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Las tristezas detrás de una eterna fila para entrar al baño

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Las tristezas detrás de una eterna fila para entrar al baño


En cuando Mae descubrió que Coraline estaba en la fiesta, en esa misma fila, de hecho, intentó escabullirse lo más que su cabello le permitía. Intentaba esconder su cara detrás del mismo, mirando hacia atrás cada vez que ella volteaba. Cuando le tocó a Cora entrar al baño, Mae sintió cierto alivio interior que la había salvado de tener que vivir un segundo encuentro tan penoso que terminara por arruinarle la noche. En realidad, en la cabeza de Mae ya todo estaba perdido. Volvería a su casa con olor a alcohol, recibiría miles de preguntas, y no le creerían si dijese que se lo habían tirado encima. Ya había usado esa excusa con anterioridad.

Así que, en el fondo, Mae estaba jodida. Lo único que no sabía es que esa noche apenas empezaba. Las cosas malas estaban a punto de llegar.

Mae pensó en la Coraline que conocía. Esa joven de quince años que recibía el apodo de Tanque. En la mente de muchos, Cora siempre fue obesa, alguien detestable que sólo servía para comer. Madeleine era considera todo lo contrario, teniendo una buena figura y el carisma que la caracterizaba para caerle bien a quienes necesitaba caerle bien. Pero, a pesar de esto, de que para la sociedad eran polos opuestos, ellas habían sido amigas de la infancia. Mae siempre protegió, de manera externa, a Coraline. Callaba a aquellos que la ofendían. Hacía pasar vergüenza a quienes querían correr la mirada para burlarse. Y ni hablar de quienes la señalaban.

Era una buena amistad hasta que Mae cambió.

Cuando la mano de la popularidad pareció tenderse sólo para la chica linda, Mae comenzó a decirle a Coraline que tenía que adelgazar. Que era lo único que ella tenía que hacer para poder seguir siendo amigas. Para ser aceptada. Para estar en la banda del instituto.

Y aquí viene la gran sorpresa. Eso que hizo que a Mae le costara creer, pero no aceptar, que Coraline realmente era la vocalista principal.

Siendo Mae la líder de la banda, podía aceptar o no a cualquier persona que quisiera unirse. Coraline siempre fue una de ellas, y tenía una voz mil veces más fuerte y poderosa que la de Mae. El rango vocal de Coraline siempre fue mucho más amplio que el de la protagonista de la historia, y eso le generaba miedo. No la aceptaba en la banda porque sabía que era potente, la consideraba una amenaza.

Mae siempre supo que Coraline era mejor. Por eso no le permitió entrar jamás.

Cuando la puerta del baño se abrió y la rubia salió para cruzar justo al lado de Mae, esta intentó esconderse para poder verla. Había un gran y evidente cambio entre la chica de quince que tenía miedo de sus compañeros de clase y esa persona que casi le roza el hombro. Había perdido cierto peso, pero seguía siendo grande. Además llevaba el cabello más largo que antes, y sonreía. Se había maquillado mejor de lo que Mae esperaba, sin dejar de lucir natural. La joven del vestido azul se dio cuenta, en cuanto la visualizó, que todo eso era una fachada que escondía a la Coraline insegura en alguna parte.

Ser la vocalista principal te obligaba a hacer ese tipo de cosas. Cambiar. Dar una imagen de confianza aunque por dentro te sientas insegura.

Minutos más tarde le tocó a Mae, finalmente, entrar al baño. Era un gran espacio, digno de una familia con bastante dinero, pero todo lo que a ella le importaba era limpiarse, aunque con el tiempo que estuvo esperando ya se sentía sucia y nada iba a quitarle ese sentimiento. Tomó papel, lo mojó, e intentó solucionar el problema como podía. Tras esto, revisó que todo estuviera correcto con respecto a Andrés y abandonó el baño. Al hacerlo seguía sintiendo sobre ella el asqueroso olor a vodka, así que recordó la cara de Sean, esa maldita satisfacción de venganza, cuando le lanzó la bebida.

Y, por culpable que se sintiera, se enfadó.

Bajó las escaleras sin importarle caer y entró de nuevo a la sala principal en la que el baile se llevaba a cabo. Buscó durante dos minutos a Sean con la mirada entre todas las personas, sintiéndose repentinamente aturdida por la música, y al no dar con él se adentró entre las personas. Muchos ya llevaban tiempo bebiendo y habían comenzado a hacer cosas extrañas. Mae intentaba esquivar los movimientos raros, pero no pudo hacerlo con uno que le dio de lleno en el pecho y la empujó hacia atrás.

Para su suerte, no cayó al suelo. Pero tampoco se vio salvada por algún atractivo joven que pasara por ahí ese momento. Al contrario de esto, se vio hundida en el sofá que habían hecho a un lado. Miró a quien estaba sentado justo al lado de ella, y se trataba de un par de amigos sirviendo vasos de una bebida dentro de una botella azul. Le ofrecieron un poco, y Mae no tardó nada en aceptarlo.

De todas formas, la noche ya estaba yendo muy mal para ella.

Tras beber el cuarto o, quizás, quinto vaso, dejó de oír las voces. La música se volvió lejana y el sofá muy cómodo, perfecto para dormir. Estaba hablando pero no sabía qué le decían y, además, no era escuchada. Quienes la rodeaban estaban tan sumidos en sus mundos como ella. Nadie se dio cuenta de que, poco a poco, Mae se dormía. Perdía la noción del tiempo.

Es hermoso dormir, pero es una mierda cuando tienen que despertarse. Esto es exactamente lo que hizo Wren cuando la vio ahí tumbada, durmiendo, y la policía había llegado. No lo pensó ni siquiera por un segundo. Para actuar, él era más rápido. Se acercó a Mae, le sacudió un poco el hombro hasta que abrió los ojos, y entonces le indicó que tenían que irse. Mae no entendía qué estaba sucediendo, así que lo que hizo Wren fue subirla a su espalda para poder correr, tal y como lo hicieron Sean y Kelsey, por la puerta trasera. La única diferencia fue que Wren conocía ya la casa de Fred y sabía que, a la izquierda, había otra puerta que le permitía huir sin saltar sobre el muro. Corrió cargando a Mae sobre su espalda al menos tres cuadras, hasta que ella despertó por completo y se dio cuenta de lo que estaba pasando.

Comenzó a darle golpecitos débiles a Wren hasta que este la bajó, y entonces siguieron corriendo. Habían dejado el coche justo delante de la casa de Fred, así que volver a por él no era una opción. Ya iría Wren a buscarlo por su propia cuenta.

Hablemos ahora de este confuso momento que aún no somos capaces de explicar. Mae y Wren corrieron juntos al menos tres cuadras, pero luego ella se adelantó un poco hasta que vio un callejón y entró al mismo, cansada por la carrera. Se detuvo a tomar aire y oyó que alguien venía detrás de ella, pero asimiló que se trataba de Wren. El lugar era pequeño y oscuro, no le generaba ningún tipo de confianza. Además estaba sucio. Mae apenas entendía cómo había llegado ahí, pero en cuanto quiso darse la vuelta, ya recompuesta, para seguir corriendo, una luz la cegó.

Lo único—¿y último?—que escuchó Mae en ese instante fue el sonido del disparo que resonó, más tarde, hasta alcanzar a Kelsey y Sean.

Dulce disposiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora