Capitulo 4/ El paseo

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Yo sabía que este día iba a ser un día largo. Todo el camino hasta llegar al centro de la ciudad me quedé mirando por la ventana, pensando en lo primero que se me viniera a la mente. Cuando menos me lo esperé, todos se bajaron repentinamente del coche interrumpiendo mis pensamientos, pero a menos de que no me quisiera quedar en el coche, era obvio que me tenía que bajar. Abrí la puerta por mi cuenta, antes de que Johan pudiese abrirla.

-¿No te esperas a que el caballero te abra la puerta?- preguntó Johan mientras me bajaba del coche.

-¿Cuál caballero?- respondí con la cabeza en alto y me dirigí hacia mi tía con una leve sonrisa en mi cara.

Caminamos un rato por las plazas de Varsovia, admirando el panorama, fingiendo que no estábamos en plena guerra. Solo las personas como mi tía se atreven a andar pavoneándose por ahí, haciendo como si nada pasara, y eso a mí me avergonzaba un poco ya que mientras tú caminabas con tu vestido de seda, tus zapatos caros con tus joyas, había gente pidiendo por un simple pedazo de pan o algo de comer. Esto me parecía una actitud de apatía, pero si contradecía a mi tía, me encerraba en mi cuarto durante un día entero y eso si bien me iba.

Ya llevábamos unos minutos atravesando una de las plazas, y yo iba admirando cada detalle de ésta, desde el gran monumento histórico hasta las simples palomas que volaban de un lado a otro.

-Hermoso ¿no lo crees? Un simple lugar que ves todos los días parece hermoso hoy en día.- Johan apareció de la nada.

-¡Ah! Mira, sabes apreciar las cosas.- dije con un tono burlón. Lo que más me daba rabia de toda esta situación, no era que nos vieran con la vestimenta cara, sino que nos vieran con los hombres que les han echo la vida imposible a los ciudadanos, los nazis. Eso sí era repugnante, era como si de pronto nos hiciéramos amigos del enemigo mundial fingiendo que todo estaba bien, eso sí me molestaba, pero nuevamente, mi tía me impedía decir lo contrario.

-Claro que sé, ¿quien crees que soy para no apreciar las cosas?- dijo Johan de nuevo.

-Un nazi.- fue una respuesta simple pero directa, haciendo que Johan se parara en seco por un segundo luego de volver a alcanzar mi paso.

-¿Es eso lo que te molesta, huh? ¿Que te vean con nosotros después de que todos sepan que nosotros somos los culpables? ¿Es eso?- pude sentir su hipócrita sonrisa. Yo no dije nada, solamente asentí con un poco de culpa.

-Claro que es eso, ¿cómo no va a serlo?- reproché.

-¡Llegamos!- dijo con emoción el hombre que iba con mi tía.- el museo que recientemente abrimos.- prosiguió. Era un museo que mostraba todos los logros nazis junto con su historia, para que los polacos aprendiesen a valorarla, lo cual me parecía imposible que hicieran, pero bueno, cada loco con su tema.

-Ahora tu aprenderás a apreciar las cosas como se deben.- dijo Johan, pero esta vez ni se molestó en abrirme la puerta, solamente se pasó de largo dejándome detrás. Cuando entré lo primero que vi fue una foto de Hitler al lado de la bandera esvástica. Todos los guardias eran nazis, claro. Te pedían identificación antes de entrar para verificar que no fueras judío, pero como la vida era injusta, si te veían entrar con uno de ellos, eras como el invitado de honor.

Habían largos pasillos y enormes salas llenas de fotografías de Hitler y de los nazis. Habían mapas gigantescos que marcaban las zonas ocupadas por ellos y las que planeaban conquistar. Todos aquellos que entraban era gente rica de Polonia, a la que le convenía estar de su lado, entonces, mostraban interés y entusiasmo ante las obras.

-Esto niña, si es arte.- dijo nuevamente Johan sin dejar de mirar las paredes de aquel museo. Yo solo rodee los ojos. Además de todo el historial alemán dentro de la guerra, había una sala llena de obras confiscadas por los nazis. Iban desde las obras más simples y baratas hasta los picassos más caros.

En Busca de la EsperanzaWhere stories live. Discover now