40. Castillo de arena

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Castillo de arena


[Eren. J]

Los fríos ojos del señor Jaeger me atravesaron como ráfagas de viento helado, sentí que el corazón se me hundía dentro del pecho y tuve un mal presentimiento, no me gustaba el señor Jaeger y quizá, fue porque en el fondo sabía que el apellido Jaeger no era una simple coincidencia entre él, Zeke y yo. La madera crujió cuando los pesados pasos de Erwin se hicieron presentes por todo el corredor, sin embargo, estos se detuvieron casi de inmediato, probablemente al reconocer a la persona frente a nuestra puerta. Mis ojos fueron a dar con la persona que por tantos años había cuidado de mí.

Los hinchados ojos rojos por el llanto ahora invadidos por un abrumador terror y una sofocante rabia. No hizo falta que ninguno de los dos dijera algo al respecto, lo entendí casi enseguida y fue como si todo alrededor de mí se viniera abajo como un montón de arena mojada. Erwin caminó con rapidez y con fuerza por el estrecho corredor que conectaba la entrada de la casa con la sala, su fornido cuerpo pronto se había interpuesto entre el señor Jaeger y yo, su mirada azul me miró por sobre su hombro y con aquella seriedad aplastante, me dijo:

—Vete a tu habitación.

Me costó horrores tragar saliva y parecía que mis piernas se negaron a la petición de mi cabeza por irme de inmediato y escuchar algo que realmente no quería escuchar, ni saber.

—Erwin.— Se apresuró a decir el otro hombre con una voz igual de seria, haciendo que la furia de Erwin fuera más que evidente.

—¡Eren obedece!

Rugió el único rubio presente, al que por tantos años llamé "papá". Parpadeé y le di una última mirada llena de confusión al señor Jaeger antes de correr escaleras arriba; en un principio, pensaba obedecer a la orden de Erwin, encerrarme y esperar a que la tormenta se calmara y Erwin lo alejara de nuestras vidas, sin embargo, la voz llena de recelo de Erwin y la curiosidad nata en mi persona me hicieron detenerme al pie de la escalera de la planta alta.

—¿Qué demonios haces aquí?— Y ese había sido Erwin, con aquella voz autoritaria que tantos escalofríos me causaba.— ¡Largo de aquí! No tienes nada que hacer aquí.

—He venido por lo que me quitaste hace años— Ese había sido el señor Jaeger, su voz tranquila y tratando de ser el más racional de los dos.— Mi hijo.

Entonces, todo volvió a ser silencioso, como si segundos atrás no estuviera pasando algo sumamente importante. Abrí muy grande los ojos, las manos comenzaron a temblarme y la respiración a faltarme, deseaba regresar y gritar: "¡Tú me abandonaste! ¡no soy tu hijo!". Pero todo lo que podía hacer era temblar y esperar a que Erwin lo desmintiera, a que lo echara lejos de nuestras vidas pero él no dijo nada y en su lugar, el señor Jaeger habló de nueva cuenta.

—Tú y tu familia se lo llevaron y yo no sabía a dónde. ¿Tienes idea de cuántos años lo busqué?— Su voz seguía saliendo tranquila, aunque con un pequeño ápice de reclamo en ella.— Y ahora que por fin lo encuentro, ¿me lo niegas?, ¿de nuevo?

—¡Lo abandonaste!

El grito de Erwin retumbó por toda la casa y tuve que encogerme ante lo mal que se escuchó esa simple frase. Durante años había tenido bien presenta esa historia en mi cabeza, una madre joven, lo suficientemente irresponsable para abandonarme con mi padre. Un padre, lo suficientemente cruel para abandonarme con el padre de Erwin, un antiguo colega suyo del trabajo. Esa había sido la historia que Erwin me contó cuando tuve la edad suficiente para entenderlo, pero ahora otra versión de la historia se hacía presente. Un padre que no me abandonó, un padre que me buscó, ¿quién mentía?, nada de esto tenía sentido en lo absoluto, ¿y por qué Erwin aún no se defendía?

Like a girl; EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora