V

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Siempre me esforcé tanto en aceptarla, en justificar sus acciones, que por momentos olvidaba ver la realidad.

Debe pensar que fui una niña tonta e influenciable, profesor, y es muy probable que tenga razón, pero permítame explicarle mis motivos: me enseñaron que los amigos debían darse apoyo, protegerse contra la adversidad. Si era amable con todo el mundo me retribuirían esa consideración... Olvidaron advertirme que cada ser humano tenía su propia idea de lo que era maldad y bondad. ¿Acaso no es un acto desalmado para un niño asesinar a un animalito, pero es piadoso para el veterinario frente al paciente incurable?

Irina intentó alguna vez ver esos conceptos a través de mis ojos, sin tener éxito.

—A veces sueño que un monstruo hace cosas que para ti serían muy feas —confesó una vez, una de las escasas ocasiones en las que manifestó verdadera vulnerabilidad.

—¿Como qué? —quise saber.

Me miró de una forma extraña, como si no estuviera realmente allí.

—Cosas muy malas. La otra noche vi su rostro... era solo un espejo. 

Dos gotas carmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora