Capítulo 21

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A medida que transcurría la mañana, el cielo adquiría un tono azul brillante y las nubes desaparecían del firmamento

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A medida que transcurría la mañana, el cielo adquiría un tono azul brillante y las nubes desaparecían del firmamento. Jaidan condujo por el camino que llevaba hacia el bosque y rápidamente pasaron los páramos montañosos de GRASCOVIA hasta llegar a un paraje más alegre.

Evan estaba en silencio, contemplando el paisaje a través de la ventanilla, con los brazos cruzados y un gesto de dolor. A tan poca distancia, Jaidan pudo ver el aspecto tan cansado que mostraba su amada. Había oscuras medias lunas bajo sus ojos, y los párpados aparecían nacarinos por falta de sueño. A veces, Evan se ponía a meditar sobre su embarazo, y una expresión de preocupación se dibujaba en su rostro, y una mirada lejana en sus ojos. El viejo vago temor de la desgracia regresaba a su mente a media que imaginaba los días finales y el futuro incierto. Pero su felicidad era tan grande que al final del día vencía todos sus temores.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Jaidan.

—No lo sé —dijo rápidamente Evan, y luego vaciló—. No sé qué futuro le podemos ofrecer a nuestro bebé.

Jaidan soltó un suspiro.

—Dentro de poco llegaremos —dijo este—. Además, dejar el barco y a los demás ha sido tu idea.

Evan echó una ojeada a Jaidan, pero este tenía las manos sobre el timón del coche y miraba fijamente la autopista, con la mandíbula apretada.

—¿Hablaste con Nabil antes de partir? —preguntó ella.

—Ni siquiera me diste tiempo de agradecerle lo amable que fue con nosotros estos días. —La voz de Jaidan era firme—. Tu capricho por salir del barco como ratas asustadas no me dio tiempo de decirle dónde podía encontrarnos en caso necesitaran un lugar más seguro.

—Eso hubiera complicado las cosas. Mejor así —dijo Evan—. Siento que estamos haciendo lo correcto. No confío en Nabil, su mirada era extraña, la voz le temblaba cuando hablaba conmigo. Además, tenía extraños detalles que me hicieron dudar de sus intenciones. Su insistencia, eso sí era escalofriante.

—Evan —Jaidan interrumpió su diatriba—, yo creo que estás exagerando. Nabil ha demostrado ser un buen sujeto. Nunca te ha faltado el respeto, y en lo que pudo nos ayudó.

Evan adoptó una expresión suspicaz.

—Si tú quieres regresar al barco, hazlo. Yo me siento más segura en el castillo... —empezó Evan, pero Jaidan detuvo el coche y apagó el motor.

Sus palabras se apagaron. Jaidan se inclinó.

—Olvídalo, Evan. No vamos a discutir —declaró, agarrándole la mano—, ya no tenemos tiempo para perderlo en estúpidas peleas. Ahora estamos aquí, de regreso. Vamos a estar bien, los tres. Te lo prometo. Cerremos los capítulos pasados. ¿Estás de acuerdo?

Evan asintió.

Llegada la noche, alcanzaron los jardines de atrás de Villa Karnan, que bordeaba GRASCOVIA y servía como línea divisoria entre los condados del este y las tierras inexploradas del oeste. Aún circulaban leyendas sobre los peligrosos y desconocidos pueblos que habitaban aquel territorio, los crueles y sanguinarios descendientes del desaparecido Barón Negro, el mafioso más buscado de los últimos veinte años. Jaidan había conocido y peleado con un muchacho procedente de aquella tierra maldita, y aunque efectivamente había resultado ser cruel y sanguinario, seguía siendo un ser humano. Y había sangrado como la persona que era.

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