《 nueve 》

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Lisa posaba sus codos sobre el mostrador de de pasteles en la cafetería de la señora Joonwa, amiga cercana cercana de su madre.

El primer semestre de la temporada escolar había finalizado hacía menos de una semana, y los días en la ciudad se había vuelto un total bochorno, como si estuviesen situados en un horno a su máxima potencia. La mamá de Lisa le había pedido ayudarle económicamente trabajando en la pastelería de su buena amiga, la cual no había tenido mucha clientela esos días y Lisa se llevó una gran decepción por lo aburrido que era.

La mujer le regañaba a cada instante por recostarse en el vidrio del mostrador mientras miraba fijamente la puerta de entrada a esperas de que alguien entrase. La señora Joonwa le había enseñado a hacer tarta de fresa y la mejor de todas las creaciones perdidas había sido colocada en el mostrador, por lo que estaba ansiosa de ofrecer el postre al primero que se asomara, pero, para su pesar, nadie lo hacía.

—Lisa, corazón, no te recuestes al vidrio —volvió a hablarle la señora, con voz malgastada pese a su edad.

—Abuela Joon, nadie viene, ¡y mi tarta se va a pudrir! —exclamó la rubiecilla con sus labios abultados, mostrando la apariencia de una niña malcriada y caprichosa.

—Siempre podrás hacer otra, cariño —contestó la mayor en medio de una risa divertida—. ¿Por qué no te sientas junto al ventilador? El día está muy acalorado hoy, anda, ve.

Lisa obedeció con una expresión rendida. Al tomar asiento sintió el aire helado abanicarle el rostro y empujar sus hebras rubias hacía atrás, y esbozó una sonrisa al sentirse un poco mejor. Y sin saber cuánto tiempo se mantuvo de esa forma, una risa divertida y calmada llamó su atención y le hizo salir de su trance; una que conocía a la perfección y que hizo su corazón dar golpes con fuerza en su caja torácica.

—Ding dong, ¿no hay nadie que pueda atenderme? —se dirigió la dueña de aquella risa luego de que se quedase fijamente viéndole sin moverse, pero en seguida, después de eso, se puso de pie y regresó al mostrador, con sus emociones vueltas un lío y delatándose por el brillante rubor en su rostro.

—B-bienvenida a Sweet P-Pink, ¿qué le puedo servir? —Balbuceó con su mirada baja, avergonzada a más no poder, sin que las risas de total diversión de su novia Rosé, que de sorpresa había llegado a visitarle, fuesen de mucha ayuda.

La mayor se inclinó sobre el mostrador, ayudándose de sus tacones por hacerle ser más alta y así alcanzar la oreja de su pequeña y susurrarle con total malicia.

Quiero dos Lisa para llevar, por favor, y si es tan amable.

Lisa en seguida cubrió su rostro con sus manos y exclamó en reproche el nombre de su novia, dando la cara una vez se sintió menos exaltada y avergonzada. Su mirada viajó varias direcciones en busca de su jefa, con miedo de que hubieran sido vistas, porque aquello habría sido muy comprometedor en tal caso.

Rosé pudo percatarse de su acción y sonrió—. No está, iba de salida cuando me bajé del auto.

Lisa le miró con sus grandes ojos y liberó un suspiro de alivio, ocasionando una risa más de parte de la mayor.

—¿Qué te ha traído por aquí, eonni? —inquirió con más confianza—. ¿Vas a ordenar algo? ¡Hoy hice una pastel, y está a la venta! —exclamó, viéndose muy emocionada de pronto.

Sins. (ChaeLisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora