Capítulo 25

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Jaidan, como saliendo de un trance, se precipitó hacia Evan

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Jaidan, como saliendo de un trance, se precipitó hacia Evan. Cayó de rodillas a su lado, sin dejar de murmurar su nombre. Evan apenas podía oírlo. Acurrucada, dejó que las lágrimas surcaran sus mejillas. Lo peor ya había pasado, o al menos así lo creía.

Mientras Evan reposaba en silencio, con la cabeza contra el suelo, Jaidan examinaba su cuerpo. Tenía pocas heridas, raspones, moratones y un leve corte a la altura del brazo. Miguel, con la preocupación grabada en el semblante, los observaba de cerca.

—Necesito hablar contigo —le dijo Miguel a Jaidan—. Trae a tu hijo, más a no a tu mujer.

Rodeándola cuidadosamente con los brazos, Jaidan miró en dirección al arcángel. Al hacerlo, Evan le dedicó un gesto amable.

—Ve —repuso al levantarse con su ayuda—, yo estaré bien. Tal vez solo quiere darle la bendición de Dios.

Jaidan asintió desconfiado.

Sin pararse a pensar, sin preguntarse qué estaba pasando, Jaidan se irguió lentamente y caminó arrastrando la pierna hacia donde estaba Adriel. Lo tomó entre sus brazos y lo besó con cuidado. Evan se quedó en silencio y aprovechó el momento para orar.

Jaidan siguió al arcángel hacia la salida y se detuvo para ver el anaranjado amanecer de un nuevo día, triste, gris, hosco

—Contempla lo que será el último amanecer de la Tierra —dijo como si lo lamentara.

—¿Moriremos? —preguntó con voz débil—. Evan, Adriel y yo.

—Escúchame... —le ordenó—. Ahora el último hombre deberá probarle a Dios su amor y su temor. Y lo debe de hacer con la prueba máxima de fe. Todos sus hijos deberán amarle a Él antes que a nadie. No existe otro mandato mayor que éste.

Jaidan le miró como si no pudiera comprender por qué parecía ansioso.

Las cejas de Jaidan se fruncieron.

—Dime qué es lo que debo hacer, Miguel.

El arcángel miró con fijeza a su hijo. Lo peor había llegado.

—La bala mató a Lucian —repuso— ¿Sabes por qué?

Jaidan negó con la cabeza.

—Es extraño... —contestó—. Pensé en la teoría de Dean.

—La teoría de Dean era cierta —dijo—. En el momento en que Lucian decidió sacrificarse por Azmael, su alma perdida retomó la luz y ya no vagará en el olvido sino en la luz infinita. Los demonios no son más que ángeles caídos seducidos por la oscuridad.

—Eso explica muchas cosas.

Miguel se limitó a mirar a otro lado y llenó de aire sus pulmones.

—Y, ¿bien? —preguntó Jaidan—, ¿a qué se debe tanta intriga?

—Los sacrificios se traducen en nuevas oportunidades —dijo—. Lo que quiero decir, es que deberás tomar a tu hijo, a tu único, a Adriel, a quien amas, para ofrécelo, en sacrificio en los jardines de este templo sagrado. Sólo así probarás que tanto tú como tu mujer son dignos de la redención y misericordia de Dios.

APOCALIPSIAWhere stories live. Discover now