I wanna dress you up in silk

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La suela de sus zapatos se arrastraba contra el alfombrado mientras daba vueltas en la silla giratoria. Sus dientes roían el capuchón de la lapicera, el cual ya había perdido su forma original y parecía un tubo achicharrado. The killers sonaba desde algún lugar y Louis repetía la letra de memoria. Una bolsa con frituras sabor crema y cebolla se fermentaba en el escritorio.

No sabía a quién pertenecía el cubículo que estaba ocupando, no sabía quiénes eran las personas de la fotografía sujetada del panel de corcho comprado en un bazar; probablemente debería reponer la pluma que acababa de mordisquear u ocultar la evidencia.

Cuando entro a la zona de redacción general, su ropa que aún olía al apresto de la lavandería y su paso firme levantaron un gran porcentaje de cabezas. Había olvidado cómo definir este lugar, le había parecido tan lejano una vez que estuvo enviciado con la supremacía que su despacho privado le hacía sentir. No tenía nada que hacer aquí; con los periodistas de ojeras moradas de criminalística, con los pasantes inexpertos que llevaban pilones de carpetas de un lado a otro, con las columnistas de salud y belleza testeando sus recetas de mascarillas orgánicas en la cocina, con los que carecían de especialidad y cada semana se sacaban las vísceras por una nota que destaque en la revista. Los biombos separando los espacios de trabajo le hicieron ganar el nombre de "El Panal."

"Tomlinson... ¿Qué hace una abeja reina como tú mezclándose con las obreras?" Bromeó Anthony, un paliducho alto que siempre llevaba la corbata mal anudada, de tal forma que si Harry lo viera se desmayaría diez veces antes de tocar la faz de la Tierra.

Louis estaba en el piso superior, en el pabellón donde estaban las oficinas de todos aquellos cuyas firmas iban en negrita, los que tenían las mejores ediciones gráficas, y hospedaban a las mejores caras bajo el manto de su escrutinio subjetivo. El economista con posgrado que todos los meses realizaba un meticuloso análisis financiero. El psiquiatra autor de best sellers, cuya sección personalmente disfrutaba de leer con genuino interés. El experto en música, hijo de un luthier de Seattle cuyas paredes estaban llenas de fotos de famosos y guitarras con dedicatorias. La jefa de la sección de moda que recibía primeras filas para semanas de la moda, quién casi se convirtió en dragón cuando Styles se contactó con la revista y pidió por él.

"Ojalá te pinches el dedo con una rueca y duermas por mil años." Le dijo cuando Phillip Evergreen, editor en jefe, les comunicó la noticia palmeando la espalda de Louis con una sonrisa de oreja a oreja.

"Tendré cuidado en el atelier." Le contestó guiñandole un ojo, casi podía sentir la envidia de la morena de peinado alto pegándosele a la piel como una brea venenosa.

Los últimos alientos anaranjados del sol entraban por la vidriera que daba a la avenida, y Louis no podía dejar de sobre-analizar cada segundo que pasó con Harry Styles, el teorema verdadero detrás de cada uno de sus movimientos. Su manera de divagar, que había atribuido a un muchacho inseguro y soñador, solo era producto de que las drogas le congelaban la lengua. La irritabilidad e incontrolable ansiedad, que al verlas manifestadas las creyó consecuencia de un deseo de perfección, eran efectos secundarios de la abstinencia. La melancolía tan artística por la cual se había dejado embelesar, pff una simple y mundana depresión provocada por dependencia. Incluso, y esta realización le arremolino el estómago, la explícita búsqueda de contacto íntimo era meramente una estimulación de su libido; Sí, la cocaína era responsable de todo aquello, de todo lo que él hallaba especial y digno de relatar.

El murmullo frecuente del Panal se apaciguó como una tormenta que amaina de repente, Louis seguía tan perdido en su universo deductivo que no vio a Phillip hasta que este estuvo en frente.

"Louis, ¿Qué haces aquí?" Cuestionó su jefe, haciendo su mejor esfuerzo para maquillar su enfado y fallando como un campeón en el intento.

"Vine a supervisar la producción de miel." Respondió sonriendo con socarronería.

Fashion of his love » l.sWhere stories live. Discover now