4. Bled

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Tú eres el más fuerte de todos aquí y esa es tu tragedia

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Tú eres el más fuerte de todos aquí y esa es tu tragedia

-Gabrielle (Crónicas vampíricas)

IV

El bastardo Purasangre que me ha lastimado está justo delante de mí. Como siempre, el poder que emana me asusta, pero me esfuerzo por no mostrarlo. Sé que no tengo ninguna oportunidad de luchar contra él. Su traje es el mismo uniforme negro; se notan los músculos definidos de sus brazos y pecho, aferrándose a su ropa. Sin embargo, sus ojos negros son vacíos.

—¿Qué quieres?

—Sabes lo que quiero —responde, sonriendo maliciosamente.

Retrocedo un paso. Rápidamente, él salta hacia mí y me agarra del brazo.

—¡No me toques!

Sé que puedo llamar a mi clan, pero no quiero que salgan heridos como Ian. No pueden derrotar a un Purasangre como el que tengo delante de mí. Definitivamente, es uno antiguo; tengo que salir de esto por mi cuenta. Su aliento roza mi cuello. Su lengua lame mi piel, haciéndome temblar. No intento luchar contra él porque sé que es imposible detenerlo. Me tapa la boca con una mano y luego sus colmillos se entierran en mi piel. En esta ocasión no hay dolor como la última vez: la lujuria me ataca sin piedad. Maldigo esa sensación de deseo que hace que la víctima se relaje ante su depredador.

«¿Por qué es tan difícil controlarse?».

Byron bebe mi sangre desesperadamente, debilitándome cada segundo que pasa. Tiene que parar; mis rodillas fallan, mi cuerpo volviéndose débil en sus brazos.

Oscuridad...

Algo dentro de mí se agrieta un poco, como si una parte oculta quisiera emerger a la superficie.

«Morgan...», escucho en mi cabeza.

—Ahora no podrás resistir beber mi sangre —dice antes de morderse una de las muñecas. Me acuesta en el suelo, no quiero crear un vínculo tan fuerte con él, pero tiene razón: en mi condición debilitada no podré negarme a su sangre.

—Byron.

Esa voz de nuevo, que me pone los pelos de punta. Es tan profunda...

—Hermano, ¿ahora tu pasatiempo es seguirme? —pregunta el Purasangre, poniéndose de pie.

Giro la cara en el suelo para ver claramente a su hermano; él, que me salvó la otra vez, está de pie junto a nosotros. Sus ojos encuentran los míos por un segundo, tan rojos, pero tan... deslumbrantes.

—Me han ordenado vigilar tus pasos —contesta con frialdad.

—Bueno, entonces dame tiempo para terminar esto. —Byron se arrodilla y me ofrece su muñeca. Su sangre huele deliciosa... Tan poderosa que la sed me arde en la garganta.

Tan rápido que apenas puedo verlo, el vampiro ya no está delante de mí, sino contra la pared. Su hermano presiona con la mano alrededor de su cuello. Noto los guantes negros que lleva puestos; solo se ven la mitad de sus dedos.

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