Capítulo 18/ El último intento

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Me quedé viendo un rato a través de la reja, pensando en nada, solamente mirando. Recargué mi cabeza en la reja y cerré mis ojos. Mis lagrimas escurrían sin parar, cayendo al pavimento. Después de unos momentos de lamento, quise huir lo más lejos posible de ese lugar.

Regresé a mi casa de prisa. Empezaba a hacer más frío por lo que tuve que envolver mis brazos en mis costados. Mi pelo volaba al son del viento y mi piel se enfriaba cada vez más. Cuando llegué a mi casa, me costo cerrar la puerta ya que el aire me lo impidió. Después del azote que dio, mi tía pregunto por el motivo de mi tristeza.

-Estoy cansada.- respondí con sequedad y subí a mi habitación.

Me acosté en la cama pensativa. Triste y decepcionada. Primero Johan no quiere ni verme, y después busco consuelo en alguien que también busca algo más que ser amigos. Y para varear, me doy cuanta de las mentiras de mi Tía. No tenía ganas de nada, quería regresar a Dęblin y olvidarme de todo nuevamente, pero no era posible.

Al día siguiente me levanté sin ganas. Mi tía empezó a darme sus sermones pero no puse atención. Desayune un poco de pan dulce y salí a intentar nuevamente que Johan me perdonara. No tenía grandes esperanzas pero no me quedaba de otra. Una parte de mí decía que dejara de intentar pero la otra me alentaba fuertemente.

Fui al edificio presidencial en busca de Johan. Un gran silencio inundaba el establecimiento, solo se escuchaban mis rápidos pasos sobre el mármol. Pregunté por él pero no había rastro desde hacía horas. Me dijeron que fue a terminar unos asuntos en Terezín, lo que significaba que se encontraba en el gueto.

Respiré hondo y me dirigí hacia el gueto. Odiaba ese lugar, cada vez estaba peor. Las condiciones eran extremas, por lo que se respiraba el miedo y el dolor en el aire. Además, me recordaba de una manera u otra, las horrorizares personas que eran los nazis, y eso incluía a Johan, sin embargo me gustaba omitir esa parte.

Llegué a la entrada principal y pregunté por Johan esperanzada.

-¿Himmel?- preguntó el soldado que vigilaba mientras miraba una lista que traía entre sus manos.

-Sí.- dije seria y nerviosa. No sabía lo que le iba a decir Johan. No sabía como enmendar mi error.

-Komm mit mir.- seguí al soldado pasando por algunos escombros.

Respiré hondo y empecé a sentir mariposas en el estomago. El soldado paró en seco y señaló hacia una calle. Aquí era mi parada. Me acerqué y vi a una fila de personas, como si estuviesen esperando algo. Caminé un poco más y divise a un par de soldados pidiendo documentos. Uno de ellos era Johan. No pude evitar sonreír. Me acerqué lentamente observando a las personas y a mi alrededor, las palabras vinieron a mi mente y las retuve, ya sabía lo que le iba a decir. Sin embargo, antes de que diera un paso más escuché un disparo. Mi cara cambió radicalmente, mi corazón empezó a latir rápidamente y mi respiración se paró al ver que el disparo había sido de Johan.

-¿Johan?- dije para mi misma. ¿Acaso estaba viendo bien?

Me quedé inmóvil viendo la escena. Al parecer si las personas no traían documentación, su vida se acababa, y él era el culpable de eso. Me le quedé viendo un momento, y debajo de su gorro pude sentir como volteaba su mirada hacia mi. Hicimos contacto visual un momento, hasta que lo interrumpí, yéndome de ahí lo antes posible. No volteé a ver si me seguía o no, pero lo hizo.

-Bianka.- dijo con un tono ronco y frío agarrandome del hombro bruscamente.

-¿Qué quieres?- dije enojada. -Tienes mucho trabajo que hacer.- fruncí el ceño.

-Sí, solo te quería desear suerte en lo que hagas próximamente.- Me quedé confundida. No sabía de lo que hablaba.

-¿Y ya?- arqueé una ceja y asintió. -¿Significa que me perdonarás?- Johan soltó una risa burlona.

-No dije eso, Bianka.- Su rostro se veía tranquilo con lo que estaba haciendo, pero su mirada decía lo contrario. Sus ojos reflejaban una ira monstruosa y sus pupilas dilatadas me remitían a los infiernos.

-Está bien. Para variar, deberías ser tu quien se tendría que disculpar.- Me di la vuelta sin más que decir y me alejé horrorizada con los vellos de mi cuerpo erizados.

-¡Feuer!- escuché el grito de Johan a la lejanía seguido por unos cuantos disparos más. La piel se me estremeció y los ojos se me humedecieron.

Me había tragado todas mis palabras y había dejado que se fuera esta oportunidad. Mi tía tenía razón, se había corrompido. En el fondo de mi ser, presentía algo pero no tenía muchas ganas de hacerle caso. Me juré a mi misma que esa sería la última vez que intentaba arreglar las cosas con Johan.

Regresé a mi casa aún más desganada. No se encontraba mi tía, como siempre, por lo que subí a mi habitación. Cuando entre a la casa Safir me siguió escaleras arriba. Cerré la puerta después de que entrara y me aventé a mi cama. Me quede viendo el techo con una mano recargada en mi abdomen. Los pensamientos me daban tantas vueltas a la cabeza que sentí mareo. Decidí cerrar los ojos y me quedé dormida pesadamente.

Cuando desperté era ya la tarde. Mi tía me había dejado una charola con comida en mi buró. Comi y le di las sobras a Safir. Me paré y mientras me ponía los zapatos mi tía llamó a la puerta.

-¿Puedo pasar?- dijo suavemente.

-Si tía Janina.- Se sentó a un costado mío.

-¿Es por Johan nuevamente?- preguntó y suspiré.

-Desafortunadamente, si.- Me acarició el pelo.

-Ven conmigo a tomar un café antes de que me vaya a mi tertulia. Y evita que ese chico te quite el sueño.- dijo fríamente.

Me paré rápidamente, me arreglé el pelo y salí con mi tía. Hoy era un día sereno. No había gente en las calles ni sonidos de convoyes. Sentí un poco de paz pero la situación seguía latente y eso me impedía quedarme tranquila por un largo rato.

-No has ido a esta cafetería, entremos.- mi tía entro y yo la seguí detrás subiendo los pequeños escalones que había ahí.

-¿Qué desean ordenar?- pregunto el camarero.

-Un café negro.

-Un capuchino por favor.- sonreí amablemente.

Pasamos un rato en silencio sin decir una palabra. Me sentí un poco incómoda a decir verdad, no le tenía tanta confianza como para desahogarme, preferiría a mi madre para eso. Nunca tuve la oportunidad de decirle todas las cosas que me pasaron, era demasiado pequeña para poder entablar una conversación profunda. Extrañamente eché de menos a mis padres después de muchos años. Sentí que podría necesitarlos ahora más que nunca, pero para mi fortuna, tenia a mi tía enfrente.

Cuando terminamos el café, salimos de la cafetería a que mi tía fumase un cigarrillo.

-Bien, espero que estés mejor. Ahora si no te importa me iré a mi tertulia.- dijo soplando el humo. Hoy sentí la sequedad de mi tía más que otros días, me llegaba al corazón como estacas. Necesitaba más calidez en estos momentos, no sus frías palabras.

-Si.- respondí algo molesta. Mi tía me besó la frente y emprendió su viaje, mientras que yo me fui a dar la vuelta al pueblo.

En Busca de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora