Capítulo 19

17.7K 42 2
                                    

El desconcierto del rostro de Jaidan empezó a transformarse en un enojo cada vez más patente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El desconcierto del rostro de Jaidan empezó a transformarse en un enojo cada vez más patente.

—No la escuches, Jaidan —dijo Evan, y se volvió hacia su igual que estaba de pie en la entrada—. Ella no es real, es solo un truco —siguió—, mátala.

Jaidan negó con la cabeza. Había algo parecido a compasión en su rostro.

—¿Por qué no me matas tú misma? —preguntó Evan desde la puerta, reparando en la mirada de la otra.

—¿Qué? —preguntó Jaidan, con aspecto turbado.

—No la escuches —repuso Evan enojada—, ella sólo quiere ponerte en mi contra... Ni siquiera la mires.

Jaidan se tomó unos instantes para procesar aquello y la miró con cara de pocos amigos, silenciándola.

—Ven a mis brazos —le pidió provocando una extraña y recelosa mirada en Evan, que miraba desde la puerta.

Ella regresó a sus brazos y se oyó un estallido de lo más aterrador, como si hubieran jalado del gatillo de alguna clase de arma.

Jaidan soltó a la mujer y retrocedió haciendo caer la pistola con la que le había disparado a la altura del vientre.

Ella se llevó las manos a la herida y hundió la cabeza en el pecho.

—Jaidan —jadeó Evan acercándose hacia él—. ¿Qué has hecho?

—Espero no haberme equivocado de persona —respondió Jaidan con voz queda y preocupada.

Gotas espesas de sangre cayeron al suelo, adoptando un extraño color negro que se perdió entre la brea. La extraña alzó la mirada y sus ojos desprendieron un color rojo brillante.

—¡Malditos sean, Adán y Eva! —chilló y una bruma negra espesa invadió el lugar.

La verdadera Evan corrió, tomó a Jaidan por el brazo y de un tirón lo atrajo hacia ella.

—Salgamos de aquí.

Jaidan asintió, y fuertes vientos invadieron el lugar. La niebla se fue reuniendo poco a poco alrededor de la falsa Evan, una especie de mantos largos cubrieron su cuerpo hasta mostrarles la verdadera identidad de la usurpadora: Lucian.

—Hasta aquí llegó su cursi y patético romance —dijo Lucian fríamente, haciendo aparecer una especie de látigo plateado.

—Sal de aquí —le ordenó Jaidan—. Ve a un lugar seguro.

—¡No voy a dejarte!

—Evan, lo digo en serio. Sal de aquí. —Jaidan alzó la voz—. Yo voy a detenerla.

Jaidan hizo a Evan a un lado y miró a Lucian, y ella tenía ya algo en la mano, un látigo serpenteante que centelleó dorado cuando lo hizo descender hacia el suelo.

APOCALIPSIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora