Capítulo Nueve: ¡Quiero ir a prisión!

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El corazón comenzó a palpitarme alocadamente cuando intenté separarme suavemente de él, sin embargo, el chico no me dejó apartarlo y, por el contrario, pasó su mano por mi mejilla

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El corazón comenzó a palpitarme alocadamente cuando intenté separarme suavemente de él, sin embargo, el chico no me dejó apartarlo y, por el contrario, pasó su mano por mi mejilla.

Sentí cómo mi rostro se encendió y en ese preciso instante ambos dimos un pequeño suspiro y nos separamos.

—Esto no está bien, Kevin —dije mirando hacia el suelo como si su mirada fuera a matarme.

—¿Por Dylan? —preguntó y yo me llevé una mano a la cara.

—Claro que por Dylan —aseguré y tomé la mochila que había puesto junto a la entrada.

—¿Y si no fuera por Dylan? ¿Igual no estaría bien? —cuestionó y yo volteé finalmente mi rostro.

Los rayos de luz que se colaban entre las pinturas, ahora atacaban sus rizos con fuerte ímpetu. Había un suave brillo en sus ojos muy diferente al que solía proyectar y yo no sabía cómo interpretarlo.

—¿Por qué me preguntas eso? —cuestioné y él se quedó congelado—. ¿Hay algo que quieras decirme?

—Ya es muy tarde —concluyó agitando sus rizos y caminando hacia la salida—. Mañana tenemos que llegar temprano a la reunión.

Eché mi cabeza ligeramente hacia atrás y lo seguí hasta abandonar el inmueble. De camino nos encontramos con Reina que volvió a mirarme con furia.

Ser la segunda al mando en el club de artes plásticas no te convertía en la persona más popular del mundo. Reina Bucket había pasado toda su vida cubierta de burlas, risas y cuadros rotos por los compañeros que no comprendían por qué prefería pasar todos los viernes en la sala de artes que en una fiesta.

Entendía, entonces, por qué ella consideraba a Dylan como alguien importante, sin embargo, no podía evitar sentirme molesta porque ella me reclamara sobre nuestro noviazgo. En este tiempo había aprendido a disfrutar muchísimo la compañía del chico y ahora más que nunca no iba a perderlo por el desafortunado pasado de Reina.

Durante el viaje a casa las cosas entre Kevin y yo se tranquilizaron y el asunto del segundo beso volvió a quedar tan enterrado como el primero, gracias al cielo.

Cuando la mañana cubrió mi cuarto, al día siguiente, decidí levantarme un poco más temprano de lo normal para poder charlar con mis padres. Por fin descubriría de qué iba el caso que llevaban y, después de la respuesta del otro día, estaba más convencida de que sería algo muy importante.

—Buenos días —saludé mientras tomaba mi lugar en la barra de la cocina para desayunar.

—Hola, hija —respondió mamá que comenzaba a hojear el periódico.

—¿Ahora podemos hablar sobre lo del caso? —pregunté y ambos se miraron unos segundos antes de suspirar—. ¿Es algo muy malo?

—A veces los cambios son para mejorar, Nicole —comenzó a decir papá y yo me estremecí—. No debes molestarte con nosotros.

En este mundo no cabemos los dos ✨Where stories live. Discover now