서른 셋

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Un par de años después nuestra relación se había fortalecido y nos encontrábamos en un punto perfecto de coexistencia, habíamos madurado lo suficiente como para superar los obstáculos que podíamos encontrar; estábamos felices y rodeados de amigos que apreciábamos demasiado, se sentía como una familia y eso me gustaba demasiado.

Habíamos llegado al punto en el que podíamos prometernos millones de cosas y ser capaces de creer que todo iría bien, éramos fuertes y jóvenes, era el mundo contra nosotros y aun así no perdíamos la esperanza de que todo tarde o temprano se solucionaría y seguiríamos adelante juntos, porque era lo único que necesitábamos, la compañía del otro era vital para nosotros.

Un día sin más decidimos hacer una promesa, un voto de amor sincero en el cual nos prometíamos estar siempre juntos, amándonos hasta el fin de nuestra existencia y si es posible todas las vidas posteriores, porque creíamos fielmente en que nos pertenecíamos, estábamos destinados a terminar juntos desde aquel día en que nos conocimos.

No sabía si éramos unos completos ilusos o simplemente un par de idiotas enamorados y ciegos, pero nosotros creíamos tanto en que nuestro amor era tan puro y desinteresado que sellamos aquella promesa con un par de anillos, esos preciosos anillos de oro que adornaban nuestro dedo anular como símbolo de nuestro amor y todo aquello que prometía eso, confiando ciegamente en que estaríamos siempre juntos.

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