Capítulo cuatro.

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Me he agachado unas veinte veces en los últimos minutos, todo para poder recoger las cosas que hace rato lancé al suelo. Comienzo a resoplar como abuelita y me quejo del dolor de cadera mientras Scorpius se pasea por mi escritorio.

— ¿Sabes qué sería genial? Que me ayudes a limpiar.

—Tú tuviste la idea de hacer un Victoria's Secret's nada Fashion Show —recalca y comienza a revolver mis papeles—. No es por nada, por aquí he encontrado hasta tus dibujos de los ocho años, ¿nunca limpias?

Ruedo los ojos mientras me sonrojo hasta las orejas, tomo la ropa y la lanzo dentro del armario.

—En realidad... esos dibujos son de hace tres días.

No era la descendiente de Van Gogh en definitiva, pero debía intentarlo al menos. Ahora sé que debo estudiar, porque si me dedico al dibujo moriré de hambre.

—Tal vez necesites unos... Seis años de clases de dibujo —sigue burlándose, giro y veo su mini cara llena de maldad.

— ¿Qué pasó la última vez que me molestaste? Juro que te haré sufrir aún más si sigues —amenazo.

Me iba a explotar la cara, la sentía caliente y seguro estaba tan roja como mi cabello. ¡Tenía que dejar los dibujos ahí! Es que normalmente nadie revisa mis cosas, siquiera mamá lo hace, por eso dejo todo en el escritorio sin preocuparme. Podría dejar mi diario abierto allí, incluso... Una hoja donde escribí mi vergonzoso plan para enamorar a Malfoy.

¡Coño!

— ¡Eh! Aquí dice mi nombre —lo escucho decir y mi corazón se detiene durante unos segundos.

Entonces todo pasa en cámara lenta, volteo y corro hacia él mientras camina sobre la hoja con curiosidad. De pronto lo tengo en mis manos, lo observo con cara de horror.

— ¡¿Qué te sucede?! —grita, preso en mis manos—. ¡Casi me rompes el cuello!

—No mires mis cosas —susurro jadeando—. Nunca. Más. Lo. Hagas.

Él asiente, aún asustado con mi reacción. Debo respirar hondo para calmarme y volver a bajarlo lejos de mi escritorio. Tomo las hojas con mis dibujos y el Plan para tener a Scorpius Malfoy en la palma de la mano, las vuelvo una pelota y la lanzo al basurero en la esquina de mi cuarto.

Cuando me giro de vuelta hacia Scorpius él está cruzado de brazos y me mira de forma inquisitiva.

— ¿Por qué tenía mi nombre?

—Claro que no —bufo moviendo la mano.

—Yo lo vi, Lily, decía Scorpius Malfoy.

Me mato, me mato en serio. Tenía que ser tan estúpida como para escribir su nombre en otro color y con las letras enormes. ¡Estúpida Lily de la noche anterior!

—No, por favor, ¿por qué escribiría tu nombre en una de mis hojas? —sigo, con voz aguda, sin dejar de reírme—. Ahí decía... decía... Era el zodiaco, claramente.

Scorpius alza las cejas, no creía ni la punta de lo que dije, era obvio. Pero aún así seguir mi mentira.

— ¿Por qué escribes el zodiaco?

—Descubrí que tengo visión —carraspeo y alzo una mano señalando había la ventana—. Puedo leer las estrellas, las nubes y... las iguanas.

Ahí estaba, tenía que decir algo aún más estúpido en medio de todo lo demás. Si no lo hacía, no era Liluna claro.

La confusión invadió el rostro de Scorpius.

— ¿Qué? ¿Cómo puedes leer iguanas?

—Sus escamas, la... la expresión en sus ojos. Oh, no sé si valga la pena explicártelo, Malfoy. Tú no tienes la... visión —digo con altivez y hago un gesto de que no había caso.

Scorpius niega con la cabeza y luego se le escapa una risa descontrolada, lo que me deja ahí para con cara de No-entiendo-un-carajo. Y era así, ¿ahora qué es tan gracioso? La traición de mi cerebro para decir algo inteligente tal vez.

Cada vez que me miraba su risa se acentuaba aún más, lo que ya me ponía incómoda. Me abrazo a mí misma y miro mis pies mordiendo el interior de mi mejilla.

—Oh, Lily —suspira al final, haciendo que vuelva a mirarle—. Creo que...

Escucho pasos afuera, en medio de mi pánico tomo una almohada y la lanzo sobre Scorpius. Apenas tengo tiempo para disculparme y luego me giro hacia mamá.

Ella me mira con desconfianza mientras vuelve a entrar y le echa una mirada a todo el cuarto.

—Escuché que hablabas con alguien... Y ahora estoy segura de que otra voz te respondía.

Poltergeist, mamá. Juro que casi le digo eso, pero para evitarme zapatillas voladoras me lo guardé.

—Estaba, uh, hablando por el celular muggle —lo tomo y sonrío como si fuese obvio—. Con... Scorpius.

Ah, denme con la zapatilla voladora por favor.

—Oh, ¿ya vienen?

—No pregunté eso.

— ¿Para qué hablaban entonces? —murmura confundida y por alguna razón remueve mis cortinas—. Cada vez que Scorpius viene te vas corriendo por las escaleras, nunca hablan mucho.

Miro hacia donde Scorpius se encontraba con los ojos abiertos como platos.

—Bueno —sacude la cabeza—. ¿Podrías llamarlo otra vez para preguntar a qué hora vienen? Quiero estar segura para no preparar comida de más.

—No puedo, digo, están en la biblioteca, mamá —comienzo a reírme con nerviosismo—. Ya sabes, no ruido.

Ruego que ya se vaya, pero ella no despega sus ojos de mí.

—Acababas de hablar con Scorpius, ¿no?

A la mierda. Soy terrible.

—Sí, pero él... él estaba en baño y por eso podíamos hablar.

— ¿Por qué...? Ah —suspira como si fuese un caso perdido y vuelve a mirar por todo el cuarto.

La miro rebuscar en el armario para Barbies y luego caminar hacia el otro lado, hacia mi clóset. Frunzo el ceño, ella no era de las mamás policías que registran todo.

—Estás mirando todo porque...

—Lily Luna, dime que si abro esa puerta no encontraré a un chico escondido —dice, muy directa y seria—. Porque me gusta estar al tanto de quién está dentro de la casa, ¿sabes?

No sabías de las chicas de James, eh. Pero yo sí, malditas paredes delgadas, pobre inocencia mía.

—Ábrela, mamá. No hay chicos aquí. En verdad me ofende que pienses así de mí.

Luego de que registra todo me dedica una mirada apenada. Boom, mamá, esto es porque desconfías de mí.

—Está bien... Lamento haber dudado, linda. Es que juro haber escuchado la voz de un chico, fuerte y clara.

La empujo hacia la salida mientras armo mi numerito.

— ¡No! ¡No hay perdón ante tal ofensa! Por cierto, ¿qué cenaremos hoy?

—Pollo...

—Si haces alguna ensalada con papas tal vez te lo perdone.

Le cierro la puerta en la cara y de inmediato voy a destapar a Scorpius. Casi pego un grito al cielo cuando lo veo extendido y con los ojos cerrados.

¡Ahora sí lo maté! ¡Lo maté, maldición!

Albus, maté a Malfoy. Esa será la última frase que diré antes de ir a Azkaban.

—No, pequeño Barbie, hoy no me dejas —digo y doy ligeros golpecitos a su pecho.

Es hora del RCP. Mientras lo hago con la mayor delicadeza que puedo, doy soplos a su rostro con la esperanza de que despierte. Y medio minuto después Scorpius está tosiendo e intentando recomponerse.

—Tu aliento apesta, Lily —me dice y yo alzo una mano a mi frente con alivio—. ¿Ahora sí querías matarme?

Albus, ven antes de que en serio asesine a tu amigo. Siento que terminaré haciéndolo, de forma intencional o no.

¡Albus! Encogí a Scorpius.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora