《 tres 》

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—¿Qué escondes, Lalisa? —preguntó Jisoo. Su expresión seria, Lisa percibía molestia y enojo, y tan sólo parpadeó ante su repentina pregunta luego de que le llevase al patio del colegio en medio de clases.

—¿Crees que escondo algo? —Respondió, su nerviosismo saliendo a flote.

—¡Por supuesto! —espetó, como si fuese lo más obvio del mundo—. El día de tu cumpleaños no quisiste salir con nosotras porque tenías que salir con ''alguien'' —hizo el ademán de comillas con sus dedos—. Y adivina qué, el fin de semana pasado recibí una llamada de tu madre preguntándome por ti, pero ¡trata de adivinar qué otra vez! Tu no estabas en mi casa, ni estuviste cerca de estarlo porque nos has estado evadiendo a mi y a Nayeon todo este tiempo. ¿Qué rayos nos estás ocultando?

Lisa estaba estupefacta. Lo único que había sentido de las palabras de Jisoo era el golpe de su respiración contra su rostro, después de eso, solamente era consciente de el estruendoso ruido de sus palabras, y de las consecuencias que estaban por venir pese a que Jisoo estaba por descubrirle. Debía actuar antes de que eso sucediese, sin embargo, Lisa no era lo suficientemente astuta. A veces deseaba ser como su novia, capaz de mentir con tal serenidad y normalidad que cualquiera le creería, mas ella no quería seguir mintiendo.

—Estoy saliendo con alguien —confesó. Sus cachetes ruborizados, su cabeza gacha. 

Los ojos de Jisoo se abrieron de una muy exagerada forma, al igual que su boca.

—¿Por qué no nos dijiste? 

Lisa volvió a morder su labio.

—P-Porque... Estoy saliendo con una chica... mayor. 

Jisoo se sorprendió aún más. No por el hecho de que su novia fuese una chica, ni mucho menos porque esta fuese mayor quién sabe por cuántos años de diferencia; sino porque Lisa le había ocultado un hecho muy grande de ella. Uno que bien pudo haber aprovechado de haberlo sabido. Su corazón, de alguna manera, se sentía roto, una pequeña fisura en él, pero Lisa jamás se daría cuenta de esta.

—Tú... ¿Eres gay? 

—Sí... siento no habértelo dicho nunca, no quería que tú y Nayeon se sintieran incómodas.

La pelinegra negó, una sonrisa reflejada en ligera tristeza se trazó en sus labios.

—También me gustan las chicas —declaró—, Nayeon lo sabe, a ella le gustan los hombres, pero no se siente incómoda. De igual manera, Lisa, somos tus amigas, jamás te juzgaríamos.

Lisa se sintió muy bien, de una forma increíble, ante las palabras dichas por la mayor, sin embargo, pensó en que éstas eran inciertas, presentía, de alguna forma, que luego sería juzgada por sus propias amigas. 

Esa tarde, tiempo antes de que acabasen las lecciones, le escribió a su novia que no iría a su casa. Presionó con fuerza la pantalla en la opción de borrar texto para reescribir que debía cuidar a sus hermanos, y no que saldría con sus amigas, como bien escribió en un principio. Sus amigas cuestionaron su mentira, e incluso ella misma lo hizo, mas no encontró respuesta, tan sólo sintió que así sería mejor.

Acompañó a sus dos amigas a hacer compras en el centro, y después fueron por un café frío para cada una. Lisa la pasó realmente bien con ellas, sintió cierta nostalgia porque hacía mucho que no tenía una salida así con sus mejores amigas después de clases, puesto que desde que empezó su relación con Rosé y ésta comenzó a ser más posesiva con ella, todos los días visitaba su apartamento, la mayor adulaba que necesitaban verse todos los días para que su amor no se desvaneciera, y Lisa estaba de acuerdo con ello, pero a veces, extrañaba a sus amigas.

Una vez en su casa, revisó su bandeja de entrada; su corazón dio un vuelco cuando leyó los de su novia.

¿Dónde estás? 

Seguido de muchos más. Lisa entendió que su novia estaba preocupada, y quizás enojada. Probablemente más de la segunda. Por miedo a lo que esta fuese a decirle, no respondió, y decidió esperar hasta verle al día siguiente. 

Y esta fue la peor decisión que había tomado. Si bien, Rosé le dejó entrar una vez estuvo frente a su puerta, pero su expresión le aterraba, y su mirada le perforaba el alma, y sentía que todo su cuerpo ardía. Ambas tomaron asiento en el sofá, frente al televisor que estuvo encendido desde antes de que la rubia llegase. Era una película de comedia la que veían, o bueno, tan sólo Lisa a medias. Su mirada se desviaba con reiteración hacia la mayor, que presionaba sus dedos con rapidez sobre la pantalla de su celular, y su aspecto no era el mejor. Ella sabía de su mentira. Le había descubierto al verle en el centro, cerca de su trabajo, y estaba tratando de mantener su cordura intacta.

Lisa decidió distraerse de todos los malos pensamientos que en su cabeza surgían y enfocarse en la película, pero enseguida, Rosé le hizo dar un brinco por el repentino eco de su voz resonando en todo el piso.

—¿Dónde estuviste ayer, bebé? 

Lisa no despegó su mirada del televisor.

—En casa... Te dije que estaría cuidando a mis hermanos. —Respondió, muy satisfecha con su tono de voz, pero se preguntaba porqué seguía mintiendo. Porqué tenía ese mal presentimiento arder en su pecho. Porqué estaba tan temerosa.

—Tus hermanos deben ser muy lindos —la mayor susurró, su mirada destellante de furia. Lisa tragó duro y al fin le miró, sonriendo en el acto.

—Así es, lo son. 

Rosé liberó un áspero suspiro como última instancia para no alterarse, aunque ya era más que un hecho que había fallado en el intento.

—No sé qué es lo que me irrita más, el hecho de que me mentiste, o que lo sigues haciendo a pesar de que sabes que sé la verdad —masculló con un claro enfurecimiento.

—E-Eonni, yo... 

—¡Cállate! —Espetó la pelinegra, su mano estrellándose contra la mejilla de la menor, marcándole de un tono rojo—. ¿Dónde quedó la confianza, bebé, mh? ¿Por qué me mientes? ¡Te mencioné mil veces que odio las mentiras! —Lisa había comenzado a sollozar. Aún no movía la cabeza de donde la había direccionado Rosé al cachetearle, pero esta misma le tomó del mentón haciéndole verle. Sus ojos sombríos—. ¿Ves lo que está mal, bebé? Son ellas, tus amigas lo están... Ellas te hacen portarte de esta manera, ellas nos hacen mal a nosotras, ¿no lo ves? —Su voz volviéndose repentinamente tranquila y ''preocupada''. Hizo una pausa, mas enseguida volvió a alzar la voz—. ¡¿Acaso no te das cuenta?! 

La quijada de Lisa tiritaba, su entrecejo arrugado, y un miedo inmenso recorriéndole al ver cómo su novia utilizaba un tono tranquilo y adormecedor, pero tan sólo segundos después le gritaba de nuevo. Rosé le besó luego de gritarle, sus labios envolviéndole de una extraña manera. Lisa no sintió las mariposas revoloteando en su barriga, ni mucho menos sintió ganas de corresponder; estaba muy aterrorizada por el comportamiento de su novia. Y esta, se apartó y le vio con una sonrisa dulce, no obstante, Lisa advirtió el odio en sus retinas.

—Descuida, bebé. Sé cómo solucionarlo —su sonrisa se ensanchó—. Nos desharemos de ellas. Y de esa forma, no harán que mientas, y esto no volverá a suceder. Tan sólo espera, todo estará bien pronto. 

Cada palabra dicha por la neurótica mujer, aturdió en sobremanera a Lisa, quien se debatía entre lo bueno, lo correcto y lo indebido. Pero era esa sonrisa en Rosé la que le hacía volver a la tranquilidad, a sentir que todo estaría bien, como ella decía, y a perder el miedo. A raíz de la curvatura en sus labios, Lisa asintió sin mucha fuerza, y se entregó a los brazos de la mayor en cuanto esta se ofreció. Rosé acarició sus cabellos, y susurraba similitudes a lo que anteriormente mencionó. 

Y la pequeña Lisa, perdiéndose en el ensueño, junto a sus palabras. Creyendo en que, tal y como su novia dijo, aquello era lo mejor para ambas. Porque ella le amaba, y era lo que quería. 

Sins. (ChaeLisa)Where stories live. Discover now