《 cinco 》

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Lisa estuvo lejos de sentirse feliz cuando su madre le avisó que su mejor amigo de la infancia Hanbin vendría de vacaciones por un mes y se quedaría dónde sus tías. Ella ni siquiera supo cómo sentirse. Esa noche pensó mucho en ello, y la mayor parte de su madrugada divagó en los escasos recuerdos con el muchacho. Habían pasado casi ocho años desde la última vez que se vieron cuando éste partió a Los Estados Unidos junto a su familia.

El resto de su insomnio fue a causa del hecho de que Hanbin, ajeno a lo que había sucedido, probablemente  querría reunirse junto a las dos chicas que hacía casi dos meses que no se dedicaban una sola palabra, y de suceder tan sólo le traería un momento de incomodidad y preocupación. No sabía cómo reaccionaría su novia ésta vez.

Lisa se sintió de aquella forma antes, pero cuando le tuvo de frente y este, sin avisar, le envolvió en sus brazos con fuerza, sintió cómo todo dio un giro drástico. Sin dudar correspondió y sintió como un aire de familiaridad le recorrió, asimismo, la sensación de tener a alguien en quien confiar con plenitud, y con quien puedes sentirte tan a gusto como nunca te has sentido con alguien. Lisa sintió hasta entonces que le había extrañado mucho en realidad. 

Hanbin era realmente un chico muy extrovertido, era la razón por la cual desde que se conocieron se llevaron muy bien hasta crear la conexión que tenían actualmente. Compartieron mucho tiempo con su madre y amigos que, de igual forma, Lisa no veía desde hace mucho tiempo. No se encontraron con Jisoo en ningún momento pese a que Lisa rogó a su amigo evitar esto, sin confesar la razón.

La tarde de un sábado, Hanbin veía tiendas virtuales en la pc de la rubia, mientras ésta trataba de tomar una siesta, y cuando el chico le llamó con insistencia, recordó que este también era un maniático de la moda, y ese mismo día fueron de compras. Fueron a tiendas no ubicadas en el centro, pues Lisa no quería que Rosé le viese por allí.

El castaño le obligó a probarse miles de atuendos corroborando a esto con que le sentarían a la perfección pues "mi sentido de la moda nunca falla". Y a pesar de que Lisa no denegaba aquello, se estaba divirtiendo demasiado.

Mientras recorrían la tienda, Lisa percibió que allí habían prendas muy similares a las que su novia solía usar. Un sentimiento de miedo le recorrió la espalda. Su mirada se alzó y se disparó en varias direcciones, en busca de ella, y aunque esto carecía de sentido, se alivió porque no le vio por ningún lado. Lisa odiaba la sensación de deber esconderse cuando tenía otras compañías.

Al día siguiente, el domingo, visitó desde temprano a su novia, antes del medio día. No avisó previamente, por lo que la pelinegra se sorprendió ante su llegada, y pese a que no había preparado almuerzo, fueron a comer fuera. Rosé tomó su mano y entrelazó sus dedos mientras caminaban. Lisa se avergonzó en sobremanera, y todo en ella sufrió de críticas alteraciones, porque en su cabeza creyó que Rosé nunca se atrevería a mostrar afecto hacía ella en público. Al mirarle recibió una sonrisa amorosa, de la cual se contagió en seguida. Deseaba que Rosé siempre se comportara de ese modo.

Tuvieron una caminata después de un buen almuerzo. Rosé sostuvo su mano en todo momento, y le robaba besos furtivos de vez en cuando. La mayor estaba siendo como una adolescente colegiala, y se sentía extraño aquella actitud viniendo de ella, pero para Lisa era un comportamiento muy tierno, y lo apreciaba mucho.

Sin embargo, pronto Rosé volvió a gritarle y portarse diferente, cuando Lisa cometió el error de comentarle acerca de Hanbin. Ella mencionó algo acerca de que tanto le había costado deshacerse de unas para que llegara otro a hacer fila. Lisa no comprendió del todo sus palabras, pero sí supo que su novia era extremista en posesión, y no era lindo o tierno, como cuando algunas parejas hacen rabietas por pequeños celos, no. Rosé era peor, de una forma más fea. Y Lisa se aterraba en demasía de sus menciones, cuando parecía que hablaba sola, o bien, más para sí misma que para ella en sí. A veces, le oía susurrar cosas que no creía que fuesen real, frases que tan sólo había escuchado en películas de terror sangrientas. Rosé daba mucho miedo.

A raíz de ello, Lisa se preguntó si debía acabar con todo aquello. La preocupación y angustia de lo que pudiese suceder pronto le carcomía el cerebro. Luego de tomar una nota de los comportamientos de su novia, presentía que esta sufría de algún trastorno mental, como desorden de personalidad, psicopatía o celopatía. Y no era que le discriminase, si fuese de eso que se tratase, sino que estaba aterrada por que, ¿llegaría a correr peligro su vida, o bien, la de alguien más? Pero cada vez que se lo debatía, recordaba lo mucho que le amaba, y que quería permanecer a su lado sin importar la situación.

Aún así, deseaba tener en ese momento alguien a quien confiarle sus preocupaciones, pero recordaba con mucho lamento que había perdido a quienes de verdad le brindaron su confianza y que ella simplemente desechó, todo a causa de la misma persona.

Una semana nueva comenzó a transcurrir. Pasaron tres días de esta y Lisa no recibió ningún mensaje e Rosé, ni siquiera para desearle un bonito día, a diferencia de ella, que le escribía cada cierto tiempo, mencionándole que le extrañaba. Una sola vez recibió respuesta, y fue nada más un seco "Estoy ocupada trabajando". Las caras largas se hacían presentes.

Lisa se sentía terriblemente sola, era la primera vez experimentando dicha sensación. Aún estaba su madre, sin embargo, no sentía que con ella tuviese la confianza necesaria para contarle acerca de su situación, pensamientos y sentimientos, agregando que la mayoría de estos llevaban un nombre: Rosé. Y claramente, no podía hablarle de ella. Un sinfín de problemas surgirían si lo hiciese, y era lo que menos quería. Se sentía bastante sofocada con lo que tenía ahora, creyó que ya era suficiente.

Lisa revisaba su bandeja de entrada una vez más en el día, no sabía cuántas veces había hecho esto ya, pero lo hacía con la esperanza de encontrar un nuevo mensaje de su remitente favorita; pero no sucedía. En uno de sus intentos, advirtió de un mensaje no leído aún, era de Hanbin, enviado desde el domingo en la tarde. Lisa rio ante la efusividad mostrada en un simple mensaje de texto por medio de las mayúsculas, y sonrió al leer que Hanbin decía extrañarle, y en seguida texteó de vuelta, formulando una disculpa por tardar, primeramente.

Permaneció en el parque al lado del colegio, en donde se había quedado después de clases hasta que comenzó a oscurecer. Entonces, partió a su casa, y al entrar a esta saludó a su madre en la cocina, quien al verle se puso de pie de la silla del comedor y le abrazó con fuerza. Lisa se sorprendió. 

—Lisa, gracias al cielo que llegaste —exclamó la mujer mayor, extrañando a la menor.

—¿Sucedió algo? —dijo con inquisición y ligero temor.

Su madre asintió con sumo pesar reflejado en sus facciones.

—Es Hanbin... —Murmuró con la voz quebrada—. No ha regresado a casa de sus tías desde el domingo...

—¿Y... dónde está? —Su voz al igual que la de su madre quebrada y temblorosa.

—Él se encuentra desaparecido.

Sins. (ChaeLisa)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt