyeron que, de mayor, sería un galgo tan grande como el héroe de los animales.

—Muchas gracias —añadió Ualsge, intentando ser amable—. ¿Nos abres la puerta, por favor? Llevamos cierta prisa, tenemos que comunicar una importante noticia.

—Lo sé —dijo Lénsviae, mientras tiraba del cordón que abría la puerta—. ¡Que tengáis buena suerte!

Ualsge deseó lo mismo al galgo y marchó con Fil rápidamente a La Fortaleza. Llegaron, exhaustos, a mediodía y vieron que todo estaba tranquilo, tal y como lo habían dejado hacía justamente dos días. A ambos les agradó esto. Entonces, los dos compañeros se separaron. Ualsge marchó al barrio caprino, el más antiguo de la ciudad; allí vio de nuevo a su hermano Lanosgo, preguntándole éste por las interesantes noticias que traía de Galguia.

—En efecto, los rumores son desafortunadamente ciertos —le comunicó Ualsge a su hermano, mientras intentaba que sus palabras no se oyeran demasiado entre el rebaño de cabras que pacía tranquilamente en el patio central del palacio caprino—. Las tropas ya desfilan, ¡así que ese rumor que habla de que el descendiente del tirano estaba vivo en algún lugar del continente era cierto! Supongo que es así, porque los acontecimientos están adquiriendo un cariz extraño.

—¡Ah! Una paloma mensajera pasó ayer por aquí ––dijo Lanosgo—. Venía de parte de Dalmayal. Me dijo que ella y su escuadrón marchaban a patrullar más allá de Hopaneyndraz, cerca de los territorios de la ciudad de Seneth, donde queda el viejo corral de nuestros antepasados. También me confirmó la noticia que tanto me había preocupado, y tú, querido Ualsge, me lo confirmas ahora doblemente.

Fauna en guerra (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora