Capítulo 31 ▶ Una solución disparatada

21.9K 3K 1.1K
                                    

Retrocedí instintivamente todo lo que pude, temblando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Retrocedí instintivamente todo lo que pude, temblando. Necesitaba alejarme de la puerta, de lo que acababa de escuchar... y de mi madre. No estaba prestando atención a lo que hacía, por lo que terminé chocando contra la esquina de un mueble. El jarrón decorativo que estaba allí —una baratija que había comprado mamá en una tienda de chinos hacía dos o tres años— se tambaleó y cayó estrepitosamente al piso, rompiéndose en mil pedazos. Se rompió igual de fácil y rápido que la realidad en la que creía y mi propio corazón.

El ruido alertó a mi madre, antes de que yo pudiera escapar ella salió de su habitación con el rostro lívido y me encontró de pie junto al jarrón roto. La fuente del llanto se activó al verla y las lágrimas comenzaron a caer a raudales por mis mejillas. La observaba ahí, frente a mí, y no la reconocía. ¿Cómo había podido mentirme así? Confiaba en ella más que en nadie, y ahora eso se había roto también.

Siempre tuve cierto temor de que hubiese algo malo sobre mi padre y que esa fuese la razón por la que mamá se negara con tanto ahínco a que yo lo encontrara. Pero todas las veces que le pregunté ella me contó la misma historia: lo conoció en Las Vegas, tuvieron un breve romance en el que terminé siendo procreada, ella se enteró de mi existencia cuando volvió a casa y decidió no contárselo a él porque no necesitaba ni quería un hombre en su vida, así que me crio por su cuenta. Por su mera decisión y nada más. Evidentemente eso también podía ser otra mentira, y llegar a esa terrible conclusión solo incrementaba ese miedo a lo que ella estaba ocultando. Porque estaba sin duda cabreada y dolida con mi madre, pero todavía no la creía capaz de haber tejido una mentira tan grande solo por egoísmo, por no desear compartirme con el verdadero Kendall Strauss.

—Tengo... tengo que colgar, mamá, lo siento —murmuró ella en un hilo de voz antes de despegar el teléfono de su oreja. Por su aspecto, daba la impresión de que se podía desmayar en cualquier instante.

Su boca se abrió y, sin embargo, nada salió de ella. Lo único que ocurrió fue que sus ojos se llenaron de lágrimas, igual que los míos.

—Saskia... —inició, pero no la dejé continuar.

—Tú... —Mordí mis labios y sacudí la cabeza—. No... no puedo creerlo —mi voz sonaba estrangulada, me costaba pensar y hablar con claridad.

Presioné los nudillos de mi mano contra mi nariz, tratando de controlar mi respiración. Me tomé ese mismo tiempo para pensar en lo que debería decir.

—Kia, por favor, déjame...

Mamá se aproximó un paso hacia mí y yo retrocedí, levantando una mano entre nosotras para indicarle que no se acercara más. Los pedazos del jarrón roto crujieron bajo mis zapatos.

—¿Por... qué? —sollocé—. ¿Por qué harías algo como esto? ¿Por qué... engañarme?

Las lágrimas que emborronaban mi vista no dejaban de caer. Supe con certeza que nunca me había sentido más miserable en mi vida que en ese momento.

Contra dragones y quimerasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora