La verdad

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Por primera vez en toda mi vida no pude concentrarme en mi lectura... Pasé veinte minutos intentando leer el primer párrafo del capítulo cuatro de la llamada de Cthulhu y mi mente se negaba a registrarlo. Y todo porque mis pensamientos no paraban de ir y venir alrededor de... ¡Oh por el tridente de Poseidón! No había parado de pensar en Cullen.

¿Es un momento para golpearme contra el muro o volver a psiquiatra? He allí la cuestión...

Toda la tarde y la noche su nombre y su rostro de estreñido drogadicto me atormentó... ¿Por qué Eros tenía que ser tan desgraciado? ¿Qué no tenía a otra persona a la cual torturar? Era por esta clase de cosas que jamás le di una ofrenda... En definitiva mis sentimientos por él tenían que ser culpa de una deidad malévola, porque el como se estaba desarrollando ésto dentro de mi parecía tan bien ejecutado como una estrategia de combate... Fue tan sutil que cuando me percaté ya había perdido. Aunque de todas formas a estas alturas del partido que mas daba, se supone que ya debería estar más que acostumbrado a las cosas raras, y un novio con superpoderes  no era la peor de ellas ni era culpa de los dioses que yo no hubiera sido capaz de decirle que no a Edward.

Además he de confesar que no todo debía ser culpa de Eros, talvez y solo talvez esto fue causado por mi. Edward nunca fue perfecto a mis ojos, y su belleza por mucha que fuera nunca me deslumbró... Que mi corazón ahora latiera peligrosamente rápido por él no tenía nada que ver con su bonita sonrisa o su cambio repentino de actitud, porque no tengo un autoestima tan baja como para fijarme en alguien solo por ya gustarle, no. Fue mucho más que eso, tenían más que ver nuestras disputas, la forma en que le extrañé al tenerlo lejos, sus comentarios fuera de lugar y la manera en que podía hacerme sentir mejor con una simple caricia. Esto no surgió de la nada en un instante, fue algo que surgió de estos años de conocerlo pero que no pude reconocer hasta que la cosas se pusieron tan raras que me obligaron a pensar en ello.

Estos sentimientos nacieron porque yo lo permití, porque yo dejé que se volviera alguien necesario en mi vida.

El problema que ahora enfrentaba no era sobre​ lo que podía o no sentir, sino ¿Que hacer ahora?

No puedo escapar del hecho irrefutable de que Edward me hace sentir algo bastante importante, no puedo, olvidar mis sentimientos y hacerlos a un lado nunca fue precisamente una de mis especialidades... Tampoco me gustaría sufrir por amor otra vez y menos por uno que sé es correspondido. Pero, tengo que pensar en Charlie y Bella. Y para mi desgracia se volvió imposible seguir ignorando la situación real de Edward y sus poderes, esta clase de cosas no pasan sin consecuencias, siempre atraen problemas, y aunque esté completamente dispuesto a arriesgarme y ésta decisión duela... No puedo ser tan egoísta como para dejarme llevar a sabiendas que el resultado podría afectar a los que quiero.

Por ello tengo que terminar con la incertidumbre y averiguar de una vez por todas cada uno de los detalles que jamás quisiera saber y tomar una decisión. No pensé nunca tener tanto miedo, pero pasé tres horas bajo las sábanas después de la cena convenciéndome de que tenía que tener esa conversación con Edward al día siguiente, y el resto de la noche me dediqué a practicar lo que debía decir.

¿Por qué siempre tengo que complicar tanto las cosas?

Durante el almuerzo intenté huir a la mesa de Bella olvidando por completo en el piso la pizca de valentía de la que que me jactaba en la mañana, pero mientras caminaba a la cafetería fui emboscado por Alice y Rose, una con un enorme abrazo y la otra con una tonelada de burlas ya preparadas. Jasper solo me dió una palmadita en el hombro con una sonrisa antes de ir a nuestra mesa. Si, escapar era completamente inútil ahora.

—¿Y Edward? —pregunté fingiendo pésimamente desinterés—

—Míralo Alice, no llevan casi nada de novios oficiales y ya no puede estar sin él.

Royal SwanWhere stories live. Discover now