Capítulo 14

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Dentro, la habitación estaba llena de la espesa niebla que traía la noche

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Dentro, la habitación estaba llena de la espesa niebla que traía la noche. El reflejo de la luna recorría el suelo de cristal, convirtiéndole en un multicolor país de ensueños repleto de azules, verdes ácidos, cálidos rosas y dorados.

Azmael acarició la larga hoja afilada que tenía en las manos mientras una sonrisa indolente asomaba a sus labios. No sabía lo que era sobrevivir a duras penas en un mundo muerto, donde el sol colgaba inerte en el cielo al igual que un trozo de carbón consumido. Su vida brillaba con la misma fuerza que las llamas de una vela... y podía apagarse con la misma facilidad si no hacía algo pronto. La vitalidad simplemente manaba de él, oleadas de energía que le proporcionaban una mareante embriaguez. Sus labios se curvaron. La mano se le cerró con más fuerza sobre el arma que llevaba, y había empezado a apretar el paso hacia el altar de la iglesia.

Cayó de rodillas, las alas negras se encogieron detrás de su espalda y levantó la mirada hacia la única imagen religiosa que yacía en la pequeña estancia.

—¡Todo cuanto hago, lo hago por ti! —Azmael sonó realmente enojado— ¡Padre! —exclamó—, ¡Dios! Yo sólo soy un instrumento de tu implacable ira...

Azmael hundió la cabeza en el pecho, descargó las manos sobre el suelo de madera desportillada con tal fuerza que se resquebrajó gran parte a su alrededor. La cólera inundó al ángel, como una marea violenta recorriéndole las venas.

—Me dices que sufres por culpa de ellos, pero permites que se me escapen como agua entre los dedos. ¿Qué es lo que quieres de mí?

Las manos de Azmael habían empezado a temblar de un modo incontrolable.

—¿Azmael?

Era la voz de Mihael. Uno de los ángeles que apoyaban la causa suicida de Azmael. Este se volvió en redondo y lo vio de pie junto a la puerta del templo. Le acompañaba uno de los fornidos ángeles que habían estado vigilando la entrada a la iglesia.

—¿Estás bien? —Le miró escrutador a través de la penumbra—. ¿Por qué hay dolor en tu alma?

Azmael le miró con asombro, luego miró detrás de él, donde la imagen de Jesucristo yacía en lo alto del muro. Volvió otra vez la cabeza lentamente hacia Mihael, sabiendo el aspecto que debía de ofrecerle, allí de rodillas, solo.

—Quería orar en silencio por nuestras almas —contestó sin convicción—. Pero supongo que no ha sido así —pasó rápidamente la mirada hacia el otro ángel, cuya expresión empezaba a cambiar de preocupada a incómoda—. Ha sido inoportuna tu visita a este templo sagrado.

—Lo sé —convino Mihael—. Pero eventos afortunados me obligaron a venir hacia este altar.

Azmael se puso en pie y estiró los tendones de su cuello con agraciados movimientos.

—Habla —le pidió estirando sus alas negras.

—Noticias celestiales —respondió él—. Nuestro padre ha enviado mensajes para nuestro ejército.

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