Capítulo 11 (Parte 2)

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Me quedé completamente inmóvil después de tomar esa foto, definitivamente algo había corrido hacia mí, ahora estaba a mis espaldas y podía sentir su respiración en mi hombro.

Aún cuando el sol se encontraba en su máximo esplendor, podía sentime como un niño miedoso en ese instante.

Camila volteó y su sonrisa dirigida a mí cambio en un instante al presenciar al ser que se encontraba a mi lado.

—¡Oh, Al...! —Me observó sorprendida al voltear. —No te muevas. —Susurró.

No necesitas decirlo... Pensé.

Ella ya había visto lo que se encontraba detrás mío, y no parecía asustarla. Era todo lo contrario, estaba maravillada.

Mi miedo se esfumó y la curiosidad me llamó. Gire un poco mi cabeza y pude ver una nariz, como la de un perro pero más grande. Me estaba olfateando. Cuando logré mirar sus ojos, agradecí mucho mentalmente que no me haya encontrado con algo más peligroso que éso.

Era un venado que al verme fijamente retrocedió y huyó.

—¡Eso fue asombroso!—Exclamó mientras caminaba hacia mí sonriendo. —Pensé que no sé acercaban tanto a las personas.

—Yo también lo creía... —Dije extrañado, pero mostrando una sonrisa hacia Camila.

—¡Que genial!

—Volvamos, ya se hace tarde. —Dije tomando su mano, de otra manera se quedaría todo el día buscando a ese animal, pobre de él.


























El venado corrió entre el frondoso bosque y se transformó en un águila al estar a cierta distancia de los dos jóvenes, todo con tal de que no lo vieran.

El ave les estuvo vigilando desde los cielos hasta que llegaron a la vieja casa de la abuela, y al ver que ya se encontraban seguros, cambió su rumbo y volvió planeando y agitando sus alas hacia en donde los había encontrado por primera vez.

En esta ocasión se transformó en un roedor y cruzando los enormes arbustos de flores blancas, entró en una apertura del gran árbol hueco que se encontraba escondido a unos pocos metros atrás de las pequeñas flores. En unos instantes ya se encontraba del otro lado y el paisaje había cambiado. La vegetación era mucho más grande y estaba repleta de colores llamativos completamente extraños para las plantas.

Los animales e insectos le cedían el paso a este pequeño ratón, el cual se dirigía a un enorme castillo de material desconocido y que parecía ser tan fuerte y majestuoso como el diamante, pero con un singular color negro y plateado.

Al realizar todo un laberíntico recorrido por la gran construcción, se detuvo por fin en una habitación que era vigilada por un hombre de gran altura y vestimenta plateada, piel bronceada, cabello blanco como la nueve y unos ojos tan oscuros como la noche, dándole un aspecto aterrador por su potente mirada.

Este bajó su cabeza observando por unos instantes al roedor para después abrirle la puerta y hacer una reverencia sin decir palabra alguna.

Más tarde, un joven de cabello rubio, ojos verdes alrededor de la pupila y azules a los extremos, de rasgos finos con pestañas espesas, vestido con un toque de elegancia y formalidad; salía de aquella habitación en donde había entrado el roedor, y caminaba por los pasillos hasta llegar a una enorme puerta, la cual se encontraba custodiada por otros dos hombres de gran altura que llevaban en mismo uniforme plateado y la misma escalofriante apariencia que el anterior vigilante.

Los tres e incluyendo la mayoría de sirvientes y guardias que estaban por todo el castillo, poseían los mismos rasgos faciales, mismas cualidades y misma fuerza, pues habían sido creados por Iker, el hermano mayor del joven rubio. Aunque apenas eran prototipos, poseían una gran resistencia y fuerza, aprendían observando, se les daban órdenes en concreto, pero no podían hablan.

La chica del bosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora