ventidos;

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Él se levantó mucho antes que ella sin planearlo, quedándose prendado de la imagen angelical que daba. Le entraban ganas de acabar de arroparla como si esa sábana fuera a cubrirle de algún daño.

Se levantó intentando no hacer ruido e interrumpir el sueño de la chica que parecía tanto necesitar y salió de la habitación agarrando su móvil para buscar rápidamente el contacto de Yaoyorozu.

— ¿Ya se ha despertado? —dijo ella nada más descolgar el móvil.

—No, aun no. —murmuró él echando una mirada al cuarto—. ¿No os ha molestado qu-

—Kaminari-san, Kyouka-san quería estar contigo y no podemos meternos en ello.

—S-sí.

—Ahora bien, ¿cómo piensas sacarle de casa?

—No te preocupes, estaremos ahí en la hora, es pan com-

Entonces escuchó como el silencio se rompía de manera brusca, viendo como Jirou se levantaba de la cama de golpe, soltando un quejido continuó acompañado de una tos seca y varios sonidos de arcadas.

Cuando vio que la chica intentaba coger grandes bocanadas de aire, no lo dudo ni un segundo.

— ¡Tengo que colgar! —bramó antes de colgar y correr hacia la chica.

Agarró la máquina de oxígeno y la puso en marcha como ella le había indicado, peleándose para desenredar los cables que parecían haberse enredado sólo esa noche, los cuales después colocaría en su nariz.

Ella levantó la mirada cuando pudo recuperar el aire, viendo enfrente suya a un Kaminari preocupado que no le soltaba por miedo a perderla. Su rostro era una clara puerta a su interior, mostrando toda su preocupación y su dolor por verle así.

Ella se secó las lágrimas de las mejillas, sabiendo que tendría los ojos rojos y el peor aspecto que una persona podría presentar por las mañanas. Se sentía pequeña, débil y fea, además de aterrada por lo que vendría.

—Tengo miedo, Kaminari —murmuró echando la cabeza hacia delante, apoyándola en el pecho de él.

— ¿De qué?

—De perderte.

—No lo har-

—Me estoy muriendo, es algo inevitable.

El optimismo de ayer se fugó en un instante, hiriendo al rubio de una manera más fuerte que esas palabras. Él, paralizado completamente, no fue capaz de gesticular palabra ni de pensar en que hacer para que todo fuera mejor. Se sentía culpable por fallar en mantener la ilusión de Jirou.

—Mientras estés aquí, estaré contigo y eso serán muchos años, ya te lo dije ayer —murmuró esbozando una sonrisa cerrada con sabor amargo.

—Per-

— ¿Tienes ganas de ir por ahí?

—Sí, per-

—Cuando estés lista me avisas. Yo iré a cambiar-

— ¡¿Quieres dejar de interrumpirme, idiota?! —Se quejó frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

Él soltó una suave carcajada antes de dejarle detrás con el miedo de perderle si no le veía.

De acero inolvidable; KamijirouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora