Capítulo cinco.

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Alanna se encontraba dentro de un vestidor con escaso espacio y un vestido que no podría entrar en la categoría de comodidad máxima, era un caos, y sin contar el nerviosismo que le daba el hecho de que Finn la estuviese esperando afuera con su madre.

Una vez el cierre del vestido fue subido, se miró al espejo detenidamente. Por un momento olvidó la mínima comezón que este le causaba y se concentró en su reflejo, puesto que, para su sorpresa, le gustaba lo que veía. El color del vestido era un rosa pálido, y por alguna extraña razón combinaba perfectamente con sus cabellos castaños. Este era corto, un poco más arriba de las rodillas y caía con delicadeza de la cintura, no poseía ningún detalle llamativo y quizá era aquello lo que la favorecía tanto. Simplemente le encantó.

Tragando saliva, pero con un poco de seguridad, salió del vestidor, con la vista posada en el suelo. Sin embargo, el ensordecedor silencio en la sala hizo que levantara la mirada. Su progenitora y el ruloso se encontraban observándola con atención, como si la analizaran. Aquello la intimidó un poco.

Comenzaba a ponerse incómoda ante tal calma, quería alguna reacción.

Sin embargo, no se imaginaba la siguiente.

—Te ves increíble, Alanna.

La voz de Finn hizo impacto en sus oídos, dejándola aturdida. No creía que recibiría ningún halago de su parte, y ahora que lo hacía su corazón peligraba con salir de su pecho.

Entonces, con el rojo marcado en sus mejillas, contestó: —Gracias, Finn.

Observó más detenidamente al muchacho, tratando de descifrar su expresión. Si bien, no consiguió exactamente lo que quería, pudo notar un brillo extraño en sus ojos, uno que no había visto antes en su mirada. Aquello hizo que su mente comenzase a maquinar miles de razones que podrían causar ese nuevo acontecimiento. Claro que, ninguna de ellas le parecieron posibles. Decidió olvidarlo, no quería comerse la cabeza por ello.

Su tiempo en el centro comercial transcurrió de manera rápida, casi ni se dieron cuenta de lo veloz que pasó el día. Después de comprar el vestido, dieron unas vueltas más por el lugar, entrando a una que otra tienda, aunque no duraban demasiado tiempo en ellas. Un rato más tarde era hora de irse, más sin embargo a Allina se le ocurrió la grandiosa idea de invitar a Finn a su casa a ver una película, a lo cual el pecoso aceptó amablemente.

Alanna no sabía lo que su madre tramaba, pero tenía miedo de ello.

En el camino a casa nadie habló, permitieron que las canciones ochenteras de la radio inundasen el auto por completo. Alanna, mientras tanto, se dedicaba a mirar por la ventana con atención, observando las calles que ya tan familiares eran para ella. El ambiente era agradable, tranquilo, aunque no del todo, puesto que el hecho de que Finn estuviese sentado junto a su persona se mantenía en su mente; poniéndola nerviosa.

Decidió voltear a mirarlo, tan solo por curiosidad. El muchacho estaba muy concentrado en el camino, puesto que no quitaba su mirada de enfrente, aquello supuso una ventaja para la niña al poder mirarlo sin disimulo. Sus rulos despeinados adornaban su pálido rostro, el cual contaba con unos llamativos ojos marrones oscuro. Estos se veían inexpresivos, como la mayoría del tiempo, el brillo que antes había visto no estaba más.

Se encontraba tan ensimismada, que la voz de Finn la sobresaltó.

—Hey.

El saludo del chico con pecas la tomó desprevenida, así que se limitó a sonreírle. Entonces cayó en cuenta de que la había pillado mirándolo, y aquello la hizo sonrojarse.

—Te ves muy distraída—comentó su acompañante, mirándola fijamente

Eso, definitivamente, la ponía inquieta. Seguía roja como un tomate.

—Supongo que tengo mucho en qué pensar.

Y si que lo tenía.

Finn no dijo nada más y quitó su atención de ella para posarla en donde antes estaba. Alanna, por su parte, decidió dejar de observarlo y ocupar su mente con cualquier otra cosa que no fuese él. Cabe aclarar que aquella tarea no se le hizo especialmente fácil.

Cuando llegaron a la casa de la muchacha, Allina no tardó en entrar con rapidez para poner la película y hacer palomitas, además de sacar otros aperitivos. En menos de lo que pensaron ambos jóvenes estaban sentados frente al televisor viendo un filme del cual ni siquiera sabían el nombre y con golosinas colocadas de la mesa, además de que la mujer los había dejado solos. Estaban muy cerca del otro, sus brazos podían tocarse, al igual que sus piernas, no sabían cómo habían termino a tan poco distancia; pero ninguno de los parecía tener la iniciativa de alejarse.

Alanna no estaba prestando ni la más mínima atención a la película que el televisor mostraba, puesto que el sonido de su acelerado corazón no le permitía concentrarse del todo. Se preguntaba si Finn también lo escucharía, esperaba que no fuese así.

Por primera vez le dio una vista a la película, y notó que en esta estaba pasando una situación muy similar a la suya hoy. La protagonista se encontraba en un probador de vestidos, y el chico esperándola afuera. Claro que, allí no había madres perversas como la suya.

Viendo aquella escena, una pregunta cruzó en su cabeza.

—¿En verdad se me veía bien el vestido? ¿Lo decías en serio?

Se sentía un tanto avergonzada por hacerle aquella pregunta, y también sorprendida de ver hasta dónde podía llegar su inseguridad en sí misma.

Finn frunció, como si no entendiese su pregunta.

—¿Por qué no lo diría en serio?

Alanna se encogió de hombros y negó con la cabeza, apenada.

—Olvídalo—susurró, aunque lo suficientemente alto para que escuchara—, tonterías mías.

La expresión del muchacho daba a conocer que había descifrado lo que "tonterías mías" significaba.

—Alanna, en serio te veías increíble con el vestido—afirmó, con un tanto de firmeza en la voz.

Su corazón golpeaba contra sus costillas y una bestia arañaba con insistencia su estómago. Sonrió para él.

—¿En serio lo crees?—cuestionó, tímida. Finn asintió con una mínima sonrisa—. Sí, bueno, supongo que era el encanto del vestido.

El ruloso rió ante su comentario y negó con la cabeza.

—Eres una chica muy bonita, Alanna, no era solo por el vestido.

Entonces, en su mirada, estaba ese brillo otra vez.

SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】Where stories live. Discover now