6. No le digas a Eren

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No le digas a Eren

Eren. J

Apretó los labios y contuvo la respiración por varios segundos. Comenzaba a darme la impresión de que lo que estaba a punto de saber no iba a gustarme. Asentí con la cabeza, en espera de lo que me pudiera decir, de un momento a otro palideció más de lo que ya de por sí era y yo negué con la cabeza en un intento de hacerle saber que no tenía que decirme nada, pero ella entreabrió los labios y de ellos escapó un bufido, finalmente.

—Soy... vegetariana.

Murmuró en un susurro apenas entendible, desvió la mirada y frunció los labios. Yo parpadeé varias veces, estaba por demás confundido ante tal revelación sin mucha importancia; enseguida un tic nervioso apareció en mi ojo izquierdo al sentir que el alma me regresaba de nuevo al cuerpo, ¿eso era todo lo que la angustiaba? Sentía que en realidad ella estaba jugando con mi cabeza, era la chica más rara y confusa que había conocido en toda mi vida y quizá era por eso que me gustaba tanto. La razón por la cual me atraía como un imán hacia ella.

Rivaille era complicada, nunca sabía lo que en realidad quería y a veces me hacía pensar que sus palabras escondían un segundo significado, que había algo ahí que yo no estaba terminando de entender y que desde luego, ella se esforzaba en enseñármelo. Ante la tensión que se había esfumado, dejé caer los hombros y resoplé.

—¿Eso era lo que te tenía tan preocupada?— Enarqué una ceja y la miré incrédulo, ella asintió pero ante la mirada que yo le estaba dando, frunció el ceño.

—¡Es porque tú y yo no podremos congeniar!— Me dio un fuerte golpe en el brazo y después cruzó los brazos, tenía las mejillas rojas— Tú... bueno, tú comes carne roja y yo sólo hojas.

—Bueno... eso no debería ser un impedimento— Me acerqué lentamente a ella y la abracé, pegándola a mi pecho, mientras daba pequeñas palmaditas en su cabeza— ¡Oh, mi bella Rivaille! Yo te querría aunque fueras atea, musulmana, alta, chiquita, gorda o flaquita.

—¡Idiota!— Me dio un cabezazo y se soltó de mi abrazo, las mejillas parecía que estaban a punto de estallarle de tan rojas que las tenía.— Claro que es un impedimento, ¡sólo imagina! Si nos casamos, yo tendría muchos problemas en cocinarte algo.

Giró los ojos hacia arriba y después puso una expresión en su rostro que parecía decirme "¿No lo habías pensado?", levanté ambas cejas y formé una perfecta "o" con mis labios, me mantuve así por varios segundos, hasta que un pequeño golpe cálido y una sensación de felicidad embargó hasta el último cabello de mi cabeza. Una enorme sonrisa no tardó en aparecer en mis labios y Rivaille me miró como si de pronto hubiera enloquecido, y de hecho, sí, ya estaba loco.

—¿Casarnos? ¿O sea que ya te has puesto a pensar en el vestido blanco, boda, circo, maroma y teatro?— Otra amplia sonrisa apareció en mis labios y ella abrió grande los ojos, justo ahora le hacía competencia a un tomate maduro de lo roja que estaba.

—Ugh, eres imposible, Jaeger.

Frunció los labios y se dio vuelta sobre sus talones, lista para escapar de mí. Cuando intenté hacer el amago de seguirla, volteó a verme con una mirada amenazadora y después me dijo entre dientes algo como"ni se te ocurra, Jaeger". Dejé salir una fuerte carcajada y puse las manos en el aire, dándole a entender con ese gesto que me daba por vencido, que ya no la seguiría. Comenzaba a entender un poco más porque me estaba aferrando de más a Rivaille y la respuesta era justamente esta; que ella era independiente y me dejaba con las ganas de querer entrar, de querer conocerla mejor.

Las chicas así solían volver locos a los chicos, eso pensaba.

Y mientras veía a Rivaille alejándose de mí entre refunfuños en los que decía lo idiota que yo era, por cierto, me di cuenta de algo importante: el hecho de que ella no era parecida a Mikasa en nada. Rivaille era sencilla y le gustaba pasar desapercibida, Mikasa en cambio le encantaba rodearse de gente que pudiera alabar su magnificencia. Rivaille era fuerte, e independiente y Mikasa solía depender mucho de lo que la gente pensaba de ella, a Rivaille no le gustaba estar pegada a mí todo el día, en cambio Mikasa siempre estaba colgada de mi brazo, presumiéndome como si fuera un trofeo o algo parecido. Mikasa era demasiado predecible, siempre sabía lo que iba a hacer mucho antes de que lo hiciera, pero Rivaille siempre me sorprendía, nunca he podido descifrar lo que hay dentro de su cabeza y dudaba que algún día pudiera hacerlo.

Like a girl; EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora