《 dieciocho 》

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Jennie había dejado de moverse, de intentar articular auxilios,  zafarse y huir, cuando se percibió de su presencia. Permaneció quieta, y le vio tan estática como si tal tuviese dentro un espasmo de algún fantasma. Sus ojos brillaban, y con permanencia le veían, Lisa sabía que estaban rogando por que le ayudara, sin embargo, sus piernas no se movían, y ni siquiera existía alguna orden de su cerebro para hacerlo. Tan sólo, y al igual que la otra, le miró, tratando de descifrarse a sí misma, de acomodar el nudo de ideas que poco a poco fueron creándose en un lío. ¿Qué estaba sintiendo en ese instante por la morena a sus pies? Por mucho tiempo creyó guardar mucho odio hacia ella, los sucesos pasados le daban un porqué, mas aquello no eran más que celos. No podía ser realmente odio cuando su corazón golpeaba fuerte, en ganas de querer soltarle, sin embargo, temía de qué fuese a suceder. En todas las posibilidades.

Sabía qué ocurriría después de todo. Si Jennie escapaba, le llevarían muy lejos de Rosé, si es que primero lograban escapar de ella. Este era su sitio, su territorio, ¿qué tanto podrían hacer en un lugar en donde, muy probablemente, Rosé tenía medido cada paso que dieran? Lisa no deseaba estar lejos de quien tan buenos momentos le ofrecía. Tan buen cariño, amor, tan buenas sensaciones; le amaba, y estaba loca por hacerlo. Tantos sentimientos contradictorios entre sí; pero ni siquiera Jisoo importaba ya, había decidido que dejaría de formar parte de su vida por sí misma, mas ella se resistía en salir del todo.

Aún si entre ese momento de miradas, los segundos parecían atrasar su curso, era tarde ya. Estaba todo listo, no habrían maneras de poder revertirlo, y lo supo cuando el sonido de los tacones de Rosé remarcaron su presencia.

Así pues, Rosé avanzó hacia Jennie, y esta atinó a retroceder hasta golpear en seco su espalda y acorralarse a sí misma en la pared. Lisa observó cómo le miraba, el brillo encandilante de miedo en sus ojos, y su novia, sin embargo, sin inmutarse a nada. Con el martillo que cargaba en su diestra, pronto golpeó su cabeza, volviendo un hecho irremediable el que la mujer cayera inconsciente. Sólo inconsciente, ya que era solo el inicio. E inmediatamente, ella empezó a gotear sangre.

Hasta ese punto, Lisa sentía adormecidas sus extremidades, y los cosquilleos en su barriga no eran más que las náuseas. Sus pupilas se dilataron en cuanto el color rojo del líquido, escapando a una mortificante lentitud del golpe en su cabeza, comenzó a causar un efecto espectante en ella.

—Ayúdame a cargarla —demandó Rosé.

Lisa salió de todo su trance, volvió a la realidad, y entonces sus piernas dejaron de fallarle para ponerse en marcha. Sin soltar las cuerdas que ataban las piernas y brazos de Jennie, le alzaron del suelo y se dirigieron a aquel sótano. En aquella casa, tan sólo era audible el sonido de los zapatos de tacón de Rosé, y el de sus torpes pies. Y como en un matadero, Jennie, colgada de sus brazos, aún atada, iba a morir.

Rosé hacía todo con calma, y Lisa en silencio le veía. Le daba filo a sus cuchillas, y probaba la electricidad de algunas herramientas, y asimismo, ideaba las formas en que su odio sería desquitado. La menor era ya, tan solo, un ayudante, esperando fielmente las órdenes mientras veía, con la misma espectación, las gotas de sangre deslizarse por el semblante dormido de Jennie, hasta hacer eco con su caída al suelo.

—Hay que esperar a que despierte —habló Rosé del otro lado del cuarto—, ven acá, Lisa.

Lisa obedeció, y cuando estuvo a su par, su boca fue tomada por la de Rosé, feroz, sin suavidad, lo cual le sorprendió y sacó un gemido inmediato. Pero, en seguida, pudo seguir un ritmo constante. Rosé introdujo su lengua, sus manos se apoderaron de su cintura y de tal modo le atrayeron a su propio cuerpo. Sus labios empezaron a ser mordisqueados, y sus ojos se entrecerraron, llorosos, cuando Rosé deslizó y trazó rastros húmedos por su cuello. Un asfixiante calor inundó sus sentidos, y sus jadeos delataron la sed de senrir más de aquellas sensaciones.

Sins. (ChaeLisa)Where stories live. Discover now