Mensaje 14

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De: Secretísima Virtual
Fecha: Lunes 29 de noviembre, 08:15 PM
Para: Xavier Wagner
Asunto: El recital

Hola, Xavier:
No te fallé, aunque estuve a punto de no ir al recital. El malhumorado del locutorio dijo que no tenía ningún sobre para mí. Ya me iba, cuando vino a reemplazarlo una chica y, por las dudas, le pregunté:
-Sí, me lo dejaron ayer a la tarde
¡Qué alivio sentí! Antes, no estaba tan segura de animarme a ir, pero bastó que me dijeran que el sobre no estaba para que me entrara la desesperación. Sí, también yo quería verte y oírte tocar con tu banda. Era todo un desafío eso de sentarme en las primeras filas, saber que los dos estábamos mirandonos y que ninguno haría nada (ni antes, ni durante, ni después) por acercarse al otro.
Te cuento mi versión de los hechos y espero que, en tu contestación me mandes la tuya.
El salón de actos de tu colegio estaba repleto hasta reventar; chicos y chicas de todas las edades, padres, abuelos, profesores...; se notaba que nadie quería perderse el recital. A mi lado había una señora mayor, de pelo blanco, muy simpática, que me convidó con pastillas y me señaló orgullosa a su nieto: ¡vos! Casi salto de la butaca y me voy corriendo o me lanzo a hacerle preguntas. "¿Cómo se llama él? : la primera de todas. No sé de dónde saqué tanta fuerza de voluntad para callarme la boca. Por suerte, ella siguió hablando de "mi nieto" sin nombrarte. No me habías elegido a propósito esa ubicación, porque las entradas no eran numeradas. Sin embargo, estaba al lado de tu abuela y... tu identidad permanecía en el incógnito. ¿No es increíble? Los siguientes diez minutos, ella se dedicó a la lectura del programa y yo a estos pensamientos. ¿Sería capaz de resistir la tentación de hacerle preguntas? ¿O te probaría que yo también respetaba las reglas? Atemorizada por mis ganas de abrir la boca, me concentré en la butaca de mi derecha: estaba vacía. Justo en ese momento llegó un chico morocho, pasó delante de nosotras muy apurado, esquivó a tu abuela, tropezó con uno de mis pies y se sentó.
   -Disculpame, ¿te pisé?
   -No es nada.
    Me había aplastado el dedo chico del pie, que empezaba a dolerme, pero no tenía ganas de iniciar una conversación. Lo único que quería era mirarte antes de que se apagaran las luces y tu banda empezara a tocar. Fingías no vernos (aunque tu abuela te hacía señas con un pañuelo), abstraído en la contemplación de tus dedos en las cuerdas de la guitarra. Pero obviamente me habías visto, sabías que estaba ahí y que había cumplido con mi promesa de asistir a tu acto.
   -¿Es la primera vez que venís? Me parece que te conozco -insistió mi vecino de asiento
   -No creo. Solo estuve acá para la kermés...
   -¡Claro, de la kermés! Yo era el que vendía panchos. Estuvimos charlando un rato, ¿te acordás?
   -¿Ah, sí? -le contesté, distraída.
   Y enseguida me acordé. Era el chico simpático que hablaba y esparcía mostaza por todos lados menos en el pan (mientras vos atendías el puesto del tiro al blanco). Seguía sin ganas de charlar pero tampoco era cuestión de hacerme la creída y quedar mal.
    -¡Tenés razón, ahora caigo! -le sonreí, para disimular mi impaciencia.
   De repente, miraste hacia las primeras filas, dejaste de afinar la guitarra y agitaste la mano.
   -¡Mi nieto ya me vio! -se entusiasmó tu abuela.
¡Nos habías visto! Se oyeron los primeros acordes.
    -¡Ya empiezan. Vas a ver qué buenos son -agregó.
   Me moría de ganas de escucharlos. Por suerte, el chico de los panchos ya no me volvió a hablar.
    El recital fue uno de los mejores que recuerdo; la banda de tu colegio era excelente, buenísima; los chicos tocaban y cantaban como profesionales. ¡Deberían presentarse en un programa de televisión y grabar un CD! Me gustó especialmente esa canción que grabó Rod Stewart (la bajé de internet): "They can't take that away from me". Tu guitarra eléctrica sobresalía del conjunto (¿o me pareció a mí?), aunque, por más que esforcé el oído, no pude identificar tu voz.

    Era emocionante saber que estábamos  tan cerca y que éramos capaces de cumplir las reglas; de no encontranos frente a frente, para seguir con nuestra amistad íntima y virtual con las pilas bien cargadas. De solo pensarlo se me nublaron los ojos de lágrimas (soy  un poco melodramática a veces), saqué mi pañuelo y fingí sonarme la nariz para disimular.

Secretísima VirtualWhere stories live. Discover now