capítulo 9.

38 4 0
                                    

Megara POV.


Seguimos bailando toda la noche y en algún momento Ecco aparece para bailar conmigo seguida de un chico al que no había visto nunca.

-¿Quién es?- le pregunto a mi amiga señalando con la mirada al chico que trae.

-Matt, 21 años, ingeniería mecánica, y esta bueno –dice orgullosa y choca los cinco conmigo.- ¿Shepard? –Me pregunta mirando la mano de éste que sujeta mi cintura mientras bailamos.

-¡Si! –le respondo con una amplia sonrisa, me lo estaba pasando como nunca. Axel me hace dar la vuelta para quedarme frente a él y mientras bailamos acerca su rostro al mío para darme un beso, pero me aparto en el último momento, no queriendo hacer este tipo de cosas en público.

Al ver que frunce el ceño, le beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios y le susurro. –No me gusta tener público –digo con una pequeña sonrisa a lo que él me responde con que tiene el coche fuera. Me giro hacia Ecco y le doy las llaves del coche, por si acaso no vuelvo...

Luego Axel toma mi mano y me conduce hacia el exterior, el frío me golpea y me cubro con la chaqueta vaquera que llevaba. Me lleva entre los coches y me empujo contra uno negro para chocar sus labios con los míos, un solo contacto para abrir el coche y dejarme sentar en la parte del copiloto.

El calor sale a toda potencia de la calefacción del coche cuando Axel se desliza en el asiento del conductor, hace rugir el motor a la vida y sale del estacionamiento. Parece estar tan desesperado por salir de aquí como lo estoy yo.


Axel POV.


Salimos a la carretera y empiezo a conducir hacia la residencia, no sabía a ciencia cierta si ella se alojaba allí, pero yo si y mi prioridad era encontrar una cama.

-Para el coche- dice Megara.

Yo frunzo el ceño. Vamos conduciendo por un tramo oscuro de la carretera y, aunque no hay otros vehículos a la vista, no me gusta la idea de parar en medio de la nada.

-¿Por qué? Falta poco para llegar a la residencia. –inquiero.

-Porqué quiero darte un beso y no puedo hacerlo cuando estás mirando la carretera.

Una sonrisa involuntaria aparece en mis labios. Nunca nadie me había pedido que parara el coche para poder darme un beso y, aunque estoy con ganas de llegar al destino y un poco bebido, la idea de volver a besar a Megara ahora mismo suena como un buen plan.

Sin decir nada más, me salgo del arcén, pongo el freno de manos y las luces de emergencia.

Ella se acerca a mi y me coge de la barbilla. Sus delicados dedos acarician mi barba del día, y se inclina para besarme. Solo es un toque fugaz con sus labios, después se retira y vuelve a besarme con ansias, la chica sabe como besar, de eso no me cabe duda, pero no he olvidado dónde estamos en este momento.

Muy a mi pesar, rompo el beso..., justo cuando su mano va hacia mi entrepierna.

-¿Qué haces? –suelto un graznido que se convierte en un gemido cuando frota sobre mi pantalón.

-¿Qué te parece?- responde y yo le sujeto la mano para detener sus movimientos.

-No sé si eres consciente de ello, pero estamos sentados en el coche en la carretera.- le digo a su mirada confusa.

-¿En serio? Yo creía que estábamos en un avión camino a una isla paradisíaca.- responde con sarcasmo.

Ahogo una risa, pero cambia a un jadeo cuando la seductora que tengo al lado me acaricia la entrepierna de nuevo. Necesitando saber si ella está tan cachonda como me está poniéndome a mi, no puedo evitar que mi mano vaya a su rodilla. Acaricio la suavísima piel de su muslo antes de meter la mano bajo de su falda.

Toco sus bragas con toda la mano y gimo cuando siento la tela húmeda contra mis dedos. Está empapada. Totalmente empapada.

No sé cómo, pero consigo sacar mi mano de ahí.

-No podemos hacer esto. –le digo.

-¿Por qué no?- veo un destello pícaro en sus ojos y no me sorprende, porque estoy descubriendo poco a poco que Megara es la hostia de atrevida.

-Cualquiera puede pasar por aquí –hago una pausa-. Incluyendo un coche patrulla de la policía.

-Entonces será mejor que nos demos prisa.- dice ella mordiéndose el labio sin ningún tipo de vergüenza. Antes de que pueda abrir la boca para responder a su comentario, me baja la cremallera de los pantalones y mete su mano dentro de mis calzoncillos. Mis ojos rápidamente viran hacia arriba.

-Vete al asiento de atrás.- medio grito.

Sus ojos se abren y después se llenan de alegría.

-¿De verdad?

-Joder, si vamos a hacer esto, será mejor que lo hagamos bien –respondo con un suspiro-. Todo o nada.

Me provoca una carcajada ver lo rápido que se cuela en el asiento trasero. Riéndome por lo bajo, abro la guantera y cojo una tira de condones que tengo guardados ahí y me uno a ella en la parte de atrás.

Megara me sonríe. Después tira de mi cabeza y me besa, y de repente que estemos en mi coche, en la carretera y en peligro de que alguien nos vea, todo eso desaparece de mi mente. Le quito la falda de un tirón hacia sus piernas y hago que ella se quite el top. Tiro de mis pantalones para bajarlos y ni siquiera le quito las bragas, aparto la tela, me pongo con rapidez un condón con una mano y me adentro en ella.

Gime cuando entro en ella. No estaba de coña sobre lo mojada que está. Me deslizo en ella con suma facilidad una y otra vez.

Me muevo con ganas de ir despacio y hacer que dure, pero soy demasiado consciente de donde estamos aunque no quiera. Un policía podría ver el coche y pensar que necesitamos asistencia, y si deciden acercarse a nosotros, lo que verán será mi culo desnudo mientras mis caderas bombean y los brazos de Megara agarran mi espalda. Además, en esta posición, es difícil moverse. Todo lo que puedo hacer son golpes rápidos y poco profundos, pero a ella no parece importarle. Ella suelta ruidos en voz baja mientras me muevo dentro de ella: suspiros entrecortados y gemidos temblorosos, y cuando alcanzo un lugar concreto dentro de ella, gime a tal volumen que tengo que apretar los dientes para no correrme. Puedo sentir el orgasmo viniendo a toda velocidad hacia mi, pero quiero que ella también se corra. Quiero escucharla gritar y que me vacíe hasta la última gota mientras ella aprieta mi miembro.

Meto una mano entre nuestros cuerpos y pongo mi pulgar sobre su clítoris, frotando suavemente.

-Dámelo –le susurro al oído- Déjame ver como te corres.

Sus ojos se cierran con fuerza y sube sus caderas para encontrar mi apresurado bombeo. Ella grita de placer y tengo un orgasmo tan salvaje que mi vista se nubla. 

Un Hércules para ellaWhere stories live. Discover now