La segunda guerra mundial se encuentra en exstasis lo que conllevaba a la siguiente cuestion; ¿Está permitido amar cuando la guerra está acabando con todo a su paso? Llevándose consigo la esperanza y la fe. No hay opción, no puedes ser capaz de elegir porque el amor no distingue raza, sexo ni religión. Es un desgraciado que no diferencia al enemigo; no es capaz de separar lo bueno de lo malo.
Se burla del amor propio y la cordura cuando el sentimiento se instala en uno, recorriendo las venas y viajando a través de la sangre para embriagar con esa adicción química mortífera de la que es culpable, llevándose lejos cualquier índice de raciocinio.
No, el amor no distingue de edad, pecadores ni enemigos. Y una vez que estás enamorado es imposible no dejarte llevar por el sentimiento.
Irina fue culpable de sucumbir ante ello en medio de una guerra, dejarse cegar por la adicción nebulosa que la arrastró a amar con la misma intensidad con la que las estrellas brillan cada noche a alguien a quien debía odiar.
El amor es una guerra infernal y sobrevivir es una victoria
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