veintiuno

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El error sale a la luz

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El error sale a la luz

Cuando Coraline y Kelsey por fin se dignaron a llegar a la plaza, el bus debía estar a punto de llegar. Al menos eso nos habían dicho. No estaba lloviendo pero sobre nosotros podíamos ver que se acercaban un par de nubes sospechosas. Nada fuera de lo normal. Los tres nos sentamos en uno de los bancos a esperar. Yo llevaba de pie junto a una señora mayor, un hombre con sus dos hijas y una pareja esperando por el mismo viaje junto a mí. Me pareció extraño que mis amigas se atrasaran, pero no me atreví a preguntar los motivos.

Decidí tocar el tema que ninguna se atrevía a pensar.

—¿Creen que el Byron Hale la asesinó?—pregunté. Estaba en el medio. Coraline a mi izquierda, Kelsey a mi derecha. Ellas no se miraban—. ¿O que al menos tuvo algo que ver?

Ambas se quedaron pensando en la respuesta por un momento, como si de verdad hubiera algo de lo que dudar. No dije nada.

—Yo pienso—se atrevió a hablar Coraline primero—, que hizo algo. No creo que él la haya asesinado solo.

—Pero no encontraron ningún cuerpo—Kelsey estaba mirando la hora en su móvil cuando habló. Parecía distraída—. ¿Qué mierda haría un viejo como Byron para esconder un cadáver?

Me reí un poco de su comentario, por lo cual no tardé en recibir una mala mirada por parte de Coraline. En realidad, algo de razón tenía. El profesor se vivía quejando de sus dolores de espalda, y era evidente que había dejado de entrenar, a diferencia de años anteriores. Tenía ya bastantes años, también es cierto. Ninguno de nosotros era capaz de imaginar a ese señor llevando unos 60 kilos por sobre su hombro, mucho menos enterrándolo o lo que fuera para que no lo vieran.

—Me gustaría saber qué hizo con ella—susurró Cora en un momento. Noté la repentina tristeza en su voz—. O en dónde está. En serio quiero que vuelva.

Volteé un poco la cabeza para poder ver a la rubia a los ojos. Al fin me di cuenta de varias cosas. Estaba bastante bien peinada, arreglada y maquillada como siempre se la veía desde lejos, pero de cerca la noté cansada. Muy cansada. Y triste. Hasta creería que se notaba que no estaba comiendo del todo bien, porque un poco más delgada sí que estaba. Quizás esa era su forma de castigarse. O de hacerse sentir un poco menos mal con la situación. Nunca pude comprender del todo bien hasta qué punto le seguía afectando a Coraline lo que otros dijeran sobre su cuerpo.

Pero supuse que, en alguna medida, era obvio que le importaba.

—Nunca sentí que Mae se hubiera ido—le dije, y sentí que estaba siendo de lo más sincero con alguien que en realidad no conocía. Me pregunté, ¿y a ella qué le importa? Pero seguí hablando a pesar de ello—. Es como si, aunque se hubiera ido físicamente, su presencia estuviera en todas partes.

Se quedó en silencio, otra vez, por un rato. No podría decir si era porque no sabía qué contestar o porque estaba al borde de llorar, cosa que no quería que sucediera. Por suerte, Kelsey habló por ella.

Dulce disposiciónWo Geschichten leben. Entdecke jetzt