Por fin, viernes, tenía unas ganas tremendas de que fuese viernes. Hoy volvía a casa para pasar el fin de semana con mi familia. Sólo cinco minutos para que terminara la clase y me podría marchar.
Mi teléfono vibra sobre la mesa y lo miro sin siquiera tocar el teléfono. Sé quien me escribe y la razón.
"¿Nos vemos esta tarde?"
Cojo el teléfono y respondo el mensaje de Nathan.
"¿Tu coche o el mío?"
"El mío". Me responde al momento y ahí termina nuestra conversación.
El profesor da por terminada la clase y recojo mis cosas para ir con rapidez a la residencia a despedirme de Ecco, todo lo que necesito ya lo tengo en el maletero de mi coche.
-¡Ecco me voy! -le digo entrando por la puerta de nuestra habitación y la encuentro sobre su cama con el portátil sobre sus piernas. Ella aparta el portátil y se levanta de la cama para darme un breve abrazo.
-Ve con cuidado princesa, avísame cuando llegues y haz algo con lo que me sienta orgullosa- Me mira a sabiendas de que a esta hora ya habré recibido el mensaje de Nathan.- Dejar de verte con ese imbécil sería una buena opción...- Me guiña el ojo.
-Lo haré.- Le confirmo más segura de lo que realmente me siento e incluso ella se sorprende.
-¿De verdad?- intenta encontrar algún signo en mi rostro que le ayuda a saber si le estoy mintiendo, pero no lo encuentra y yo solo afirmo con la cabeza.- En ese caso vete ya, cuanto antes mejor y si necesitas algo ya sabes que me puedes llamar a cualquier hora.
Sin mediar ninguna palabra más salgo del dormitorio y me subo a mi coche, doy un gran suspiro para darme ánimos y arranco el coche.
-Vámonos Willy.- le digo a mi preciado coche y así empiezo una larga hora hasta llegar a mi casa.
Una hora y diez minutos más tarde.
Termino de aparcar y nada más salir del coche dos grandes bolas blancas de pelo me rodean, saltan y ladran para llamar mi atención y que les diga algo y ya de paso para avisar a todo el pueblo de que ya estoy en casa.
-Hola cosas preciosas de mamá.- Les saludo cambiando de voz a una más aguda y me arrodillo para acariciándolos.- ¿Me habéis echado de menos, eh?
-Sigue diciéndote eso...- Me dice con tono de burla mi hermana pequeña, Roxanne desde la puerta.
-Sabes que me quieren más que a nadie.- Le sonrío y me acerco para abrazarla.- Mmmm mi chiquitina
-Mis chiquitinas.- dice nuestro hermano mayor, Edward rodeándonos con los brazos a ambas.
-¿Es un abrazo de hermanos o se pueden sumar también los padres? -pregunta nuestra madre acercándose a nosotros y añadiéndose al abrazo junto a papá. La acción nos hace reír a todos y los perros ladran por los nervios de vernos a todos juntos.
-¿Cómo te ha ido la semana hija?¿Y el camino?¿Mucho tráfico? -Me pregunta mi padre tocándome el pelo.
-Todo muy bien papá, lo mismo de siempre.- Le sonrío y el me ayuda a bajar una pequeña maleta con la ropa que he traído.
Luego de comer me cambio de ropa a un chándal y ato a los perros, son perros grandes y no cabe decir que necesitan caminar mucho y correr. Y gracias a mi cargo de conciencia los saco a correr.
-¡Bartok, Brahms, vamos chicos! -les digo nada más salir por la puerta y los perros empiezan a tirar de la correa para ir más deprisa.
Mientras corro, empiezo a pensar en un discurso para decirle a Nathan esta tarde cuando quedemos:
"Ya llevamos un año y medio viéndonos y me parece bien que no quieras avanzar más en esta relación, pero no me quiero quedar estancada en este punto y creo que es mejor que lo dejemos y cada uno avance por su cuenta. Ha sido divertido..."
Me quedo pensando en esas palabras y no me desagradan, suenan seguras y maduras, o eso me parece a mi...
Una más es uno menos, o eso dicen.
Y también dicen que los principios son los que más cuestan, espero que les guste :)
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Un Hércules para ella
Teen FictionMegara Deacon tiene muy claro cual es su presente y futuro, estudiar para ser médico, pero lo que no sabe es todo lo que le depara el destino. Lo que si que tiene claro es que Nathan Lawler no debe de estar en su futuro y ha de cortarlo de raíz. Sin...