Chapter 5

1.1K 100 21
                                    

Tristeza. Eso era lo que sentía Elsa, una profunda tristeza. Y no solo eso sino también soledad. Todo ocurrió tan rápido, nunca creyó que esto pasaría, todo debería haber salido bien. Todo estaba fríamente calculado.

La platinada se encontraba en la misma montaña de hace un año, se dirigía a su castillo de hielo a estar de nuevo sola. Como siempre.

Ya de sus ojos no salían lágrimas, ni de su boca sollozos, simplemente permanecía en silencio, lo único que se escuchaba era el taconeo de sus zapatos en la nieve. Ya no hay ningún let it go. No, solo dolor y desolación.

Increíble como la vida te puede cambiar en escazos segundos. Y te azota con la triste realidad, Elsa es nuevamente, la víctima de sus monstruosos poderes. Incluso, su pecho arde de dolor.

Por otro lado, en el palacio de Arendelle.

—¿Cómo se encuentra la princesa? —preguntó Gerda la nana de Anna, la mujer más buena y dulce que ha pisado la faz de la tierra.

Gerda, en un principio, fue la encargada de cuidar a la pequeña princesa después de que sus padres murieran, sin embargo, con el paso de los años, Anna creció y se convirtió en todo una mujer, por lo que la anciana ya no debía protegerla.

—Sus signos vitales permanecen estables. No encuentro ninguna señal de heridas en su cuerpo. Todo está en orden. Solo nos falta esperar que despierte, ella y su esposo —comentó el sanador de la familia real.

—¿Está usted seguro? —la incertidumbre que sentía la mujer la estaba matando, su niña estaba tirada sobre una cama inmóvil. No mostraba más que un gesto de tranquilidad su pequeña.

—¿Desconfía de mi profesionalismo? Los dioses me han sumistrado el don de la sanidad y he podido notar que la princesa se encuentra bien — mencionó indignado el anciano — Déjeme decirle que no puedo hacer nada por la joven. Permanecerá así hasta que despierte —finalizó.

Gerda desvió la mirada, avergonzada.

—No, no desconfío, solo que es muy difícil para mí verla así, me duele —Los ojos de Gerda se empañaron de lágrimas.

El hombre mayor se acercó a ella y colocó su mano sobre su hombro, tratando de mostrarle algo de pena.

—La entiendo. Pero no hay nada qué hacer —da media vuelta, se acerca a la puerta y se marcha.

La mujer caminó hasta la cama donde se encontraba Anna y se inclinó ante ella.

—Ay, mi chiquita —suspiró suavemente —Te vas a mejorar, todo estará bien. Sé que Elsa no hizo esto a propósito. Solo fue un... Accidente.

Acarició su frío rostro hasta que sintió una presencia aproximarse.

—¡Anna!, ¡Anna! —entró, apresurado, Olaf. Preocupado y ansioso —¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no despierta? —se dirigió a la nana.

Gerda cerró los ojos con fuerza, luego dijo:

—Olaf... Ella no lo hará —soltó de sopetón.

—¡Está muerta! —gritó el hombrecito de nieve y cubrió su boca con el par de ramas que tenía como manos.

—No, no lo está —le corrigió —Se encuentra sumergida en un interrumpible sueño.

Olaf relajó sus hombros, sin embargo, para ser solo un ser de nieve, sintió mucha tristeza.

—Oh no, no puede ser —dijo atónito —¿Y Sven también lo está?

Desvió su mirada hacia donde estaba el vendedor de hielo recostado con los ojos cerrados.

 Hasta El Fin Del Mundo (Jelsa) [Primer Libro]Where stories live. Discover now