Capítulo catorce.

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Alanna.

Las dos familias iban en el automóvil con las ventanas abajo y la música a todo volumen. La camioneta daba suficiente espacio para todos, con los padres de Alanna al volante, los de Finn en los asientos traseros y ellos dos en el gran espacio del maletero. Habían decidido hacer un corto viaje a la playa en grupo por ser fin de semana, además de que tenían que aprovechar este último mes de vacaciones.

En su puesto, tanto ella como el muchacho estaban prácticamente aislados de sus supervisores, incluso podrían besarse y probablemente ninguno de ellos se daría cuenta. Cosa que suponía una ventaja para ellos ahora que ambos sabían que se gustaban mutuamente, y que no tenían planeado pasarlo por alto en lo absoluto. Y aunque en realidad no se habían declarado nada oficial, una pequeña muestra de afecto de vez en cuando nunca estaba demás.

Había pasado una semana desde que se sinceraron respecto a lo que sentían y se dieron aquel beso en su casa, y las cosas se han vuelto diferentes. Ahora Finn es mucho más cariñoso con ella, la abraza cada vez que tiene la oportunidad e, inclusive, ha llegado a robarle besos cuando sus padres se distraen. Por supuesto que aquello no es un problema para ella, todo lo contrario. A veces siente que cada día le gusta más el apuesto ruloso.

—¿En qué tanto piensas?—le preguntó Finn, a la vez que apoyaba su mejilla en el respaldo de los asientos de adelante, imitando su posición.

Sonrió ante la acción del chico.

—Nada en específico—respondió, restándole importancia con los hombros.

Decidió dejar su mirada posada en la de Finn. Este tenía ese brillo que antes no era tan usual, pero que ahora estaba allí cada vez que lo miraba, y ahora que suponía cual era la causa de eso, no podía evitar emocionarse por ello.

Estaban sentados el uno frente al otro y por alguna extraña razón ninguno apartaba su mirada del otro. Y a pesar de que sus padres hablaban, el auto parecía estar en total silencio, como si ellos dos fueran los únicos en el. Alanna sentía diversas cosas en su estómago, las reconoció como mariposas.

Por un impulso, rodeó el cuello del chico con sus brazos y se acercó a él, para luego apoyar su cabeza en su hombro. Finn no tardó en rodearle la cintura y acercarla hacia sí aún más hasta que esta quedó sentada en su regazo. Por suerte, en aquella posición seguían sin ser visibles para sus padres.

Comenzaron a hablar de cosas irrelevantes, en forma de susurros solo porque se sentían más cómodos con que sus progenitores no los escucharan. Charlaban de cualquier cosa, reían por los chistes del otro, y no separaban sus miradas mientras lo hacían. Demostraban un interés totalmente sincero hacia las palabras de su acompañante y eso los ponía más emocionados a la hora de expresarse.

Para Alanna todo aquello de sentirse atraída por alguien era absolutamente nuevo, y ahora que lo experimentaba solo podía pensar en lo bien que se sentía. Teniendo en cuenta, claro, que su atracción era correspondida.

Adoraba estar con Finn, pasar tiempo con él era algo maravilloso para ella. Le gustaba hablar con el muchacho y, sobre todo, escucharlo. Oírlo contarle sus anécdotas la entretenía más que cualquier otra cosa, y deseaba que él pensara lo mismo respecto a su caso.

—¿Por qué me miras así?—preguntó Finn, con una notoria sonrisa, como si le gustara la forma en la que Alanna lo observaba.

—¿Así cómo?—quiso saber, puesto que no tenía idea de como lo estaba mirando.

—Pues, así—el muchacho imitó lo que sería su expresión.

Se sonrojó de inmediato, esa era una mirada que definitivamente dejaba claro cuanto le atraía Finn. Se sintió avergonzada unos minutos, pero recordó que él la miraba de una forma no muy diferente.

—Esa también es la manera en la que a veces me miras—se cruzó de brazos, fingiendo seriedad—. ¿Por qué lo haces tú?—no pudo contener la risa tras esa interrogación.

Finn se encogió de hombros, ahora tan sonrojado como ella.

—Supongo que porque me gustas mucho—aquella oración la susurró en su oído, solo para asegurarse de que nadie más en el auto pudiera oírlo.

Alanna veía venir todas las sensaciones a continuación. Las mariposas en el estómago no tardaron en aparecer y sonrió al notar su presencia.

Miró unos segundos por arriba de los asientos para verificar que sus padres estuvieran lo bastantes distraídos para no posar su atención en ellos, y luego acercó su rostro al de Finn, casi rozando sus labios.

—¿En serio te gusto mucho?—inquirió, y después se acercó aún más a él, un movimiento más y estarían besándose.

El chico de rulos se limitó a asentir, bastante distraído a causa de la cercanía de Alanna.

Ella sonrió ante su respuesta e hizo desparecer el espacio entre ellos, apretando sus labios con los de Finn. Se sorprendía a sí misma cada vez que lo besaba, siempre se consideró demasiado tímida, y totalmente no capaz de tomar esas iniciativas, ahora notaba que estaba equivocada.

El ruloso abrió mínimamente los labios, solo para que el beso dejara de ser un simple roce. El movimiento de sus bocas era lento, torpe y completamente inocente. Alanna acariciaba su nuca al tiempo que él su cintura, y como siempre, todo parecía estar en total silencio y calma, a pesar del ruido a su alrededor.

Cuando ambos se separaron no pudieron evitar sonreírse el uno al otro, y Alanna no tardó en esconder su rostro en el pecho del muchacho, roja como un tomate. Este rió ante su acción y la tomó por las mejillas para que lo mirara a la cara.

—No tiene porque darte vergüenza, Annie—dejó un casto beso en sus labios—. Es algo totalmente normal.

Alanna asintió, sin embargo el sonrojo se mantenía en su rostro, siendo claramente notorio. Volvió a esconder su cabeza en el pecho del muchacho, pero esta vez no por pena, sino por simple comodidad. Él por su lado comenzó a acariciarle el cabello.

—Tú también me gustas mucho—confesó en un susurro, aunque suficientemente alto como para que Finn escuchara.

SIXTEEN ¡!【FINN WOLFHARD.】Where stories live. Discover now