Chapter 23

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La pelirroja se incorporó para situarse a la misma altura de la platinada. Sacudió su abundante cabello rojizo y estiró sus brazos preparada para su siguiente movimiento.

Elsa vio como la osada mujer se levantaba como si el dolor hubiera desaparecido de su cuerpo en un santiamén. Esta hermética chica había pronunciado su nombre con veneno y familiaridad, sin embargo jamás la había visto antes como para que ella sintiera tanto odio hacia su persona. Aquella mirada oscura que le lanzó hace un par de minutos la había dejado desconcertada.

—¿Qué quieres de mí? Y ¿cómo es que me conoces? —inquirió con el ceño fruncido.

La aludida, que se hacía llamar Mérida, esbozó una sonrisa socarrona y sacó de su espalda el arco que traía consigo, Elsa se tensó al verla con su arma en mano.

—Elsa Arendelle, mejor llamada la reina de las nieves. Tengo deudas que saldar contigo, querida —contestó sarcástica, mientras acariciaba la punta de su afilada flecha.

La platinada se alejó unos centímetros de ella tropezándose con sus propios pies. Un temblor familiar sacudió su cuerpo cuando Mérida la escogió como objetivo.

En defensa, levantó sus manos frente a ella y dejó escapar parte de su magia que pretendía derribar a la pelirroja, sin embargo ella se movió con rapidez, evitando quedar congelada por completo. Gruñó y le dedicó una mirada de completo desprecio.

—¿Quién te ha enviado, sicaria? —le preguntó con un timbre de voz desesperado, luego arremetió contra ella de nuevo, esta vez había conseguido congelar su arco antes de que le atestara un flechazo en el cuerpo.

Mérida tiró el arco congelado contra el suelo, este se fragmentó quedando hecho añicos. Pateó los restos y fulminó a Elsa con su mirada celeste. Apretó los puños a sus constados y en un par de segundos se situó frente a la antigua reina de las nieves, le dedicó una sonrisa maliciosa.

Elsa, ante la sorpresa, no pudo hacer más que recibir el puñetazo que Mérida le había propinado en el rostro. Su menudo cuerpo había chocado contra el asfalto ante el tremendo golpe; aquella mujer poseía una fuerza sobrenatural que Elsa jamás había sentido en su vida. Acarició su pómulo herido con su mano derecha y con la izquierda le mandó una ráfaga de viento que la lanzó contra un muro.

Mérida cayó contra el suelo con una mueca de dolor, sin embargo no pudo controlar la sonora carcajada que fue emitida por sus labios.

Elsa, desde la otra esquina, observó a la chica con un gesto de incomprensión ¿acaso había perdido la cordura? Primero la atacaba sin motivo alguno y ahora se rie como si le hubieran contado el mejor de los chistes.

La pelirroja detuvo su risa y con cuidado se levantó del suelo y con su dedo limpió unas falsas lágrimas que se habían asomado por sus ojos celestes.

—Así que este es el magnífico poder de la reina de las nieves ¿eh? Se siente su imponencia con más vigor cuando estás cerca de su creadora —comentó con gracia —¿Quieres saber una cosa? Fue testigo de la manifestación de tus poderes en el instituto; lograste esconderlos de los demás, pero no de mí. Estuve allí todo el tiempo.

Elsa retuvo la respiración al escuchar la revelación de Mérida, daba por hecho que esa chica llevaba días tras de ella, vigilándola desde las sombras hasta que decidió presentarse ante ella de la peor forma posible.

—¿Qué pretendes hacer con esa información? ¿Comunicarle a todo el mundo que tengo poderes? O ¿Darle esta información a tu amo? —le recriminó con saña.

—Mmm, puede ser que Pitch quiera saber más sobre ti, por eso me ha mandado a comunicarte que pronto podrán verse —desveló con una sonrisa socarrona —Pero antes quiere que recibas un castigo por destruir a sus criaturas favoritas: los caballos.

 Hasta El Fin Del Mundo (Jelsa) [Primer Libro]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora