Capítulo 16

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Las hojas secas que dejaron el otoño cubrieron el pavimento que daba hacia el orfanato

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Las hojas secas que dejaron el otoño cubrieron el pavimento que daba hacia el orfanato. Una de las religiosas, la madre Belliza, salió de la estancia cargando un rastrillo oxidado por los años, empezó a tararear una de sus canciones favoritas como siempre lo hacía cuando estaba entretenida y juntó el rastro que había dejado la estación anterior cubriendo gran parte del pórtico.

Aransgi cruzó con cautela la calle y se detuvo a media cuadra del orfanato al ver a la religiosa, se ocultó detrás del roble que atravesaba el pavimento y esperó a que ella desapareciera, ya que, desde siempre, la madre Belliza le había prohibido a Evy la amistad del niño, por considerarlo un miembro más de los vándalos de la zona.

Sin esperarlo, un automóvil de lujo se detuvo al frente del pórtico. El niño observó curioso. La madre Belliza dejó de tararear y barrer las hojas secas. Dirigió una mirada escudriñadora hacia el coche y colocó la mano sobre su ovoide cintura esperando el momento perfecto para desafiar al extraño visitante.

La portezuela se abrió lentamente y un par de piernas largas revestidas en pantimedias oscuras atrajo la atención de la religiosa.

Un hombre extraño, elegante, de baja estatura, piel oscura y hombros anchos bajó de inmediato del coche y corrió hacia la portezuela. Le tendió la mano con elegancia y ayudó a Pia Ignassi a bajar.

Al reconocerla a lo lejos, el corazón de la religiosa dio un sobresalto sobre su pecho. La postura desafiante y rígida que había adoptado cambió por otra cómica, como si esta fuera a lanzársele para pedirle un autógrafo o dedicatoria en alguna parte de su agenda personal.

—Espérame, Vance —dijo con elegancia—, no tardaré.

El hombre asintió y se hizo a un lado para que la mujer de esbelta silueta, ojos grandes, nariz puntiaguda y aspecto gótico pudiera pasar.

—¡No lo puedo creer! —chilló la religiosa—, ¿Pia Ignassi?

Pia asintió con un gesto innecesario.

—La madre superiora me comentó que un representante de su familia vendría en el transcurso del mes, pero jamás me imaginé que sería usted y mucho menos hoy —exclamó sorprendida—, es todo un honor para nuestra casa recibir la visita de alguien tan respetable.

—Me imagino —repuso Pia algo desconcertada y paseó la mirada por la estancia—. Quisiera hablar con la directora del orfanato, si no es mucha molestia.

—No es ninguna molestia, por el contrario, estará encantada de recibirla y platicar con usted.

—No dispongo de mucho tiempo —aunque su acento era extraño y marcado, Belliza percibió la rigidez de la voz de Pia—. Si es posible quisiera llevarme a la niña cuanto antes.

La religiosa silbó en voz baja.

—El proceso de adopción es un trámite largo en nuestra ciudad...

APOCALIPSIAWhere stories live. Discover now