Capítulo 22

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El arcángel Miguel estaba de pie delante de Jaidan, manteniendo una postura preocupada con serenidad

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El arcángel Miguel estaba de pie delante de Jaidan, manteniendo una postura preocupada con serenidad. Caminó lentamente hacia Jaidan y este retrocedió como si hubiera visto al verdugo de la muerte.

—No temas —le dijo el arcángel—, no te haré daño. Sólo quiero hablar contigo.

Jaidan miró hacia los costados buscando algo, un tronco, con qué poder defenderse si es que se le ocurría hacerle daño.

—Yo te recuerdo... —comenzó, con una voz crujiente y seca—. Tú estuviste en el barco cuando esa mujer nos atacó.

Miguel asintió, pero al mismo tiempo le corrigió.

—Esa cosa no es una mujer —añadió—. Su nombre es Lucian y es un sirvo de Lucifer.

Él pestañeó.

—¿A qué has venido? —Lo miró escrutador a través de la penumbra—. ¿Quieres matarnos?

De algún modo, a Miguel no le sorprendía que Jaidan lo juzgara antes de tiempo.

—Necesito que me escuches —insistió el arcángel en tono cansino.

—¡Los tuyos están destruyendo este mundo! —Jaidan estaba indignado—. ¿Y esperas a que te escuche?

—Sí —respondió el arcángel amablemente—. Dios ha perdido la fe en todos los seres humanos.

Jaidan pareció desconcertado.

—Por supuesto —estuvo de acuerdo—. Y por eso envió a sus ángeles a cazarnos como si fuéramos animales.

—Dios nunca hizo eso —replicó—. Fue Azmael, quien se excusó en el libro del Apocalipsis para venir con su ejército y matarlos a todos ustedes. El Todopoderoso nos pone pruebas para ver si somos dignos de su misericordia, incluso a los ángeles.

—Pero tampoco hizo algo para detener la masacre... —Jaidan apenas podía controlar su enojo—. Él pudo detener a Azmael y a los demás. Mucha gente inocente murió.

Miguel habló entonces.

—Es posible —aceptó, vacilante—. Pero nosotros no somos dignos de cuestionar.

Sus palabras delataban un glorioso argumento.

Una sonrisa lenta y amarga asomó al rostro de Jaidan.

—No le cuestionaré, pero dime qué es lo que debo hacer para salvar este mundo, para salvar a mi mujer e hijo.

El arcángel arqueó las cejas y miró a Jaidan desconcertado.

—Jaidan, el fin del mundo es inevitable. El ciclo de la vida como la conoces ha llegado a su fin y nadie puede cambiar este lamentable destino.

Jaidan lo fulminó con la mirada antes de volver a hablar.

—En ese caso, por qué Dios nos mantuvo a mí y a mi mujer vivos todo este tiempo. ¿Con qué propósito?

—Yo fui quien decidió mantenerlos con vida hasta el fin, les di refugio y los mantuve alejados de los castigos, hice que el agua envenenada sea pura para ustedes, porque tú varón, y la mujer a la que amas han sido los elegidos. —le explicó el arcángel—. Yo nunca estuve de acuerdo con las decisiones que tomó Azmael. Ninguno de los arcángeles. Ustedes tienen un propósito que ha sido escrito desde el principio de la historia de la humanidad, junto con la de Adán y Eva.

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