catorce;

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—Lo siento, Jirou. Lo siento. —Él se arrodilló nada más salir del sitio, en cuanto pillaron una calle vacía donde ella pudiera estar tranquila—. Soy un imbécil. Debería haberme dado cuenta antes de que estabas mal ahí dentro, ¡todo porque quería pasar tiempo contigo lejos del barrio! He hecho que te saltes las clas-

—Levántate, por favor. —Masculló ella, agarrando su brazo.

—Lo siento, Jirou. —Levantó la cabeza dando de bruces con sus ojos negros.

—Ha sido mi culpa por no decírtelo. Esto era mala idea desde un principio. —Él se atrevió a quitarle de la mejilla una lágrima que caía solitaria.

Ella frunció el ceño, agarrándole de la muñeca y apartando su mano. El rubio echó la cabeza hacia detrás, agarrándole de la mano y levantándose.

—Vamos a mi casa, hoy voy a preparar la comida.

— ¿Vamos a comer carbón? —Arqueó una ceja mientras él ya comenzaba a tirar de ella.

—Soy buen cocinero, ya verás. —Levantó el dedo pulgar, dedicando una mirada fugaz a la sonrojada pelimorada.

Siguió sus pasos como pudo, sin abrir mucho la boca por si no era capaz de acabar el camino.

Él tampoco se veía capaz de hablar, estaba nervioso y, a su vez, avergonzado por haber metido la pata de tales maneras. Se había olvidado de lo frágil que era ya que él no le veía así.

Al escucharle toser, paró en seco, buscando el pañuelo de tela en sus bolsillos. Cuando se giró para dárselo, Jirou ya llevaba el pañuelo que le dio entre las manos.

—Al final te lo has quedado. —Esbozó una sonrisa guardando el otro.

—Te lo devolv-

—No lo hagas, es un regalo. —Esbozó una sonrisa.— ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El uno de octubre —murmuró.

— ¡En dos semanas! —Kaminari esbozó una gran sonrisa— ¡No te queda nada, Jirou!

—No se si llegaré a mañana como para saber si llegaré a mi cumpleaños. —Soltó de sopetón sin dudarlo dos veces, arrepintiéndose segundos después de lo dicho.

Esas palabras golpearon a Kaminari como si se encontrara en un huracán. A él le dolía mucho que la chica ya pensará en un final tan trágico cuando desconocía que le sucedía.

— ¿Cuánto te queda de vida? —Miró seriamente a la pelimorada.

Ella vaciló antes de hablar sin saber si era o no buena idea decirle algo.

—Si sigo sin tomarme las pastillas, los médicos me han dado menos de dos semanas. Si vuelvo a tomarlas, puede que un año, es incierto.

Kaminari apretó los labios, desviando su mirada ya que no era capaz de enfrentar la seriedad de Jirou. Ella parecía haberse rendido ya y él no quería ni imaginarse el por qué.

— ¿Podríamos hablar de todo esto? Quiero saber que te sucede —murmuró dando un paso hacia delante, sin soltar la muñeca de ella.

Ella vaciló de nuevo, sabiendo que ya había hablado más de lo debido. Ese rubio le había hecho soltar mucha información sin dudarlo dos veces. 

En ese momento, ya comenzaba a darle igual todo.

—Hablemos de todo, Kaminari —susurró bajando la mirada—. Contestaré todas tus preguntas.

De acero inolvidable; KamijirouWhere stories live. Discover now