Capítulo dos.

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Su mano temblaba, no podía ser sentirse más nerviosa. Nunca había estado sola con el muchacho, y jamás había planeado que haría si eso pasaba. No sabía si debería estar enojada o agradecida con su madre por esto.

Los dos caminaban a la par, en total silencio, sin tener una idea de que decir. Aunque en realidad Finn casi nunca decía nada. El silencio podría considerársele incómodo, había una enorme y extraña tensión en el ambiente.

El camino hacia el parque comenzaba a hacerse eterno, lo cual era gracioso dado al hecho de que estaba a solo unas tres casas de la de Alanna. Personas pasaban junto a ellos, algunos vecinos saludaban a la niña y preguntaban por quien era Finn, a lo que ella respondía con "es un amigo de la familia".

De todas las veces que los Wolfhard habían ido a su casa, era la primera vez que salía con su hijo al parque, puesto que ella era muy tímida para sugerírselo y sus padres nunca lo propusieron, hasta ahora.

Se preguntó que cosas tan importantes hablarían los adultos como para no dejar que ellos estuviesen allí. Muchas ideas pasaban por la cabeza de Alanna, como que podrían conversar sobre ella y Finn, o problemas económicos, quizá también política. Esas cosas que a los niños les aburren normalmente.

Cuando llegaron al parque, este estaba vacío, y eso hizo a Alanna preguntarse como podría ser la situación tan oportuna. Le parecía muy extraño, el parque siempre estaba repleto de niños en bicicletas y padres regañando a sus llorones bebés, pero hoy estaba desolado y callado, de una manera que se le hacía preocupante.

Se sentaron en los únicos columpios en el lugar, los cuales yacían viejos y pareciese que en cualquier momento se derrumbarían. La chica comenzó a mecerse en este, provocando un mínimo sonido chirriante.

Miraba al muchacho de reojo, pensando en que podría decirle, no quería quedarse callada allí junto a él, como la tonta tímida que no puede pronunciar ni una palabra, aunque esta fuese la realidad.

Soltó un suspiro y pasó con pesadez sus pies por la arena, con la mirada perdida.

—Quizá deberíamos levantarnos de aquí, en cualquier momento se caerán estas cosas.

La voz de Finn resonó en sus oídos  y se dejó consumir por el asombro. Nunca pensó que escucharía una palabra de ese chico a menos que fuese en respuesta a algo.

No analizó mucho en que contestar, tan solo habló.

—No te preocupes, ha aguantado cosas peores que nosotros.

Escuchó una pequeña risa por parte de su acompañante y enseguida se sintió satisfecha con su comentario.

—Entonces supongo que está bien—murmuró, con un tono divertido entre sus palabras.

Después de aquello el silencio volvió a reinar, y la incomodidad se intercaló en el aire. Ambos miraban al suelo, quizá uno tan nervioso como el otro, o simplemente no se disponía a hablar.

Alanna se sintió tonta al mostrarse tan cohobida ante Finn, ella no era así normalmente, pero estar cerca de él le provocaba tantas emociones que no sabía como manejar, y no le permitían hablar sin temer de hacer el ridículo.

Era una sensación tan extraña y agradable a la misma vez, su corazón martillaba su pecho y su espalda sufría de un acalorado frío, además de sus manos y pies temblando. Siempre se preguntaba como alguien con quien había compartido por primera vez palabras apenas hoy de tanto tiempo conociéndolo podría hacerla experimentar ese torbellino de sentimientos.

—En realidad pensé que nunca iba a oír tu voz—comentó, arrepintiéndose al instante.

Él por su parte, río por segunda vez.

—No soy muy hablador—se excusó.

Esta vez fue Alanna quien soltó una risa.

—Me he dado cuenta.

Se miraron unos segundos, quedando en total silencio, este ya no tan incómodo como el anterior. La muchacha se preguntaba que decir a continuación, no quería que aquello se quedase así.

Suspiró.

—Tu madre comentó que tu cumpleaños será en dos días—se regañó por decir algo tan tonto como eso.

Finn asintió, y luego se meció mínimamente en el columpio, trayendo de devuelta el chirriante ruido.

—Uhm, ella está muy emocionada con eso—dijo, encogiéndose de hombros.

Frunció el ceño y cruzó sus brazos por encima de las cadenas de su columpio.

—¿Y tú lo estás?

Él la miró con una extraña expresión que no pudo descifrar.

—Por supuesto, Nick volverá para ese día—contestó, levantándose de su lugar, dirigiéndose hacia una banca frente a ellos.

Alanna decidió hacer lo mismo.

—Eso es genial—exclamó con emoción, lo que hizo que Finn sonriera mínimamente.

—Lo es—susurró, y luego la observó unos segundos—. ¿Y tú, Alanna, cuando cumples años?

La nombrada se vio emocionada ante su pregunta, puesto que no pensó que a Finn le importara algo sobre ella en lo más mínimo. Aunque esto no le duró mucho, ya que luego se le pasó por la mente la idea de que quizá solo lo preguntó para desvíar el tema de él.

—En un mes.

Él asintió y se acomodó mejor en su sitio.

—¿Sabes que es lo que quieres para esa fecha?

Alanna sentía un cosquilleo cada vez que lo escuchaba hablar, y eso la distrajo de el hecho de que en realidad no estaba segura de que era lo que quería para su cumpleaños.

En realidad hasta ahora no había pensado en ello, aunque tampoco era un gran dilema. Ella nunca había sido muy interesada en los regalos que pudiesen darle, por alguna extraña razón lo que más le emocionaba de aquél día era el despertar con las melodiosas voces de sus padres cantándole el feliz cumpleaños y un abrazo.

Le gustaban mucho los abrazos.

—En realidad no había pensado en eso—murmuró, restándole importancia con los hombros—. Supongo que me basta con que no tomen más de dos pedazos del pastel.
Ambos rieron ante su pequeña broma, y él la observó con una sonrisa para después poner una mano en su brazo.

—Eres una chica graciosa, Alanna—habló de manera sueva, y eso provocó que el cosquilleo en el estómago de la nombrada creciese aún más.

KISSES.

SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】Where stories live. Discover now