Capítulo Catorce: Une las piezas.

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Caminábamos por las calles encharcadas con tranquilidad, aún no era demasiado tarde, así que no teníamos prisa en llegar a la casa de Fred

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Caminábamos por las calles encharcadas con tranquilidad, aún no era demasiado tarde, así que no teníamos prisa en llegar a la casa de Fred. De camino, Kevin le había mandado un mensaje a su amigo avisando que necesitaba verlo en nuestro centro de reuniones habitual y él accedió a recibirnos, como de costumbre.

Al paso que avanzábamos, el frío se iba haciendo más presente y nuestras manos parecían querer unirse con timidez, aunque aquellos intentos siempre terminaban en fracaso y cada quien decidió caminar por su cuenta.

Kevin poseía una sonrisa inmensa y lo peor de todo es que yo también la tenía. Sabía que si no nos tomábamos las manos en ese momento no era por falta de ganas, sino porque aún nos ponía muy nerviosos el hecho de estar demasiado cerca. Y contemplar que la emoción que recorría al chico era directamente proporcional con la mía, me hacía darme cuenta de que había tomado la decisión correcta.

El camino parecía eterno avanzando a un lado de Kevin, el clima generado por la lluvia parecía no molestarme al estar con él, y es que cuando estábamos juntos, una calidez intensa me recorría. Era algo inevitable.

Llegamos a la casa de Fred más rápido de lo que hubiera deseado, llamamos al timbre y ambos nos quedamos perdidos en los ojos del otro antes de que el chico abriera la puerta.

—Vaya, vaya —dijo sonriendo al tiempo que nos dejaba pasar—. Veo que no vienes solo. Y mira nada más —expresó mirando la sudadera que portaba—, con ropa nueva.

—Me la prestó, casi no la usa —respondí provocándole una carcajada.

—Qué curioso, Kevin, que casi no uses tu sudadera favorita —dijo y su amigo le hizo una mueca burlona—. ¿Para qué me necesitabas?

—Donna está muy enojada con nosotros, ya lo sabes —dijo Kevin y su amigo asintió—. Necesitamos recuperarla.

—¿Por qué? —cuestionó Fred frunciendo el ceño.

—Pues porque es nuestra amiga —respondí tajante—. Vamos, Fred, necesitamos tu ayuda.

—Bueno, bueno —accedió el chico cruzando los brazos—. ¿Qué necesitan?

—¿Puedes prestarme el proyector que tienes en el sótano? —preguntó Kevin recargándose en la pared.

—No lo tengo yo. Está en casa de Mónica. La otra vez lo llevé para ver películas en su habitación —respondió tomando una chamarra que estaba tirada sobre un sillón—. Podemos ir ahora si es que les urge.

—Claro que nos urge —respondí lanzándole una mirada severa.

Él me sonrió y levantó los hombros desenfadado. En realidad, Fred no parecía sentir una amistad demasiado profunda por Donna, sin embargo, todos éramos un grupo y podía percibir el interés de Fred en que tal grupo se mantuviera en buenos términos.

—También necesito que imprimas unas fotos que traigo en la computadora —dijo Kevin caminando hacia la salida a un lado de su amigo.

Le explicamos el plan a Fred de camino hacia la bella morada de su novia, entre las calles mojadas todos quedamos de acuerdo para preparar una de las mejores sorpresas que habíamos planeado. Y es que, en este tiempo, ya nos habíamos convertido en expertos para planear y llevar a cabo ciertas ideas.

En este mundo no cabemos los dos ✨Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang