Capítulo 46

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Alessandra escuchó que tocaban, pero se resistía a abrir. Había trabajado hasta la madrugada y se sentía agotada. Suspiró, arrastrando los pies hasta la puerta.

–¡Feliz cumpleaños! –escuchó, incluso antes de encontrar aquellos ojos grises risueños– ¿puedo pasar?

–¿Qué haces aquí? ¿Cómo supiste donde vivo? ¿Qué...?

–¿Puedo pasar? –repitió André con rostro inocente y Alessandra se hizo a un lado–. Gracias, Alessandra –le extendió un ramo de rosas y colocó una caja en la mesa.

–¿Qué estás haciendo? –inquirió, confundida.

–Ya te lo dije... ¡Feliz cumpleaños! –exclamó André divertido.

–Hoy no es mi cumpleaños –pronunció, entrecerrando sus ojos azules.

–Por supuesto que lo es –discutió André con seguridad.

–Estás muy... –Alessandra se movió hacia un calendario con escepticismo. Arrugó levemente el ceño. Tomó su celular y lo encendió. Frunció los labios– no puede ser.

–Por supuesto que sí –André cruzó sus brazos con arrogancia– ¿Alessandra?

–¡Qué deprimente! –suspiró con derrota– ¿sabes que no celebro mis cumpleaños?

–Eso no es cierto –desmintió André.

–Sí, lo es. Bueno, al menos no lo he hecho en los últimos años... –añadió en tono pensativo– ¿cómo has llegado?

–Ah, eso lo explica todo –André se sentó en el sofá y sonrió–. Emma se mostró encantada en ayudarme a sorprenderte por tu cumpleaños. ¿También le prohibiste que lo festejara?

Alessandra se sonrojó y carraspeó. André no necesitó más respuesta que esa.

–No puedo creer que Emma te llamara para esto.

–Emma no me llamó –se encogió de hombros– yo sabía que era hoy.

–¿Lo sabías? –Alessandra no podía creer que lo recordara. André asintió–. Espero que, además de esto –señaló al ramo de rosas– y eso –señaló la caja– no hayas preparado nada más.

–¿La verdad? No sabía qué te gustaría... no tenía ni idea –confesó avergonzado André–; así que, al no conocer tus planes, pensé que primero debía preguntar.

–¿Si tenía otros planes? –ella sonrió divertida ante la vacilación de André. Parecía un niño–. Mmm... creo que no.

–¿Te gustaría hacer algo en especial? –"conmigo" añadió André en su mente.

–Estoy muy cansada –contestó apenada y se sintió aún peor al contemplar la desilusión en los ojos de André–. Si te parece bien... podríamos quedarnos aquí, mirar una película y pedir algo de comer. ¿Qué dices?

–Es tu cumpleaños –asintió André, sorprendido por la propuesta– lo que tú digas estará bien.

–Perfecto –Alessandra sonrió en respuesta y le besó en la mejilla– gracias por las rosas –dijo, dirigiéndose a ponerlas en un jarrón con agua.

–No tienes nada que agradecer –André la siguió, llevando la caja con él– es tu pastel de cumpleaños, por cierto.

–¿Chocolate? –preguntó Alessandra, clavando sus ojos azules en él.

–Sí, con relleno de fresas –confirmó André y Alessandra sonrió ampliamente.

–¡No puedo creerlo! –gritó y se echó a sus brazos. Por suerte, André había dejado ya la caja a un lado, destapándola para que la viera. Pero, ninguno de los dos notó nada. Se quedaron abrazados por un largo rato–. No tenías que hacerlo.

–Quería hacerlo –clavó sus ojos grises en ella intensamente. Alessandra abrió la boca y no pudo encontrar palabras. Él se apartó– bueno, ¿te gustaría un trozo?

–¿Así como así? –Alessandra intentó ocultar su decepción porque él la soltara– ¿sin canción de "feliz cumpleaños"? –aclaró ante el desconcierto de él.

–¿No pretenderás que te cante, verdad? –soltó en tono incrédulo. Ella rió, asintiendo–. No, lo siento pero no.

–¡Vamos! ¿Qué tan malo puedes ser? –retó burlona Alessandra.

–Realmente no quieres escucharme –André simuló un escalofrío y ella volvió a reír, empujándolo con su mano–. Espera –él la atrapó. Alessandra clavó sus ojos azules en los grises, esperando lo que iba a decir– ¿y mi beso?

–¿Qué dijiste? –inquirió con sorpresa y él se echó a reír– ¡¿André?!

–Que, en lugar de darme las gracias, preferiría un beso.

–No seas idiota –Alessandra sacudió su mano y se liberó. André se puso serio.

–Estaba bromeando, Alessandra –él puso en blanco los ojos– ¿por qué últimamente todo te lo tomas tan en serio?

–Porque... lo que pasó, yo... –cerró la boca de inmediato. ¿Qué estaba diciendo?

–¿A qué te refieres? –André interrogó con sus ojos grises fijos en ella. Alessandra suspiró con exasperación. ¡Bien, ya entendió! Le había pedido que olvidara y André así lo había hecho. ¿Por qué ella insistía en ver lo que no era?–. Alessandra... –se acercó y le acarició la mejilla levemente– ¿sucede algo? ¿Quieres que me vaya?

–¡No! –exclamó ella, apresurada y en tono demasiado alto. André sonrió levemente–; es decir, no. Vamos a comer un trozo de pastel –corrigió, azorada por su actitud. ¿Qué le pasaba?

Después de varios trozos de pastel y sentados uno junto al otro para ver la película que Alessandra había elegido, André notó que ella empezaba a cerrar los ojos. Podía notar su cansancio y sabía que lo mejor era que descansara. Sin embargo, no quería irse tan pronto, le encantaba estar a su lado. Suspiró.

–¿Estás bien, André? –ladeó la cabeza Alessandra para mirarlo. La película era una comedia ligera, nada de drama ni romance y él había ¿suspirado?

–Sí, bien –sonrió André– estaba pensando en algunos asuntos de la oficina. Creo que debí terminar.

–¿Debes irte? –preguntó con desinterés. André lo entendió, quería descansar y estar sola así que asintió–. Bueno...

–Sí –André se levantó– es una lástima no terminar de ver la película, con lo profunda que parecía –exclamó, burlón. Alessandra rió bajo.

–No te burles, esto fue improvisado –cruzó los brazos, simulando estar ofendida. André restó importancia, divertido.

–Ve a descansar –le pasó los dedos por la frente, quitándole el mechón rubio que caía con descuido–. Te... –André carraspeó– te veré más tarde –se despidió.

–Sí, más tarde –asintió Alessandra, sabiendo que no era cierto. Él no volvería.


***

André se frotó los ojos en un vano intento de dejar el cansancio que sentía apoderarse de sí. Había trabajado sin descanso desde que se marchara del departamento de Alessandra, ni siquiera se había detenido a comer y ahora tenía hambre. Sí... quizás era hambre ese vacío que sentía y nada más.

Era muy tarde y tenía hambre. Por eso estaba abatido y se sentía cansado, solo y como si hubiera envejecido diez años en los últimos meses. Sabía que esto del amor no era nada bueno. Siempre lo había temido. Terminaría matándolo, después de tantos años sintiéndolo, finalmente lo aniquilaría. No sabía si eso era algo consolador o no.

Casi amor (Italia #11)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora