Capítulo 6 - La lucha por la existencia

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El año 352 abría su ciclo y Ualsge ya sentía nostalgia de su hogar, de Lanosgo y del Sumo Pastor. Escribía constantemente cartas a Lanyal, su prometida, y a su familia, pero no sabía si llegaban a su destino. Nada sabía desde que salió de La Fortaleza. Se preguntaba qué era de sus vidas, cómo transcurría su día a día, y también se preocupaba por el estado de los demás animales. Y estaba inquieto, el nefando Alto Oligarca había intentado extorsionar a los refugiados, amenazando con acabar de una vez con los «rebeldes» si no cesaban en su actividad «revolucionaria».

Un día, un animal que era batidor en el ejército rebelde, informó a los refugiados:

—Hemos visto un ejército enemigo que viene hacia aquí. Ya que han descubierto nuestro más seguro refugio, hay que estar prevenidos por si algo sucede.

—Sí, tienes razón —le dijo Alfiler—. ¡Hay que preparar a los animales para la batalla!

Una noche no muy lejana al aviso, Dalmayal divisó desde la copa de un olivo lo que parecían ser cientos de luces, como si se hubieran reunido en un mismo lugar centenares de velas, y fue a comunicarlo a la comunidad de animales refugiados de Hopaneyndraz. Los invasores habían llegado.

—Alfiler, ¿dónde estás? —dijo Dalmayal, al tiempo que este la atendía—. Tengo que darte muy malas noticias: Un ejército numeroso avanza desde el sur, y parece que en él hay más de doscientos animales.

—Pero, ¿de qué estás hablando? —dijo Alfiler, rey de los animales hopanendrayenses, para aliviar tensiones—. Ya no hay mal serio en mi país que no se haya combatido... A los pit bull asesinos los eliminamos gracias a vosotros y sabemos que el ejército de Zirinc está resistiendo el asedio con valentía. Y tenemos a muchos animales en todo el país de nuestro lado, a menos que algún animal o persona que no esté de acuerdo con mi soberanía nos haya traicionado, como ese Alto Oligarca del cual el Sumo Pastor, como nos contasteis, habló en el consejo de guerra. No lo conozco muy bien, pero creo que él puede ser el orquestador de esta infame guerra.

—Nos estaba amenazando con palabras —dijo Dalmayal—, pero no creía que llegara a hacerlas realidad realmente.

Ahí se detuvo la conversación: una alarma repiqueteaba en el exterior de la casa abandonada y todos los animales allí refugiados se asustaron.

—¡Entonces el hecho es cierto! —gritó Alfiler—. ¡Que los efectivos que estén disponibles se coloquen en su posición correspondiente! ¡Hay que defender a los nuestros!

Ualsge y Fil fueron a los pisos superiores de la casa para preparar las defensas, mientras que Gwaranûr fue a llamar a Misifú, lugarteniente del rey Alfiler, y a su ejército de gatos, saliendo por la puerta trasera. Lénsviae y Alfiler fueron aleccionando al ejército; todos los animales se ajustaron los uniformes, bordados con una insignia que mostraba una espada blanca sobre un fondo rojo. Los uniformes eran de color rojo y contenían un casco de hierro forrado de cuero por dentro, acompañado de una cota de malla, además de piezas protectoras para cuello, pecho y patas.

Dalmayal quería actuar rápidamente, y pensó en llamar a palomas y tórtolas, pero éstas fueron previsoras: a algunas de ellas ya las habían avisado sus compañeras que vigilaban al enemigo, y estaban a punto de partir para la batalla. El cuerpo aéreo estaba formado por unas cuarenta palomas que portaban armadura ligera y un arma parecida a una honda, muy corta. Ésta era portada por las palomas y tórtolas atada a una pata, con un cargamento de pequeños cantos rodados para ser usados como proyectiles sobre un soporte unido entre dos sogas de esparto trenzado. Decían que, si era empleada correctamente, era capaz de llevarse tres enemigos por delante sin demasiada dificultad. El cuerpo aéreo de infantería estaba formado en su mayor parte por tórtolas, y sus armas eran, principalmente, sus picos y sus patas, fuertes y poderosas; su armadura era de aros de hierro, pero muy ligera, preparada para resistir ataques muy violentos. Éstas eran unas setenta. En total, el cuerpo aéreo de la resistencia estaba compuesto de ciento diez efectivos.

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