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El lugar más simple por el cual comenzar a buscar

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El lugar más simple por el cual comenzar a buscar


La fiesta de ese viernes concluyó de una forma un tanto extraña. Kelsey me dejó para ir tras Coraline, quien resultó estar entre las personas del público, bailando y bebiendo, y yo al final fui con Gemma para comprobar en qué estado se encontraba. Por supuesto, no sin antes buscarle una de las pocas botellas de agua que ya quedaban, a pesar de estar la noche en pañales.

Encontré a Gemma gritando a todo pulmón a la par de la voz de Dorothea, como si de una fan loca se tratase. A diferencia de Dusty, ella era menuda y alta. Tenía una extraña pero diminuta mancha de color rojo, que él no tenía, justo debajo del ojo izquierdo, similar a la picadura de algún mosquito. Y sus ojos verdes brillaban como nunca. Ver a Gemma así de feliz no era algo de todos los días.

La pasé bien bailando y cantando junto a ella, hasta que la fiesta acabó y tuvimos que volvernos a casa caminando. Todos juntos. Y eso incluía, por primera vez, a Coraline en el grupo.

Kelsey y ella caminaban más lento, hablando a nuestras espaldas. Sean, medio muerto, Dusty ayudándolo, Gemma y, por supuesto, yo, luchábamos por llegar hasta el apartamento de nuestro querido amigo para pasar la noche. Era el único que podía permitirse algo así, ya que vivía con su hermano, no con sus padres, para su suerte.

Estábamos todos tan cansados que nos tumbamos sobre el sofá, un colchón matrimonial, e incluso el piso, y nos dormimos. Si quieres algún que otro detalle, Kelsey y Coraline se quedaron despiertas un poco más, sentadas en el balcón del departamento, a la espera de sentir que el mundo dejaba de darles vuelta.

—¿Cómo estás?—le había preguntado Kelsey para comenzar una conversación—. Te tomaste bastante bien el hecho de que no te dejaran cantar, ¿eh?

Kelsey no solía beber durante las fiestas, lo hacía cuando volvía a casa, y nunca nadie entendió por qué. Así que tenía junto a ella una botella de vino, una sola copa llena hasta la mitad, y todo el tiempo del mundo para acabárselo. Siempre lo bebía entero, y normalmente sola, ya que ninguno de nosotros tenía energías suficientes como para quedarse despierto un solo segundo más.

Esa noche, sin embargo, tenía compañía.

Coraline fumaba un cigarro con naturalidad. No es que fumara siempre, pero estaba teniendo una clase de transformación extraña que, por lo visto, incluye comenzar a tener malos hábitos. La vi probar por primera vez una calada al salir de la fiesta, y ahí seguía, pero ahora con su tercer cigarro de la noche.

Al parecer le gustó la sensación.

—Lo esperaba en realidad—admitió Coraline, acomodándose un poco el cabello. Kelsey la observaba con detenimiento, pero ella se veía incapaz de devolverle la mirada—. De hecho, me sorprende que Dorothea haya tardado tanto en ocupar mi lugar.

Dulce disposiciónWhere stories live. Discover now