Capítulo 40

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Alessandra se llevó la taza de té a los labios mientras contemplaba a Emma moviéndose por la cocina. Le trajo un pastelillo y se sentó frente a ella.

–Así que te ha pedido matrimonio –fue su comentario y Alessandra elevó sus ojos–. ¿Qué? ¿No es lo que dijiste?

–No –dejó la taza con lentitud sobre el plato–, lo que dije fue que no tomaba en serio mi propuesta, si incluso habló de matrimonio.

–¿No será que eres tú quien no lo toma en serio?

–¿Una propuesta de matrimonio de André? –Alessandra rió con incredulidad–; y tú, de entre todas las personas, me pregunta ¿por qué no lo tomo en serio?

–Yo no he dicho eso –Emma tomó un trozo de pastel y lo colocó en su plato–. Afirmé que eres tú quien no lo toma en serio, no he preguntado por qué.

–Un juego de palabras –se quejó sin ánimo– ahora no, Emma.

–¿Qué? Si te lo estoy diciendo claramente... eres tú quien se está cuestionando las razones.

–André es... –Alessandra miró con atención los residuos de té en su taza– no sé qué pensar. Bien, es que no pensé que tuviera que considerar nuevamente estos temas.

–Ay, Alessandra –apoyó su mano con suavidad sobre la de ella– nadie lo pensaba. John y tú estaban muy unidos, eran jóvenes y se amaban... no pensábamos que sucedería una tragedia semejante.

–Lo sé –murmuró Alessandra, tomando el resto del contenido de su taza de un solo trago– ha sido difícil.

–Puedo imaginarlo... ¿pero sabes qué? La vida sigue, tú eres joven.

–No sé cómo puede seguir.

–Así como hasta ahora –le sonrió levemente– eres hermosa, inteligente y joven. No puedes pasar el resto de tu vida viviendo entre recuerdos. Más aun si quieres un hijo. ¿No te gustaría que tuviera un hogar?

–Lo iba a tener –inspiró hondo– se suponía que John sería el padre de mis hijos. Yo solo... –carraspeó un poco– es complicado.

–No lo es –Emma se encogió de hombros– piénsalo por un instante. ¿Qué desearía John para ti?

–John... –sus ojos se llenaron de lágrimas.

–Él desearía que fueras feliz. Te amaba, ¿recuerdas? No le gustaría verte así.

–Lo sé –repitió y clavó sus ojos en la taza vacía– solo no se siente... bien.

–¿Segura que no? Quizá solo se siente... ¿diferente?

–Sí, diferente –concordó–. André y yo...

–Tuvieron un pasado en común, pero eso no tiene nada que ver con esto. Pasó, Alessandra. No tienes por qué sentirte culpable. Tú amabas a John... –Emma tomó un trozo de pastel y se llevó a la boca– ¿André te dijo que iba a tu boda, verdad?

–Sí –Alessandra sonrió levemente– aunque no sabía qué haría ahí.

–Pero tú sí que sabes lo que habrías hecho –dijo con convicción Emma.

–Sí. Nada hubiera sido diferente –Alessandra suspiró– me habría casado con John de cualquier manera.

–Exacto –le sirvió más té– ¿y sabes por qué? Porque lo amabas. Tu amor por él no tiene por qué acabar, Alessandra. Pero, eso no significa que deba ser el único. Está bien que lo mantengas vivo en tus recuerdos, fue un hombre extraordinario. Sin embargo, necesitas amar. La vida es mucho más hermosa cuando amas a alguien.

–¿Quién imaginaría que tú dirías esto? –se burló con una pequeña sonrisa–; y sobre todo, si se trata de André y yo.

–No me interesa él –Emma negó– tú eres mi amiga y si puedes ser feliz con él o con quien sea, yo te apoyaré. Debes volver a sonreír.

–Sonreír... –Alessandra sonrió levemente– eres una gran amiga, Emma.

–Soy tu mejor amiga, Alessandra –rió, divertida–. ¿Te quedarás a cenar? Nick llegará en cualquier momento.

–En este día, no; sin embargo, gracias por la invitación –se levantó después de tomar un pequeño sorbo de té– lo pensaré.

–Sí, considéralo –Emma se despidió con un beso en la mejilla– adiós, Alessandra.


***

–¿Por qué me agradeciste? –pronunció André mientras caminaban por un parque. Alessandra lo miró–. Aquella noche, en el evento, dijiste gracias. ¿Por qué?

–Me gusta la sensación de sentirme querida, como a cualquier persona, André. No pensé que yo pudiera despertar aquellos sentimientos en ti. En realidad, no pensé que nadie podría... –Alessandra observó que él contraía el rostro, con dolor– ¿ha sido demasiado?

–Eres muy sincera. A veces me cuesta acostumbrarme –improvisó André. Lo cierto era que le habría encantado decirle que no solo era querida, sino amada por él. Que si se lo volviera a proponer, él aceptaría su absurda idea de que tuvieran un hijo, solo por verla feliz. Y, ciertamente, no quería que ningún otro hombre tuviera hijos con Alessandra. Esa idea le desagradaba en extremo.

–¿Qué? –Alessandra clavó sus ojos azules en él– ¿estás molesto?

–No –André sonrió lentamente– es solo que estaba pensando... no me gusta sentirme usado.

–¿Ah? –ella pronunció con curiosidad.

–No me hagas caso –se encogió de hombros– ¿has pensado en mi propuesta?

–¿Y tú en la mía? –Alessandra rió, pensando que él continuaba bromeando–. André, te dije que...

–Ya lo sé. Era una pregunta, nada más –intentó restarle importancia, que ella no notara cuánto lo afectaba– ¿qué es lo que cambió?

–¿Desde? –pidió que le aclarara la pregunta.

–Desde que visitaste mi oficina. Al terminar de comer, parecías confiar en mí. Ahora... ¿ha sido mi confesión inesperada?

–No –negó demasiado rápido Alessandra.

–Mentirosa –soltó André entrecerrando los ojos. Alessandra sonrió levemente.

–Está bien. ¿Qué esperabas, André? ¡Jamás habría pensado que estabas enamorado de mí! Nunca, ni antes ni ahora ni en un futuro. Siempre tan independiente, tan cínico e interesado en acumular conquistas. ¿He dejado algo olvidado?

–A veces realmente me ofende la manera en que me caracterizas –bufó André derrotado–; pero, entiendo por qué lo haces.

–La vida ha seguido, hemos crecido y no somos los mismos de antes. Pero eso no cambia nada, André. Yo amé y perdí, tú me amaste y perdiste también. Estamos en un punto en que tanto tú como yo encontramos un... equilibrio. Una relativa paz.

¡¿Paz?! –André sintió que su corazón y mente se rebelaban ante las palabras de Alessandra. Él no había tenido paz por años y aquellos últimos meses solo habían empeorado todo. Tan cerca de lo que más anhelaba y no poder alcanzarlo, saber que quizá nunca lo haría. Se sentía herido, confuso y muerto de miedo ante la perspectiva de ella fuera de su vida. ¡¿Equilibrio?! ¿De qué rayos estaba hablando?

–¿Por qué hablas en tiempo pasado, Alessandra? –preguntó, sin poder ocultar más lo que sentía– quizá perdí. Pero yo no amé. Yo... amo –afirmó con seguridad.

Casi amor (Italia #11)Where stories live. Discover now