Capítulo 3.

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Por fin, viernes, tenía unas ganas tremendas de que fuese viernes. Hoy volvía a casa para pasar el fin de semana con mi familia. Sólo cinco minutos para que terminara la clase y me podría marchar.

Mi teléfono vibra sobre la mesa y lo miro sin siquiera tocar el teléfono. Sé quien me escribe y la razón.

"¿Nos vemos esta tarde?"

Cojo el teléfono y respondo el mensaje de Nathan.

"¿Tu coche o el mío?"

"El mío". Me responde al momento y ahí termina nuestra conversación.

El profesor da por terminada la clase y recojo mis cosas para ir con rapidez a la residencia a despedirme de Ecco, todo lo que necesito ya lo tengo en el maletero de mi coche.

-¡Ecco me voy! -le digo entrando por la puerta de nuestra habitación y la encuentro sobre su cama con el portátil sobre sus piernas. Ella aparta el portátil y se levanta de la cama para darme un breve abrazo.

-Ve con cuidado princesa, avísame cuando llegues y haz algo con lo que me sienta orgullosa- Me mira a sabiendas de que a esta hora ya habré recibido el mensaje de Nathan.- Dejar de verte con ese imbécil sería una buena opción...- Me guiña el ojo.

-Lo haré.- Le confirmo más segura de lo que realmente me siento e incluso ella se sorprende.

-¿De verdad?- intenta encontrar algún signo en mi rostro que le ayuda a saber si le estoy mintiendo, pero no lo encuentra y yo solo afirmo con la cabeza.- En ese caso vete ya, cuanto antes mejor y si necesitas algo ya sabes que me puedes llamar a cualquier hora.

Sin mediar ninguna palabra más salgo del dormitorio y me subo a mi coche, doy un gran suspiro para darme ánimos y arranco el coche.

-Vámonos Willy.- le digo a mi preciado coche y así empiezo una larga hora hasta llegar a mi casa.


Una hora y diez minutos más tarde.


Termino de aparcar y nada más salir del coche dos grandes bolas blancas de pelo me rodean, saltan y ladran para llamar mi atención y que les diga algo y ya de paso para avisar a todo el pueblo de que ya estoy en casa.

-Hola cosas preciosas de mamá.- Les saludo cambiando de voz a una más aguda y me arrodillo para acariciándolos.- ¿Me habéis echado de menos, eh?

-Sigue diciéndote eso...- Me dice con tono de burla mi hermana pequeña, Roxanne desde la puerta.

-Sabes que me quieren más que a nadie.- Le sonrío y me acerco para abrazarla.- Mmmm mi chiquitina

-Mis chiquitinas.- dice nuestro hermano mayor, Edward rodeándonos con los brazos a ambas.

-¿Es un abrazo de hermanos o se pueden sumar también los padres? -pregunta nuestra madre acercándose a nosotros y añadiéndose al abrazo junto a papá. La acción nos hace reír a todos y los perros ladran por los nervios de vernos a todos juntos.

-¿Cómo te ha ido la semana hija?¿Y el camino?¿Mucho tráfico? -Me pregunta mi padre tocándome el pelo.

-Todo muy bien papá, lo mismo de siempre.- Le sonrío y el me ayuda a bajar una pequeña maleta con la ropa que he traído.

Luego de comer me cambio de ropa a un chándal y ato a los perros, son perros grandes y no cabe decir que necesitan caminar mucho y correr. Y gracias a mi cargo de conciencia los saco a correr.

-¡Bartok, Brahms, vamos chicos! -les digo nada más salir por la puerta y los perros empiezan a tirar de la correa para ir más deprisa.

Mientras corro, empiezo a pensar en un discurso para decirle a Nathan esta tarde cuando quedemos:

"Ya llevamos un año y medio viéndonos y me parece bien que no quieras avanzar más en esta relación, pero no me quiero quedar estancada en este punto y creo que es mejor que lo dejemos y cada uno avance por su cuenta. Ha sido divertido..."

Me quedo pensando en esas palabras y no me desagradan, suenan seguras y maduras, o eso me parece a mi...




Una más es uno menos, o eso dicen.

Y también dicen que los principios son los que más cuestan, espero que les guste :)

Un Hércules para ellaWhere stories live. Discover now