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Cada día trabajaba sin parar.

No existía momento en el que pudiera respirar unos segundos; estar en paz.

De hecho, había dejado de saber lo que era vivir en completa armonía con uno mismo desde que perdí a mis padres con tan solo siete años.

Como cualquier ser humano de mi estatus social, ni siquiera había tenido tiempo para llorar, porque tenía que trabajar para sobrevivir.

No tenía estudios y tampoco podía permitirme seguir con ellos. No tenía el dinero suficiente como para hacerlo y en las escuelas de mi nivel solamente te enseñaban a leer y escribir,  no había tenido más remedio que aguantarme frente a los hechos de la vida que me había tocado.

No era nadie significativo, simplemente era una pobre pueblerina.

Mi existencia no tenía importancia para nadie.

O eso era lo que solía rondar por mi mente antes de haberle conocido.



Corazón Indomable ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora